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Más sobre las murallas de Úbeda (I)

Ginés de la Jara Torres Navarrete

en Ibiut. Año VIII, nº 44. Octubre de 1989, pp. 16-17

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Cuando en julio de 1981 iniciábamos en "Gavellar" n.° 92 nuestra serie sobre las puertas y murallas de Úbeda, era nuestro propósito, culminada la misma, aclarar, rectificar, o dar a conocer nuevos hallazgos. Se adelantaron a nuestro propósito y nos vimos obligados a iniciar en "Ibiut" una intervención de tipo aclaratorio –que no polémico–, que también hubimos que suspender en la misma revista n.° 20.

Se recordará, que dejábamos la puerta abierta para continuar en esa línea aclaratoria, pero siempre respetuoso a todos y a todo, hemos esperado a que finalizase nuestro compañero en el tema con la exposición de su estudio.

Afirmábamos en su día (1) refiriéndonos a las puertas que "ni una más ni una menos mientras no se demuestre lo contrario". Mantenemos nuestra afirmación en lo que toca a la cerca principal, admitiendo que en el segundo cinturón han aparecido cuatro nuevas puertas y alguna otra con duplicidad de nombre como se demostrará en el XI y último trabajo de esta serie.

Quizá nos faltara aclarar respecto al segundo cinturón, que nuestros rastreos abarcaban desde el año 1600 hasta nuestros días, que se basaban en los cabildos municipales, y que en ese periodo no hemos hallado por nuestra parte más puertas en los arrabales que las que dimos a conocer. Nos pareció que bastaban cuatrocientos años para el estudio del tema.

No existe en nuestras publicaciones nada de "tragicomedia". Admiramos a los comediantes pero no sabemos imitarlos. Somos hombres serios entregándonos de verdad a las personas y a las cosas. Hecho este obligado introito nos adentramos en la cuestión.

PUERTA DE TOLEDO

Que ésta tenía dos puertas lo apuntábamos en "Gavellar" n.° 94 al afirmar "...que por cierto era de doble entrada...", dando incluso una cita de Madoz que lo ratificaba. No se aclaraba más porque nuestro estudio se centraba en el expolio sufrido en la cerca.

Que uno de los arcos caía intramuros, frente al primero, lo sabíamos, pues Baltasar Ruiz Murciano vende al Jurado Alonso Clemente Vara del Rey:

"...unas casas que yo tengo mias propias en dicha Plazuela del Santo Christo que por su parte alta lindan con el Arco de la Puerta de Toledo que sale al Real y arrima a la muralla..." (2) .

Por lo tanto, no vemos ningún descubrimiento espectacular si bien es de mérito lo aportado sobre el entorno.

No estamos de acuerdo –y no por capricho–, con la situación que presenta Martínez Elvira en "Ibiut" nº 21, dando un giro repentino a la principal entrada rodada de la ciudad. Difícilmente un carro, carreta o coche de mulas podrían circular por este lugar en esas condiciones y menos sabiendo que el arco sólo tenía de ancho tres varas escasas, y no más de cinco o seis la calzada.

A los que hemos poseído y usado estos carruajes se nos haría imposible pasar a la ciudad por una vía tan dificultosa. La Puerta de Toledo tenía un arco hacia la Plaza del Comercio, una callejuela estrecha, la de entre arcos, y enfrente de la principal la puerta o arco del Santo Cristo del Soldado. Nada de recodos, pues no hubiese sido posible la circulación rodada.

Recuérdese que sobre los escudos y el San Juan, lo anticipábamos en "Ibiut" n° 20, en tanto que el Señor Martínez Elvira no lo hizo hasta el n° 26. La noticia se había rendido también a nosotros aunque por distinta vía.

En cuanto al artístico trazado presentado, sólo se ajusta en parte a la realidad. Sí existió la hornacina de San Juan y los escudos de Úbeda y del Imperio, pues en 15 de enero de 1704, la ciudad y en su nombre don Domingo de Santiago y Vega, su alcalde mayor, firma una orden de pago que dice:

"Yten que se den los treynta reales al que truxo los Damascos y tafetanes que se mandó poner en las almenas de los dichos arcos de la Puerta de Toledo sobre el Sr. Sn Johan i escudos della.." (3).

Como se ve, la puerta quedaba cerrada con el macizo de la muralla y ésta coronada de almenas.

EL ARCO DEL SANTO CRISTO DEL SOLDADO

Se trata de la segunda de las puertas de Toledo de cara al Real, sobre la cual en modesta hornacina se veneró un Crucificado. Su estado en 1821 era de pena, pues la dejadez y la secuela de la Guerra de la Independencia hicieron que aquel devoto lugar ofreciera un aspecto triste, sucio y peligroso por ruinoso. En acta de 9 de enero de 1821 nos dicen:

"Con noticia el Ayuntamiento de la ruina que amenaza el Arco de la Muralla, sita en la Plazuela del Soldado, determina comisionar al regidor don Martín Cobo, para que, adquiriendo los conocimientos oportunos informe a la Corporación del estado y situación de la expresada muralla, disponiendo se practique la obra que sea necesaria en el caso que el peligro sea inminente para prevenir y cortar las desgracias que puedan ocasionar su ruina".

Arco y muralla se consolidan y en el ayuntamiento de 6 de febrero de 1821 vemos:

"Así mismo, da cuenta el citado señor regidor, que consiguiente al acuerdo de 2 de enero próximo anterior, pasaron los peritos de la ciudad a reconocer la muralla y Arco de la Plazuela del Soldado, y manifestaron que el peligro era inminente y amenazaba su ruina, por cuya causa y con mérito al indicado acuerdo ha practicado la obra, la que ha producido de gastos trescientos seis reales, como lo justifica la certificación del Maestro Marcos Díaz".

DE LA DESAPARICIÓN DEL ARCO

Dice Pasquau, que el arco se derrumbó el 29 de septiembre de 1868, cantándose según don Miguel Campos Ruiz, la siguiente coplilla:

"El día de San Miguel se cayó el Arco de la Plaza y ha matado a una mujer que llamaban la Tomasa".

Según Campos Ruiz, el hecho ocurrió cuando unos tirititeros actuaban en plena plaza. Nada más lejos de la realidad, pues en cabildo de 16 de enero de 1862 vemos:

"En vista de las declaraciones de los cinco peritos de edificios de esta ciudad, en que manifiestan que el Arco llamado del Cristo del Soldado y la muralla contigua a él por ambos lados se encuentra ruinosa, se acordó su demolición en los términos que corresponde"

Sentenciado a muerte, sobre su derribo insisten en acta de 13 de febrero de 1962, pero hallando dificultades por la casa adosada al arco dicen:

"Habiendo de proceder a la mayor brevedad posible al derribo del arco y muralla del Santo Cristo, por hallarse en estado de ruina, y teniendo necesidad de interesar en esta obra la casa unida a dicha muralla... se saque a pública subasta".

En Cabildo de 20 de marzo de 1862 se da cuenta del remate de la subasta del derribo, en don Manuel Aranda a cambio de aprovechamiento de los materiales.

Ginés Torres Navarrete

(1) "Gavellar" n.° 114.
(2) Leg. 1573 f. 110 escribano Manuel Avila y Heredero fecha 23-1 1-1720.
(3) Libro de Cuentas de propios sin foliar, de 1698-1727 A.H. Úbeda.