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Úbeda

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Úbeda en el recuerdo de Medardo Fraile (III)

Aurelio Valladares Reguero

en Ibiut. Año VIII, nº 41. Abril de 1989, pp. 18-19

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4. "BEDUA ".. La Úbeda evocada por M. Fraile

Aunque, como se ha apuntado, es Madrid el escenario por el que desfilan los personajes de Autobiografía, también están presentes en el recuerdo otras ciudades y pueblos españoles, todo ello bajo el tamiz que el autor ha ido forjando en su memoria con el pasado vivido por él y por las gentes que le acompañaron en esa etapa de su vida.

Ahora bien, hay un lugar, Úbeda, que, a diferencia de los restantes, no es evocado por su nombre, sino bajo el poético anagrama de "Bedua".

También se cambia en la novela el nombre de los protagonistas: el autor es Manuel; su madre, Manuela Ruiz, aparece bajo el nombre de Gabriela; doña Dolores Vázquez es presentada como doña Leocadia, etc. Y se aprecian igualmente algunos cambios en el tiempo, con los que Fraile ha querido configurar su mundo novelesco.

El conocimiento de Úbeda por parte del autor es posterior a la muerte de su madre. Sin embargo, ha preferido llevar sus recuerdos ubetenses a los tiempos de la enfermedad de su madre, porque el nombre de la ciudad debió de quedarse en su mente de niño, sin duda por las continuas alusiones de su familia y, muy particularmente, de su madre.

Hagamos un repaso de la presencia de "Bedua" (Úbeda), siguiendo el hilo de la novela.

— Doña Leocadia escribe desde San Sebastián una carta a Gabriela, sirvienta suya durante varios años, y le confiesa sus cuitas:

"En Bedua no quiero ni pensar, con los quebraderos de cabeza de aquella casa y el servicio cada día menos agradecido, más levantisco, que ya no sabe una entre quién está. Juana, que sigue yendo a peinarme todos los días, es la única de confianza y me cuenta cosas, aunque ya sabes que tiene sus rarezas y hay veces que le da por callar tres días seguidos y hay que dejarla". (edic. cit., p. 44).

Y en la misma carta anuncia su visita a Madrid, antes de regresar a Bedua, y aprovecha para hacerles una invitación a su casa:

"Quiero pasar cinco o seis días ahí para estar en Bedua el dos o tres de octubre lo más tarde. He pensado que os podíais venir conmigo a casa tú y el niño para quedaros un mes o más, el tiempo que queráis. No creo que eso te siente mal. El clima allí es sano, más campo que en Madrid, y por las medicinas y alimentación no debes preocuparte; ya sabes que tengo un farmacéutico en la familia y tu señorita, que es buena cocinera, guisará para ti. Pensadlo. Me daríais una alegría grande si os decidierais". (p. 45).

La carta de su antigua señora propicia en Gabriela el recuerdo de los tiempos vividos junto a ella y, ante la invitación, medita:

"Ir a Bedua, su pueblo de su alma; ver a su madre... ¡Cuánto le gustaría!" (p. 45).

— Gabriela había abandonado Bedua con motivo de su matrimonio, pero la ciudad no parece evadirse de su mente. Y así, ante la proximidad de su muerte, exclama: "... pero no tan pronto, Señor, no tan pronto Virgen Santísima de Bedua..." (p. 82).

— La presencia de un señor barrigudo, pero bien vestido, que utiliza con frecuencia la escupidera, produce en Manuel no una impresión negativa, sino la sublimación de un hecho vulgar, por el que
"...se acordó de la semana que pasó en Madrid su tío Juan el de Bedua, que era pobre, muy pobre, y escupía muy fino y muy lejos, sin mover un músculo, cuando menos se esperaba, daba igual que fuera en la taberna, en la calle o en una habitación" (p. 120).

– Es Gabriela, de nuevo, quien no puede desasirse del recuerdo de Bedua. Así, cuando está comentando con su marido Julián la próxima mudanza, le confiesa:

"¿Sabes en lo que pienso a veces? En Jazmines... No lo conoces... Es un pueblecito de verano cerca de Bedua. Se va en tranvía... subiendo... Está la Sierra... Cuando el tranvía se para, lo primero que uno ve son árboles, árboles enormes, hierba, geranios, se oyen los pájaros y sientes el sol más cerca, pero, no sé, un sol limpio; no te hace sudar, te lava; notas alegría..." (p. 127).

– Una conversación familiar en torno a la visita que hace Faustina a Toledo conduce a una comparación entre las dos ciudades:

Es divina, ¿verdad?

– ¡Ya lo creo! Pero en mi pueblo no faltan cosas de ésas. Las iglesias de Bedua, ibueno...! No tienen nada que envidiar a otras..." (p. 130).

El mismo tema de conversación surge con doña Leocadia:

– "¿Te ha gustado Toledo?
– Sí. Es bonito. La ciudad no parece más grande que Bedua, pero alrededor, pasando el río, tiene mucho horizonte..." (p. 133).

Y más adelante:

– "¿Todo era precioso! No sé... ¿Qué cantidad de pájaros! Al ponerse el sol no me cansaba de verlos... iCuantísimos había!

– Eso es por las iglesias y las torres. En Bedua también los hay; no te habrás fijado..." (p. 134).

– Gabriela desea que su antigua señora, doña Leocadia, se quede más tiempo con ellos, pero ésta no puede complacerla. Entre ambas se establece este diálogo:

– ¿Un mes?

– ¡Estás loca! Hago falta en Bedua... Lo más, hasta el diez de octubre...

– El quince.

Calló. Los ojos le brillaban:

– Había soñado tanto en ir con usted... Ver a mi madre... Andar otra vez por aquellas calles que tanto quiero..." (p. 137).

– Doña Leocadia pasaba largas temporadas en Bedua y Marmolejo (p. 179). En cierta ocasión, llevó al cine a Manuel para ver la película La hermana San Sulpicio (p. 185) (6).

– Doña Leocadia coge el tren para Bedua, llevándose a Faustina como sirvienta, a la que anuncia una subida en la paga mensual (p. 193-194).

– La comunicación por carta entre Bedua y Madrid es continua. Incluso Julián hace intención de enviar recortes de periódicos con sucesos ocurridos en Madrid:

"Con ese motivo, todos recordaron a la tía Faustina y a Domingo y cuando llegó Julián y lo leyó dijo que iba a recortarlo y enviarlo a Bedua para que lo supiera la tía". (p. 198).
(Continuará)

Aurelio Valladares Reguero

NOTAS:
(6) Dicha película está basada en la novela homónimas de Armando Palacio Valdés, cuyos primeros capítulos se desarrollaban en esta población jiennense.
Otro pueblo de la provincia de Jaén que se menciona en la novela es Porcuna (p. 89)