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Historia de las calles de Úbeda: calle de Hernán Crespo (I)

Juan Ramón Martínez Elvira

en Gavellar. Año VII, nº 74. Enero de 1980, pp. 13-14

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CALLE DE HERNÁN CRESPO

DATOS TECNICOS Y ARTISTICOS


Comienza en la calle Montiel y termina en la de Ginés Gómez. Por su derecha se emboca hacia la plaza de Josefa Manuel y por su izquierda da comienzo la calle de Cervantes.

Está orientada de nordeste a oeste. Los números impares de sus casas llegan hasta el 11, y los pares, hasta el 12.

Son diversas las portadas, de mayor o menor mérito, que jalonan su recorrido:

— En el número 2 vemos un hueco adintelado, enjalbegado con cal y formando parte de un muro que hoy sirve de tapial, con los salmeres de rollos y unas incisiones que, siguiendo la misma dirección radial de las dovelas donde van impresas, están formadas por tramos alternativos de recta y semicircunferencia.

— El número 3 posee una de las dos portadas más interesantes de esta calle. Un arco de medio punto, constituido por grandes dovelas, queda enmarcado a los lados por sendas pilastras y un friso sobre ellas, decorado a base de rombos y rectángulos, acabado en sus extremos por un rostro de duros perfiles, y en el que parece leerse: AÑO DE 1564 ME FECIT. Sobre la pequeña cornisa que cubre el friso se abre una ventana enrejada y en los extremos de aquélla descansan dos macetones con guirnaldas.

En las enjutas hay dos medallones en los que va esculpido un tosco angelote portador de un cartel en el que se lee OIHS, en uno, y DULCISIMO, en el otro. Sobre la clave, y puesta en una cartela, se ve una cruz montada sobre rocas y con una corona en la intersención de los palos.

Traspasado el zaguán topamos con un pequeño patio —que parece presidir un pozo cuyo pétreo brocal es una sola pieza— y que conserva (o quizá tuvo siempre sólo) tres lados, ya que el cuarto, frente a la entrada, es una pared real que, curiosamente, muestra una cornisa con dos gárgolas que asemejan leones. La galería, apoyada en gruesas vigas que, a su vez descansan por medio de zapatas sobre columnas de diversos tipos (una de ellas octogonal), está tapiada, como la de tantos patios de Úbeda. Sin embargo, se aprecia claramente su antigua forma, constituida por un antepecho de balaustres de madera partido en su mitad por una moldura plateresca y sobre la que va, dividiendo cada hueco, una colunuiita también de madera y abalaustrada.

— Las portadas de los números 6 y 8 son dinteles cuya característica común es lucir ambas un pequeño escudo con la Cruz de San Andrés. La primera de ellas lleva sobre la clave un jarrón de flores.

Muy similar a estas dos portadas, al menos en su estructura básica, es la del número 12, cuya característica diferencial estriba en una moldura que cierra el dovelaje por arriba y desciende por los lados hasta una altura equivalente a un tercio del total.

— En el número 11 apreciamos la portada más soberbia de esta casa: el primer cuerpo tiene una disposición similar a la del número 3: arco de medio punto con largas dovelas, cuyas impostas y jambas quedan limitadas por pilastras de capitel jónico ensartado de ovas y decoradas aquéllas por un rombo en su centro y medios rombos en los extremos. Estas pilastras van apoyadas sobre pedestales. Por arriba cierra el rectángulo un friso que rompe por su centro un balcón enmarcado a su vez por pilastras acanaladas con capiteles jónicos y rematado por un óvalo que lleva tres clavos y las letras IHS en su centro. A los lados hay dos ángeles recostados sobre cuartos de arco cóncavos.

A la izquierda y derecha del balcón vemos sendos escudos sobrepuestos de celada y cimera cuya descripción posponemos para un trabajo monográfico sobre la Heráldica ubetense que estamos preparando en colaboración con Felipe Romero, nuestro fotógrafo.

ANTIGÜEDAD

Inevitable es que en todas las calles y callejas del barrio de San Pablo hayamos de repetir lo dicho en el trabajo de la calle de Cervantes sobre una supuesta antigüedad dada por la presencia de núcleos de población visigoda en esta zona. Añadir después que su trazado actual, estrecho y retorcido, es esencialmente árabe y, ya con más fundamento, poder decir que por el estilo de alguna de sus puertas y otros detalles menores de sus patios, en el siglo XV al menos, ya existían muchas de sus edificaciones, aunque la mayoría de sus portadas procedan del XVI.

La historia escrita de esta calle se va plasmando tímidamente a lo largo de la segunda mitad de la centuria de 1500, para consolidarse defintivamente a partir de 1587.

NOMBRES

Antón de Cazorla, Hernán Crespo, Miguel de Mérida, Las Porcelas.

Antón de Cazorla

Hasta que aparece este nombre, por primera vez en 1587, sus distintos tramos se habían incluido en la calle de Pedro Mexía (parte de las de Ginés Gómez) y en la plazuela de Don Alonso o de Josefa Manuel. En 1575 recibe el nombre de Calleja de la calle Montiel el tramo que a ésta desemboca, llamado también más tarde -1632- de las Monjas Descalzas. Durante todo el resto del siglo XVI se denomina, pues, de Antón de Cazorla, hasta que después de alternar con el de Hernán Crespo durante el primer decenio del siguiente siglo, desaparece definitivamente en 1611.

La persona a la que corresponde este nombre —escribano de oficio— está presente ya en 1566, pero incluida en la calle de Pedro Mexía, lo que nos hace suponer que vivió en el tramo más cercano a la actual calle de Ginés Gómez. Desaparece de los padrones nuestro personaje después de 1615. Era administrador de la hacienda de un tal Cristóbal de Soto, por lo que contribuía a los repartimientos con cantidades elevadas, no sólo por esa circunstancia, sino también por su riqueza propia, respecto a la que sólo sabemos que poseía, junto a Luis de Sandoval, una calleja con cuyas casas lindaba el convento de la Encarnación (Carmelitas Descalzas) y que fue comprada por su comunidad en 1614 para la reedificación de su fábrica (1). Era propietario también de un majuelo en Valdecanales.

Su labor notarial está registrada en el Archivo de Protocolos de nuestra ciudad entre los años de 1556 a 1600.

Dio fe en 1565 de la dejación de bienes por don Diego de los Cobos a la fábrica de Santa María, de las que tomó posesión el canónigo don Cristóbal Becerra y cuyas escrituras hemos visto. También se firmó ante él —vuelve a asegurar Ruiz Prieto— la transacción de la ermita de Santa Catalina a los jesuitas el 20 de octubre de 1582.

Hernán Crespo

Se viene llamando así desde 1601, con excepción de los años de 1806 y 1611 en que toma el nombre del escribano Cazorla, del año 1615, en que pasa a formar parte de la calle Condesa (Ginés Gómez, al menos), y de los años en que se llama Miguel de Mérida y Porcelas. Como antes dijimos, también en múltiples ocasiones se pierde este nombre para quedar englobado en el que, según la época, correspondiese a la plaza de Josefa Manuel.

Hernán Crespo, escribano también, aparece empadronado por primera vez en 1566, al igual que su colega Antón y dentro de la calle de Pedro Mexía. Sin embargo, muere antes que su compañero, puesto que en 1611 ya aparece su viuda junto a los doce hijos que le sobreviven y que por su número elevado le eximieron de la obligación de contribuir al fisco. Era poseedor también de otro majuelo, éste situado en la huerta de los Caballeros, y de un cortijo sembrado de trigo y cebada en el Madroñal.

En el Archivo de Protocolos de Úbeda se hallan las escrituras que testificó y que abarcan desde 1560 a 1599.

Las causas concretas por las que su nombre quedó adherido definitivamente a la rotulación de esta calle no las conocemos. A pesar de que parece que Antón de Cazorla tuvo, como funcionario, la misma importancia que Hernán y que viviendo ambos se utilizó más el nombre del primero, lo cierto es que el pueblo, quizá por motivos de carácter secundario, consagró definitivamente el nombre del segundo para la denominación de esta calle.

Miguel de Mérida

Sólo tenemos registrada esta denominación en 1638.

Con Miguel de Mérida se cierra el triángulo de «peritos de la pluma", que bien pudiera dar a esta calle el nombre genérico de Calle de los Escribanos, si bien es cierto que algunos indicios nos hacen sospechar que no vivió en el tramo que configura hoy la calle objeto de nuestro estudio, sino en la de Ginés Gómez.

Mérida, funcionario del Cabildo, se muestra por primera vez en 1626 y desaparece tras el año en que su nombre preside esta calle. Fue también vecino de otra calle de nuestra ciudad, en donde lo incluiremos en su momento.

En el ya citado archivo se conservan los documentos que él refrenda durante los años de 1596 y 1597.

Las Porcelas

Pasada la mitad del XVII, y sólo en dos ocasiones seguidas (1656 y 1661), se utiliza el apellido feminizado de Porcel para designar a esta calle.

Quiénes fueran estas damas no lo sabemos, puesto que no hay ninguna que figure en los padrones de esta calle y de las colindantes con más de un apellido, por lo que, al no coincidir éste con el que buscamos y desconocer el otro, se hace imposible su identificación. Por otro lado, no aparece ningún varón Porcel con el que de alguna manera se pudiese relacionar a dichas señoras. De todos modos, las suponemos mozas de más o menos edad que viven juntas y, en consecuencia, bien podría referirse este titulo, por ejemplo, a doña María Ventura y hermanas (a las que vemos desde el 38 al 61, pasando por el 56).

POBLACIÓN Y SOCIEDAD

Siglo XVI


Dada la fluctuación de trazado que experimenta esta calle en el último tercio de siglo, es difícil precisar un promedio de habitantes, aunque sí podemos asegurar de manera general que éste era bastante bajo en cifras absolutas. Por la misma causa, sólo podemos dar unos pocos nombres de vecinos que lo fuesen de esta calle, y aún algunos de éstos, con ciertas reservas. Por supuesto, señalar en primer lugar a Antón de Cazorla, próximo a la plazuela de Don Alonso, donde se incluye en ocasiones; después, a Hernán Crespo, más cercano éste a la actual calle de Ginés Gómez (si no enclavado en la misma). En semejante circunstancia hallamos al caballero Veinticuatro Agustín de Magaña. Como morisco sólo aparece un tal Diego de Sarabia, que se adentrará también en el siglo siguiente.

Siglo XVII

La media de cabezas de familia durante este siglo se fija alrededor de 12, lo que viene a suponer una población de 60 personas, aproximadamente. A lo largo de esta centuria, podemos calcular que pasan por esta calle (adyacentes a veces incluidas) más de 150 cabezas de casa, cuyo estado social se distribuye de la siguiente forma: un 34 por 100 se reserva a los que no ejercen una conocida actividad profesional y cuya mitad son personajes de cierta alcurnia, gozando algunos de ellos del título de hijosdalgo notorios; un 25 por 100 corresponde a la larga serie de mujeres —viudas, solteras e incluso alguna casada— sobre cuyas personas recae directamente la responsabilidad económica familiar; el clero, en tercer lugar, representa un 9 por 100; los trabajadores sin especialización forman un 5 por 100 y en muy aproximada proporción se encuentran los que han cursado una carrera de tipo civil, tales como los escribanos y licenciados. El 22 por 100 restante se distribuye de la siguiente forma: un aguador, cuatro labradores, un panadero, un turronero, tres zapateros, un cordonero, un alcabucero, un cazador, un miliciano, dos pintores (uno, Pedro de Quesada, 71-75, y el otro un tal Bustamante al que nombraban don Juan, 1682), un carpintero, dos cardadores, dos tejedores, un torcedor, un mercader, un sastre, un albañil, un cantero (Pedro de Espinosa), un fiel de las carnicerías, tres moriscos que no sobrepasaban el 1606 y un familiar del Santo Oficio que está presente en 1606 y 1611.

De los clérigos que habitan con toda seguridad esta calle nos quedamos, por su larga estancia en ella, con Diego de Torres Pareja, organista que aparece del 42 al 75 y con el licenciado y presbítero Juan Alejandro, que lo hace del 71 al 96.

De la serie de hidalgos y notables mencionaremos al regidor Alonso de Baena, hijodalgo que aparece desde el 26 al 30; a don Pedro de Molina y Peñuela (del 73 al 87) y a doña Ana Crespo, hermana, al parecer, del escribano Mérida, y que vive en esta calle desde 1630 a 1642.

Quizá sea el labrador Marcos de Ventaja el que con más asiduidad aparece en los padrones, pues lo hace sin omisión alguna en todos los comprendidos entre los años de 1627 y 1675. Lázaro Moreno, también ocupado en las faenas agrícolas, figura en las listas durante un período que no por más corto es menos destácable: el que va de 1601 a 1632.

De toda la larga enumeración de mujeres que encontramos merece destacar la también dilatada presencia de doña Juana Cerón, religiosa que figura entre los años de 1606 y 1638 y a la viuda del pintor Pedro Romualdo, que vive en esta calle por los años de 1642.

Aparte de los tres escribanos ya referidos, se relacionan en algunos encabezamientos a Juan Gutiérrez (de 1606 a 1626) y a Blas González (1630-32). Este último no vivió, con toda seguridad, en lo que hoy es calle de Hernán Crespo —donde aparece sólo circunstancialmente en los padrones de los dos años mencionados—, pues sabemos que más tarde daría su nombre al tramo que comienza en Ginés Gómez y llega (quizá penetre incluso) en la actual calle del Obispo Cuevas.
(Continuará)

(1) Ruiz Prieto, Historia Eclesiástica de Úbeda.