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PUERTA DE SAN NICOLÁS.
1. Puerta de San Nicolás.
PUERTAS DE SAN MILÁN.
1. Puerta de Sabiote.
2. Puerta de la calle Valencia.
3. Puerta de Aguilar. De emplazamiento desconocido hasta ahora.
4. Puerta de Martín Fernández. Quizás identificable con la anterior.
REFLEXIÓN FINAL.
Cuando se termina esta larga serie, la reflexión ocupa el vacío de la inactividad. Han sido muchos años poniendo a prueba la paciencia del lector, que ha visto desfilar por estas páginas todas las puertas de muralla conocidas con el inevitable acompañamiento de la monótona –pero fidedigna– prosa árida de los documentos demostrativos correspondientes.
En realidad, de este sufrido lector tendríamos que implorar su perdón. Fundamentalmente, porque no mantuvimos la línea preconizada en un principio, o sea, la de teorizar llanamente, la de especular sin más. De este intento hubimos de desistir ante el escándalo de algún que otro estudioso, abominador de la pura hipótesis y solicitador de pruebas contundentes. Lo que pudo ser un simple acicate para la mente, una explosión inconformista, una invitación al no dormir en los laureles, se convirtió –y no lo lamentamos– en un trabajo algo más serio y prácticamente científico. Nada volvió a decirse gratuitamente. Se nos había pedido documentación y creemos haberla aportado, con inequívoca referencia a las fuentes consultadas para que cualquier curioso lector pueda comprobar nuestros asertos.
Pero no se nos confunda. En ningún momento estamos proclamando nuestra infalibilidad. Hoy por hoy, después de tantos años en la brecha de una tarea investigadora seria y constante –pero nunca acabada– no somos capaces de dogmatizar sobre ningún detalle referente a las viejas murallas ubetenses. Frente a posturas tan absolutas como la del "ni una más ni una menos", mantenemos el relativismo del "puede que alguna más, puede que alguna menos". No hemos pensado jamás en desbancar a nadie, en desestimar méritos ajenos, en hablar "ex cátedra" (entre otras cosas, porque no tenemos autoridad para ello). Por otra parte, muy lejos de noso-tros el ansia de gloria, el deseo de fama, las apetencias de inmortalidad. Sabemos positivamen-te que por estos derroteros no se alcanza más que la incomprensión de las gentes.
Sí hemos soñado con el trabajo en equipo, con la aportación individual al juicio colectivo, con la sana confrontación de pareceres. Porque de esta conjunción puede surgir lo único que realmente nos importa: el auténtico conocimiento de la historia ubetense.
Sinceramente, nos da igual de dónde venga la verdad. Lo que queremos es que venga.
Juan Ramón Martínez Elvira
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