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Historia de las calles de Úbeda: calle Compañía (I)

Juan Ramón Martínez Elvira

en Gavellar. Año X, nº 118. Septiembre de 1983, pp. 1-3

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CALLE COMPAÑÍA

UBICACIÓN DE OTROS DATOS

La calle de La Compañía comienza en el Real y termina teóricamente en un callejón ciego, aunque su salida natural sea la contigua plaza de la Aguardentería, hoy convertida en solar arrasado tras el incendio de la fábrica de harinas que la delimitaba.

Sus dos edificios más importantes llevan los números 1, 3, 5 y 7. Sobre ellos ha escrito D. Vicente Ruiz Fuentes, actual director del Museo Arqueológico local:

"La calle Compañía recibe su nombre precisamente a causa del establecimiento en su solar de una iglesia y convento propiedad de la Compañía de Jesús.»

El solar que ésos ocupaban corresponden, concretamente, a la acera de los impares, ocupando la iglesia precisamente el n° 1 y el convento con seguridad el nº 3 y probablemente los 5 y 7, hecho éste que se constata en la continuidad del zócalo, cornisa y temática ordenativa de los huecos en toda la fachada.

La iglesia, llamada de Santa Catalina, al ocupar el solar de la antigua ermita de ese nombre, sufrió varias transformaciones y empleos tras el abandono de la misma por los jesuitas al ser expulsados por Carlos III.

La transformación más interesante para nosotros debió ocurrir en el último cuarto del siglo XIX, estableciéndose entonces en ella el Casino Antiguo.

La fábrica no sufrió excesivos daños, ya que su planta parece conservarse íntegra; desapareció por completo la nave central y la de la Epístola, mientras que se conserva, en parte, la del Evangelio.

Quedaron establecidos dos núcleos: uno, el principal, ocuparía quizá íntegramente todo el solar de la iglesia; es éste el que podemos denominar "señorial".

Posee dos plantas y bajo, una serie de estancias que se articulan en tomo a un patio central, ligeramente rectangular, porticado y cubierto por un techado transparente; ese patio da luz a las habitaciones interiores abiertas a sendas galerías.

La decoración en todas las estancias se realiza sobre yeso policromado, hierro forjado y columnas de mármol y madera talladas.

Las paredes se cubren con escayola enlucida imitando al mármol o papel, cuya conservación es excelente.

Una de las cajas de escalera se decoró con huecos representando la iglesia de Santa María y el Salvador.

De la antigua iglesia se conservan sus tres naves y todos los pilares, cuyo diseño es distinto en cada uno de los cuatro tramos que poseía esa iglesia. La altura de la misma, cuanto menos de sus naves laterales, alcanzaría hasta el primer piso, siendo sus bóvedas de media de naranja por arista.

Del interior del convento, cuanto menos el de la parte correspondiente al nº 3, nada queda; nosotros aún hemos alcanzado a ver su decoración interior, a base de azulejos, hierro forjado, papel pintado, etc., que desapareció durante una reforma autorizada hará no más de siete años".

Por nuestra parte, sólo añadir que del segundo edificio, el correspondiente al Convento —números 3, 5 y 7—, destaca la portada monumental, formada por arco de medio punto al que enmarcan, por arriba, un friso muy decorado, y por los lados, sendas pilastras lisas. Estas llegan incluso a cortar, sobrepasándolas, las impostas y jambas del arco.

Aunque más modernas, son también dignas de aprecio las fachadas correspondientes a los números 4, 8 y 13.

Por su acera derecha se abre la calle del Obispo Cueva y por su izquierda, un corto estrechamiento daba acceso a la plaza de la Aguardentería.

Con respecto a la Ermita de Santa Catalina, fuentes documentales contemporáneas nos señalan que era una ermita pobre —"a tejavana"— y muy pequeña, limitada, de un lado por el Real y, del otro, por "una calle que sale a dar al callejón del muro", mientras que por su frente se extendía una plazuela donde, aparte de tender allí sus paños los tundidores y los cordoneros torcer su cáñamo —estamos en 1582—, juglares y titiriteros representaban y mostraban retablos y hacían toda suerte de juegos y "voltos". Esto no obstante, creemos que no debe pensarse en dicha placeta como centro oficial y permanente de representaciones teatrales sino que la circunstancia de hallarse en "el comedio de la ciudad", daba lugar esporádicamente a ello, con el consiguiente escándalo de las gentes conservadoras de la época. Dicha plazuela era también junto a los portales de la ermita, un recogedero de gentes de mal vivir y un basurero infecto.

A cargo del edificio estaban un santero y su mujer, aunque, desde luego, no parecían entender bien su misión, toda vez que se les acusa de labrar solimán para "bendello a las mugeres que se querían afeytar".

UNA LAMENTABLE DESAPARICION

Donde hoy se alza la vivienda número 11 —es decir, frente a la bocacalle del Obispo Cueva— existía una espléndida fachada plateresca que, bien entrada esta centuria, se desmontó y fue trasladada a Sevilla, en cuyo barrio de Santa Cruz se muestra al visitante.

NOMBRES CON QUE SE HA CONOCIDO

La calle que estudiamos se ha llamado sucesivamente:

- DE SANTA CATALINA, DE LA IMAGEN, DEL JURADO ESTREMERA, DE LA COMPAÑÍA (DE JESÚS) y DE CALVO SOTELO.

POR QUÉ SE LLAMO DE "SANTA CATALINA"

Lógicamente, porque en su lado izquierdo se levantaba la ermita de esa advocación, cuya exacta situación hemos dado más arriba. La calle recibió este nombre desde 1575 al menos hasta 1615.

POR QUÉ SE LLAMO "DE LA IMAGEN"

En realidad, la calle de la Imagen tenía entidad distinta a la de la Compañía, si bien le estaba supeditada generalmente. Por la documentación concerniente a la Compañía de Jesús sabemos que esta calleja salía "hacia las casas de don Alfonso de la Cueva" y delimitaba por el este el terreno perteneciente a los jesuitas. Según esto, debía partir de la muralla y terminar a la altura de la actual casa nº 9, aproximadamente. La imagen titular —colocada con probabilidad en la clásica hornacina callejera— correspondía a "Nuestra Señora".

Con este denominativo se inscribe en los padrones en 1594, 1606 y 1615.

POR QUÉ SE LLAMO "DEL JURADO ESTREMERA"

Puede deberse a dos individuos: el primero —menos probable— era Diego de Estremera, jurado de la ciudad que se censa como vecino desde 1594 a 1615. El segundo era Pedro Beltrán de Estremera, jurado que fue desde 1624, al menos, hasta 1638, años a partir del cual se le censa como regidor.

Con esta denominación —o más exactamente, con la de "Callejuelas del Jurado Estremera"— se conoció la calle en 1624.

POR QUÉ SE LLAMO "DE LA COMPAÑÍA (DE JESÚS)"

Porque, como sabemos, en ella estuvieron establecidos los jesuitas a partir de 1582, provenientes del Colegio de Niños, que hemos localizado en el Real Viejo. Y en ella estuvieron hasta su expulsión, en 1767.

Popularmente, según se desprende de algunos padrones, al convento se le conocía por Las Escuela o La Compañía.

Hoy, tras un paréntesis oficial de más de tres décadas, vuelve esta calle a llamarse tal y como se le ha venido conociendo principalmente desde el año 1627: calle de la Compañía.

POR QUÉ SE LLAMO "DE CALVO SOTELO"

Creemos que sólo por una mera coyuntura política, ya que no se tiene constancia de que dicha calle tuviese algún tipo de relación con tan insigne hombre público, cuya figura es de todos conocida.

SUS VECINOS

a) Los que desaparecen: los moriscos

Entre los años de 1585 y 1601 aparecen una decena de "cristianos nuevos", entre los que destacan:
— Alfonso Delgado, empadronado en 1585. Tenía un haza sembrada "en el río" y 20 fanegas de tierra en Torralba.
— Y García Flores, empadronado en 1585 y 1587. Poseía en La Veracruz un haza de ocho fanegas de cebada.

b) Los hidalgos

Poco abundantes en esta calle.

En 1587 hay una tutela del capitán Alonso de San Martín que no es repartida por considerarse hijosdalgo a sus beneficiarios. Dicha tutela la tenía Juan de Cambil.

En 1615 aparece Bernardo de Cárdenas, en realidad, vecino de la calle Obispo Cuevas.

Entre 1615 y 1634, se empadrona a don Luis de Valencia, muerto ya en 1638, puesto que en tal año reaparece —ya en 1611 era vecina de la calle, aunque probablemente en estado de soltería— su viuda, doña Isabel de Estremera, pagando al fisco nada menos que cuatro ducados.

A don Francisco Bravo de Morata se le censa en dos ocasiones: 1634 y 1638. De él sabemos que fue llamado a campaña en 1639 y que excusóse alegando ciertos achaques.

Aunque no se especifica su hidalguía con claridad, parece que D. Manuel Félix Camargo fue al menos candidato a la misma. Figura empadronado entre los últimos años del XVII y 1725. En este año precisamente se ve que se añade junto a su nombre "Pobre Noble", que luego se tacha.

Entre 1722 y 1725, se muestran dos hidalgos llamados D. Domingo y D. Juan de Aguirre.

Curiosamente, hemos de añadir que desde 1719 había venido censándose "en el puesto del aguardiente" un tal Juan de Cuevas, al que luego, en 1733, se le añadieron el don y la calidad de hidalgo. Es evidente, por otra parte, que su auténtica vecindad corresponde a la Plaza de la Aguardentería, en el estudio de la cual se incluye.

c) Los tratados de "Don"

Como ya venimos repitiendo, es posible que muchos de los incluidos en este apartado sean de hidalga condición. Hemos destacado a:
— La beata Da. Juana de Rivera, 1627-34.

— D. Juan Dávalos, 1634-38.

— Dª. Juana de Porras y Molina, 1671-73.

— Dª. Ana María Dávalos, viuda, 1674-79.

— Dª. Teresa Hontañón, 1746-49.

— Y Dª. María de Medina, viuda, 1757-91.

d) Los escribanos

Aparecen, entre otros:

— Juan de Cambil, 1575-85. En el 87, aparecían solamente sus hijos. Juan de Cambil tenía la tutela del capitán Alonso de Sanmartín y en 1584 había legalizado el juramento que el emperador Carlos I había hecho en su.visita a la ciudad ante los Arcos de la Plaza. Tenía "un maxuelo a la cuesta la pedorra".

— Pedro García de Saavedra, 1575-94, hermano de la cofradía de Santa Catalina, que asiste el 20 de octubre de 1582 a la transacción de la ermita a los padres de la Compañía.

— Juan de Torre, 1594-1601. Ya había muerto en el año de 1606, pues en él se censa a su viuda.

— Juan de Cuenca Malpica, 1627-30.

— Andrés López de Medina, 1660-82 ¿Fue su viuda Dª. Ana Cantero? Y realmente, ¿le sobrevivió hasta 1711? Como escribano de la Cofradía de Guadalupe —que también lo fue, aparte de serlo del Cabildo municipal— ya aparece en 1655.

— Manuel Fernández, escribano de Rentas, 1671-73.

— Y Melchor Villegas, 1682-87.
(Continuará)

Juan R. Martín Elvira