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EL profesor Gómez Moreno publicó en la revista "Archivo Español de Arte y Arqueología", número 17, correspondiente a mayo-agosto de 1930, un artículo sensacional. Afirmaba cómo, en la iglesia de El Salvador, de Úbeda, existía una escultura que, con toda verosimilitud, había que atribuir a Miguel Ángel Buonarroti: obra que identificaba con un "San Giovannino" plasmado por el florentino en su juventud y del que se perdió la pista. Ningún rasgo de "terribilità" acusaba la imagen porque "es la primera —arguye Gómez Moreno— en que Miguel Ángel destacó su personalidad no cumplidos aún los veinte años, dueño ya de la ciencia escultórica, encariñado con ideales de clasicismo, abriendo un nuevo cauce de cristianismo paganizado a la escultura del siglo XVI". Ciertamente, con anterioridad, varios historiadores, desde Argote de Molina, habían hecho notar la procedencia italiana de este "San Juanito". No faltó quien lo atribuyó a Cellini; de otra parte, guardaba cierto parentesco artístico con el "Bautista", de Donatello, y con el "San Juan niño", del Museo de Faenza. Pero el trabajo crítico del señor Gómez Moreno aclaraba muchas dudas. Las analogías del "San Juanito", de Úbeda, con las obras de juventud del autor de la "Pietà" mostráronse casi evidentes.
Y, ¿cómo se explica la presencia del arte de Miguel Ángel en la iglesia de un pueblo andaluz? Cuestión importante, pero de explicación fácil, considerada la personalidad del secretario Cobos, donante de la obra.
Se trata del secretario del Consejo Supremo del Emperador Carlos I, don Francisco de los Cobos y Molina, comendador mayor de León. Su figura —digámoslo de paso— no ha sido lo suficientemente estudiada todavía. Ni con motivo del reciente centenario del primero de los Austria» se prodigó su nombre. Nunca, quizá, tuvo Cobos buena prensa —Gorosterratzu le llamaba "enredador de oficio"—; pero que fue la eminencia gris, el "hombre de confianza'* del Emperador, está fuera de toda duda. "Y porque veis la confianza que yo hago en Cobos, y porque está más enterado y tiene más práctica de mis negocios que nadie, tomarás su información y consejo", puede leerse en la carta confidencial del Monarca dirigida al príncipe Felipe y fechada en Palamós el 6 de diciembre de 1543, escrita al iniciarse el viaje de Carlos I a Gante. Por lo que a su talento —y a su talante— político se refiere, destaca el historiador Valsh la influencia decisiva del secretario en dos determinaciones trascendentes del Estado: el abandono del proyectado matrimonio del príncipe con Margarita de Valois, y el desistimiento de hacer contribuir a la Sede Romana con una gran suma so pretexto de Cruzada contra la herejía; impuesto que estaba en la mente misma del Emperador y que, de haberse realizado, hubiera constituido la equivalencia de un despojo más o menos atenuado.
Pues bien, don Francisco de los Cobos,hombre de excelente gusto artístico que había acompañado a su señor en muchos de sus viajes y que llegó a alcanzar una fortuna fabulosa—léase el libro de don Manuel Carande titulado "Carlos V y sus banqueros"—, recibió como obsequio del senado veneciano, durante una de sus estancias en Italia, la imagen del "San Giovannino". Así lo cuenta el historiador giennense Ruiz Prieto. Años más tarde, el comendador mayor de León de la Orden de Santiago, al sentir declinar su existencia, pensó que buena manera de resarcir sus pecados de juventud era erigir un grandioso templo. Y mandó edificar la iglesia de El Salvador, de Úbeda, su ciudad natal, que trazó Diego de Siloé y ejecutó Andrés de Vandaelvira, y para cuyo exorno reclutó el prócer una pléyade de artistas italianos (hace mención de ellos Chueca Goitia en su libro "Andrés de Vandaelvira"). En el afán, pues, de enriquecer la fundación, llevado de su temple un tanto exhibitorio —que sabía aliar, como hemos indicado ya, con una depurada formación estética—, aportó don Francisco de los Cobos a su iglesia muestras artísticas tan valiosas como una "Transfiguración", de Alonso Berruguete; un cuadro con el tema de "La Piedad", de Sebastián del Piombo; una copa de oro (regalo del Emperador) convertida en cáliz y... el "San Giovannino" cuya atribución a Miguel Ángel había de "legitimar y legalizar" cuatro siglos después el profesor Gómez Moreno.
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Cuando al visitante del templo de El Salvador se le muestra hoy su tesoro artístico, le es dado observar, junto a las joyas de orfebrería que del mismo forman parte, unos fragmentos de mármol cuidadosamente guardados y en algunos de los cuales no es difícil advertir el modelado de una pierna, de un brazo: los restos, en fin, de una despedazada escultura. Inquiere el visitante sorprendido por tan raro hallazgo y, entonces, hay que explicarle:
—Es lo que queda del "San Giovannino" atribuido a Miguel Ángel.
Y como su pasmo sube de punto no queda otro remedio que confesar; confesar la vergüenza:
—Fue destruido en la revolución roja de 1936.
La altura del "San Juanito" era de 1,18 metros; representaba a un niño de diez años que vestía zalea de pastor y correa a la cintura; en la mano derecha portaba una vara crucífera y con la izquierda sujetaba al costado una escudilla; el rostro reflejaba una actitud de abstracción; redonda la cabeza y el pelo rizado. La escultura era de mármol de Carrara...
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