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Nuestra literatura local]

Juan Pasquau Guerrero

en Gavellar. Nº 35 y 35. Octubre y noviembre de 1976. Carta de Úbeda

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Hay —diríamos— en nuestra «literatura local» una línea señaladísima de escritores castizos. Los que ahondan en la psicología de las gentes de Úbeda, y no con estadísticas y estudios de psicología o de sociología formales —que eso quizás está ya visto y abusado—, sino sencillamente, viendo, mirando y contando lo que ven. Y pasando lo visto y mirado —o lo visto y oído— a través del filtro de un humor penetrante, sabio y sabroso. Ya lo hacía así don Manuel Ráez en el primer cuarto de siglo, y con sápida pimienta —a veces «pimentón»— prosiguió don Alfonso Higueras Rojas que encerraba una de las mentes más claras, uno de los temperamentos más humorísticos y uno de los corazones más generosos en su temple castrense de patriota militar y militante. Es tonta esa dicotomía que hacemos a veces, creyendo que el militar deriva en «militarote» y el intelectual va a parar derechamente a la «pedantería». He ahí a don Alfonso Higueras, que en su radical hombría conciliaba en talentuda síntesis, cosas que a algunos parecen tan opuestas como el «libro de ordenanzas» y un soneto.

Tras don Alfonso Higueras, ya en nuestros años cincuenta, José Pérez Ortega. Con personalidad propia, con estilo inigualable, con una maestría en el decir y con una habilidad insólita para «mondar» en la conversación, en el léxico y en los anecdotarios de la honradísima gente de campo cuanto en ella hay de filosofía senequista (y digo sin vacilar esto de la filosofía senequista de los «güillos» ubetenses). Gracia rústica pero finísima (y yo llamo gracia «tosca y finísima», permitiéndome tal licencia, a la que se muestra patente, por ejemplo, en los «cacharros» de la calle Valencia). Así, con ironía, con inteligencia, con benevolencia y garra al par, Pérez Ortega en «Antoñico» —no menos arquetípico que el «Séneca» de Pemán— nos brindó un ejemplar humano representativo e imborrable. (Por San Pedro, señores; ahora que estamos en la empresa de la «representatividad auténtica», ahí está «Antoñico», concejal honorario de Úbeda para todos los tiempos...)

Por supuesto, no se agota la nómina. Yo he hablado muchas veces de Millán, jefe en funciones de esta publicación. Con su «ubedí básico» ha traído sonrisas, carcajadas y hasta meditaciones tartessas a nuestros comicios ubetenses. Su libro está ahí, para lección. Cuando se agote tendrá aún mucho más éxito que el que tiene ahora, que es mucho. A Millán, que sigue en la proa de «Gavellar», hay que felicitarle en cada número. Y también a todos cuantos con él colaboran, entre los que hay, asimismo, valiosos continuadores de la literatura casticista ubedí. Pero hoy quiero resaltar principalmente el nombre de Pedro Nieto Hueso, que ha merecido un premio y va a recibir un homenaje por su serie de artículos sobre otro arquetipo ubetense —femenino éste—: «la Matea». Pedro Nieto Hueso es un amador de Úbeda y, escarbando en su orografía lírica, saca filones de sentimiento, de fe religiosa, de cariño a las tradiciones de Úbeda. Pero, además. Nieto Hueso se revela como escritor de especie. De «especie» —valga el juego de palabras— con «especias». Sus artículos en «Gavellar» me parecen auténticos «cuadros de género». A propósito de «cuadros de género», ¿habrá en Úbeda algún pintor, entre sus muchos y numerosos pintores, algún pintor, repito, que se decidiese a trasladar al lienzo estos «tipos» y escenas de Ráez, de don Alfonso Higueras, de Pérez Ortega, de Millán, de Nieto Hueso?

Bueno, pues noviembre y diciembre —buen otoño campesino— han transcurrido en Úbeda con el duelo y profundo sentimiento por la muerte de nuestro «Carnicerito de Úbeda» y con sucesos de todo género. En el capítulo de visitas importantes —Úbeda sería una «maravillosa estación de otoño»— habrá que destacar la de la esposa del Jefe de Gobierno, señora de Suárez, con el secretario particular de la Presidencia, el Gobernador civil y otros ilustres acompañantes. Firmó en el libro de visitas de la Capilla de El Salvador, hizo un recorrido por nuestra Plaza de Santa María, estuvo en el Convento de Carmelitas, veneró las reliquias de San Juan de la Cruz y nuestro Alcalde le mostró el edificio del Palacio de las Cadenas, cuyas reformas y nuevas dependencias, con valiosísimas muestras artísticas puestas al descubierto, bien merecen la lápida conmemorativa al efecto. También la señora de Suárez visitó el archivo artístico de la ciudad y el de Protocolos. Y el edificio del antiguo hospital de Santiago. Otras visitas importantes tengo que señalar como cronista de la ciudad. La de los catedráticos de la Universidad de Granada, señores Vara (padre e hijo) y la de los farmacólogos granadinos y jiennenses que epilogaron con la visita a Úbeda sus reuniones en nuestra residencia sanitaria «San Juan de la Cruz».

Y la conmemoración de San Juan de la Cruz en su 250 aniversario de canonización bien merece un detenido comentario, que dejo para otro lugar y ocasión, ya que se me pide este artículo para primeros de diciembre y la fecha sanjuanista es el 14.