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UNA OBRA DE MIGUEL ÁNGEL EN ESPAÑA (A PROPÓSITO DE UN CENTENARIO)

Juan Pasquau Guerrero

en Diario ABC. 15 de junio de 1964

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EL profesor Gómez Moreno publicó en la revista "Archivo Español de Arte y Arqueología", número 17, corres­pondiente a mayo-agosto de 1930, un ar­tículo sensacional. Afirmaba cómo, en la iglesia de El Salvador, de Úbeda, existía una escultura que, con toda verosimilitud, había que atribuir a Miguel Ángel Buona­rroti: obra que identificaba con un "San Giovannino" plasmado por el florentino en su juventud y del que se perdió la pista. Ningún rasgo de "terribilità" acusaba la imagen porque "es la primera —arguye Gómez Moreno— en que Miguel Ángel des­tacó su personalidad no cumplidos aún los veinte años, dueño ya de la ciencia escul­tórica, encariñado con ideales de clasicis­mo, abriendo un nuevo cauce de cristia­nismo paganizado a la escultura del siglo XVI". Ciertamente, con anterioridad, varios historiadores, desde Argote de Molina, habían hecho notar la procedencia italia­na de este "San Juanito". No faltó quien lo atribuyó a Cellini; de otra parte, guardaba cierto parentesco artístico con el "Bautis­ta", de Donatello, y con el "San Juan ni­ño", del Museo de Faenza. Pero el trabajo crítico del señor Gómez Moreno aclaraba muchas dudas. Las analogías del "San Jua­nito", de Úbeda, con las obras de juventud del autor de la "Pietà" mostráronse casi evidentes.

Y, ¿cómo se explica la presencia del arte de Miguel Ángel en la iglesia de un pueblo andaluz? Cuestión importante, pero de ex­plicación fácil, considerada la personalidad del secretario Cobos, donante de la obra.

Se trata del secretario del Consejo Su­premo del Emperador Carlos I, don Fran­cisco de los Cobos y Molina, comendador mayor de León. Su figura —digámoslo de paso— no ha sido lo suficientemente estu­diada todavía. Ni con motivo del reciente centenario del primero de los Austria» se prodigó su nombre. Nunca, quizá, tuvo Cobos buena prensa —Gorosterratzu le lla­maba "enredador de oficio"—; pero que fue la eminencia gris, el "hombre de confian­za'* del Emperador, está fuera de toda duda. "Y porque veis la confianza que yo hago en Cobos, y porque está más enterado y tiene más práctica de mis negocios que nadie, tomarás su información y consejo", puede leerse en la carta confidencial del Monarca dirigida al príncipe Felipe y fe­chada en Palamós el 6 de diciembre de 1543, escrita al iniciarse el viaje de Car­los I a Gante. Por lo que a su talento —y a su talante— político se refiere, destaca el historiador Valsh la influencia decisiva del secretario en dos determinaciones trascen­dentes del Estado: el abandono del proyec­tado matrimonio del príncipe con Marga­rita de Valois, y el desistimiento de hacer contribuir a la Sede Romana con una gran suma so pretexto de Cruzada contra la he­rejía; impuesto que estaba en la mente misma del Emperador y que, de haberse realizado, hubiera constituido la equiva­lencia de un despojo más o menos atenuado.

Pues bien, don Francisco de los Cobos,hombre de excelente gusto artístico que había acompañado a su señor en muchos de sus viajes y que llegó a alcanzar una fortuna fabulosa—léase el libro de don Ma­nuel Carande titulado "Carlos V y sus ban­queros"—, recibió como obsequio del sena­do veneciano, durante una de sus estan­cias en Italia, la imagen del "San Giovannino". Así lo cuenta el historiador giennense Ruiz Prieto. Años más tarde, el co­mendador mayor de León de la Orden de Santiago, al sentir declinar su existencia, pensó que buena manera de resarcir sus pecados de juventud era erigir un grandio­so templo. Y mandó edificar la iglesia de El Salvador, de Úbeda, su ciudad natal, que trazó Diego de Siloé y ejecutó Andrés de Vandaelvira, y para cuyo exorno reclutó el prócer una pléyade de artistas italianos (hace mención de ellos Chueca Goitia en su libro "Andrés de Vandaelvira"). En el afán, pues, de enriquecer la fundación, lle­vado de su temple un tanto exhibitorio —que sabía aliar, como hemos indicado ya, con una depurada formación estética—, aportó don Francisco de los Cobos a su iglesia muestras artísticas tan valiosas co­mo una "Transfiguración", de Alonso Berruguete; un cuadro con el tema de "La Piedad", de Sebastián del Piombo; una copa de oro (regalo del Emperador) con­vertida en cáliz y... el "San Giovannino" cuya atribución a Miguel Ángel había de "legitimar y legalizar" cuatro siglos des­pués el profesor Gómez Moreno.

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Cuando al visitante del templo de El Sal­vador se le muestra hoy su tesoro artístico, le es dado observar, junto a las joyas de orfebrería que del mismo forman parte, unos fragmentos de mármol cuidadosa­mente guardados y en algunos de los cuales no es difícil advertir el modelado de una pierna, de un brazo: los restos, en fin, de una despedazada escultura. Inquiere el vi­sitante sorprendido por tan raro hallazgo y, entonces, hay que explicarle:

—Es lo que queda del "San Giovannino" atribuido a Miguel Ángel.

Y como su pasmo sube de punto no que­da otro remedio que confesar; confesar la vergüenza:

—Fue destruido en la revolución roja de 1936.

La altura del "San Juanito" era de 1,18 metros; representaba a un niño de diez años que vestía zalea de pastor y correa a la cintura; en la mano derecha portaba una vara crucífera y con la izquierda su­jetaba al costado una escudilla; el rostro reflejaba una actitud de abstracción; re­donda la cabeza y el pelo rizado. La escul­tura era de mármol de Carrara...