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Historia de las calles de Úbeda: Calle de María de Molina (La Rúa) (II)

Juan Ramón Martínez Elvira

en Gavellar. Año VIII, nº 91. Junio de 1981, pp. 6-8

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HISTORIA SOCIAL

Siglo XVI (último cuarto)

En la acera de San Pablo, que inicia su historia escrita a partir de 1574 con el nombre de La Sastrería, encontramos dos ocupaciones —las de sastre y calcetero— que, unidas (con un criterio válido, puesto que los padrones estudiados transmutan frecuentemente ambos términos, como si quisieran dar testimonio de su sinonimia), constituyen la profesión más ejercitada por los vecinos de la misma.

En este binomio sastre-calcetero se conjugan: nombres que hemos de omitir por desconocer su importancia profesional o humana; nombres que destacaremos más adecuadamente en la centuria siguiente y, por último, nombres que vamos a señalar en razón de su original aportación a la onomástica —por ejemplo, el del sastre Pezespada (1587-1594)— o como excepción antitética a tradicionales teorías socio-económicas. Este es el caso de Juan de Ochoa, sastre e hijodalgo (1), es decir, individuo de sangre noble acogido al trabajo mecanico —que automáticamente impedía por ley la adquisición de un hábito y denigraba infamante sus blasones—, y precisamente en uno de los muchos oficios «reputados por bajos y humildes, cuyo uso envilecía a las personas que los ejecutaban, pasando esta nota de infamia a las familias e incapacitando a los hombres honrados y laboriosos para los empleos municipales y el goce de los honores y prerrogativas de la hidalguía» (2). Así y todo, Juan de Ochoa es el único hidalgo que aparece en esta calle, tanto en una como en otra acera, durante el último cuarto de este siglo.

Si a estas dos profesiones anteriores añadimos la de los tundidores —seis aparecen en este tiempo—, cuya misión estaba estrechamente relacionada con el obraje de los paños (3), hemos de concluir que aquí, en esta parte de la calle (al igual que ocurre en la opuesta, según veremos) existe un importante núcleo textil que gira alrededor de La Sastrería y que se encarga de promover —fabricando o vendiendo— otro estamento no menos necesario: el de los mercaderes. De los cinco que se mencionan, Francisco de Toledo trabaja en las sedas desde 1587 hasta pasada la primera quincena del siglo siguiente y ejerce el cargo de jurado. Pedro Martínez de Arellano, en cambio, trafica en cera desde 1574.

Como caso infrecuente, hemos de mencionar a Diego de Herrera, «que vende solimán» a finales de siglo.

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Con relación a la acera frontal, propiamente llamada «Rúa», hemos de manifestar que sólo en dos ocasiones (1587 y 1599) se hace relación de sus vecinos, mezclados éstos en la última con los de La Plaza.

Los datos que arrojan ambos padrones muestran el predominio de la clase mercantil (en su doble faceta de mercaderes y tenderos) sobre los demás oficios. Corresponden éstos al de platero (Gonzalo Ruiz de Velázquez, que ocupa todo el período y se adentra en el XVII, habiendo construido, según Ruiz Prieto, una corona de plata para la Virgen de la Cabeza, que se veneraba en La Trinidad, y que fecha en 1596; Pedro González (de Asarta), que en 1594 hizo una custodia para San Nicolás con la plata y los relicarios viejos recibidos para ello y cuyo valor ascendía a 18.000 maravedíes, así como también realizó la cruz procesional de la misma iglesia, deshaciendo otra vieja y siendo pagado con 2.116 reales; y, por último, Gaspar Jiménez, que aparece en el 99 y siguientes). Con el de sedero (incluida la rama de torcedores), botero y sombrerero termina dicha relación.

En el año de 1587 se registran los nombres correspondientes a cuatro moriscos.

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Volvemos a recordar que en toda la calle, a excepción del citado Juan de Ochoa, no aparece ningún hidalgo. Tampoco se registran clérigos.

Siglo XVII

En la acera izquierda de la calle, llamada durante este siglo de las Armas, Sastrería o Rúa —coincidiendo a veces este último nombre con el dado a la línea jurisdiccional de Santa María— y englobada en multitud de ocasiones dentro de las denominaciones con que se conoce a la calle Real, habita una población que se constituye en heredera y continuadora de la tradición artesanal, mecánica y comerciante de la precedente centuria y que, en el marco del presente siglo, adquiere mayor importancia y relieve durante las casi cuatro primeras décadas.

A partir de este momento, se inicia una etapa de regresión, tanto por el escaso número de veces con que aparece esta hilera de casas por sí sola, como por el también paupérrimo número de vecinos que la ocupan, ya que en 1670, por ejemplo, se llega a registrar uno solo en toda la acera.

Finalmente, el último cuarto del XVII arroja una endémica media de cuatro vecinos, lo que lleva a pensar en una despoblación alarmante, posiblemente unida a una deprimente estructuración urbanística.

Alrededor, pues, de las manufacturas textiles se agrupa un elevado número de operarios que se presentan como calceteros (Antonio de Medina, 1609-1630), tundidores (Pedro Chatón, 1603-1615; Francisco de Aguilar, 1603-1634; Andrés Soler, 1612-1629; Luis de Rus, el de mayor pervivencia, 1615-1674, al que una vida entera dedicada al trabajo no le impide figurar como pobre en sus últimos años; Juan Granados, 1634-1673; etc.), sederos (Luis Gutiérrez, ya mencionado en el siglo anterior), estambreros (Fernando Delgado, 1673-1679), sastres (Bartolomé de Ochoa, 1601-1615) o sombrereros (Luis Bausán -que parece ser el tronco generador de la dinastía de los Bausanes, tan ligada a esta calle— ocupa la década de los 70; mientras que Francisca de la Torre, sombrerera también, aparece en el 82 y traspasa la primera década del siglo siguiente).

Esta producción se distribuye a través de los mercaderes (no olvidemos que así también se llaman los propios fabricantes). Entre ellos, aparte del ya mencionado Francisco de Toledo, que llega a alcanzar la primera quincena de este siglo y ostenta el cargo de jurado, se repite el caso del hidalgo-trabajador en la persona de Juan de Sabiote (1612-1615), cuyas fechas de vecindad coinciden con las de su colega Luis de Baena. Otro mercader, Francisco de Toral, ocupa los años próximos al 1630.

Las demás ocupaciones, ajenas ya al ramo textil, son las de cerero (ejercida, entre otros, por «Albarracín, el bolero de sebo»), carpintero, barbero (Diego Merlín), sillero, sacristán (Lucas Aparicio lo era del Salvador), garbancero, escolero (4) (Juan Antonio Mansilla), zapatero, bigolero (5) y platero (Salvador de Quesada 1696-1702).

También continúan apareciendo los tenderos, muy característicos en esta calle y su contorno.
Por fin, en 1687, aparece el primer clérigo: el licenciado Juan Bausán.

Y, por último, en 1612, se hace referencia al antiguo Ayuntamiento cuando se empadrona a un tal Manuel de Cuéllar, que habita «en las Casas del Cabildo».

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Por su parte, la acera de los pares —demarcación parroquial de Santa María—, que se viene llamando, según indicábamos, Rúa en las más frecuentes ocasiones, posee un esquema social que es básicamente idéntico al del siglo anterior, aunque en el presente (dado el mayor espacio de tiempo en el que se interviene) aumenta lógicamente la variedad de oficios.

Así vemos cómo el gremio de los mercaderes continúa ejerciendo la preponderancia en cuanto al número de sus componentes. Martín de Arroyo, que ya había hecho su aparición en 1599, además de mercader ejerce el cargo de mayordomo de las monjas de San Nicasio y el de procurador, mostrándose con asiduidad hasta 1642, en que se empadrona ya a su viuda. Aunque no indican las listas del censo la actividad mercantil en la que traficaba este dicho Martín de Arroyo, es lógico pensar que, como la mayoría de sus colegas contemporáneos, lo hiciese dentro de la industria pañera. Por su relativamente frecuente aparición, hemos de mencionar también como representativos de la primera mitad de siglo a los mercaderes Alonso de Santisteban, tejedor de tafetán, y Lorenzo Núñez, sedero. Ya en la segunda, el número de mercaderes se reduce a dos, siendo Luis de Rus el que aparece con más dilatada frecuencia.

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Los plateros continúan residiendo en este lado de la calle. A los ya reseñados en la centuria precedente hay que añadir los nombres de Diego Martínez (primeros años de siglo) y de Cristóbal Gómez (1627-1638).

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Otros oficios con un respetable número de componentes corresponden a:
— Boticarios: Martín Cano inicia su función desde el principio de siglo y ocupa al menos los primeros veinticinco años. A su muerte, le suceden su esposa y quien suponernos su hijo, Sebastián Cano, que llega hasta el 61.

Hacia finales de siglo entra en escena Manuel Bausán, descendiente con bastante probabilidad de aquel Luis Bausán que como sombrerero mencionábamos arriba, aunque situándolo en la acera frontal.

— Sombrereros: Tales como Gaspar Báez, que cabalga entre el XVI y XVII, o Francisco de Barrionuevo o Lope Báez.

— Barberos: Tenemos constancia de que en la acera existía una «tienda de barbero». Juan Luis Cantero ejerce desde el 27 al 59, pero alguna vez se empadrona en la actual calle de Ventaja. Juan de Tamara casi ocupa la última veintena del XVII y pasa a la siguiente centuria.

— Tenderos: Casi todos de especiería. Que el monopolio de este comercio lo seguía manteniendo la vecina nación lusitana, lo prueba el que a Úbeda llega a establecerse Domingo Díaz, portugués, y que otro de los tenderos de esta calle tiene también apellido originario de dicha nacionalidad, como puede ser el de Silva.

Diego Ortiz, tendero-mercader y al parecer español, se sitúa entre 1615 y 1630.

— Sastres: De todos ellos, el de más repetida presencia es Cristóbal Crespo (1615-38), también censado como «mercader de paños».

— Tejedores: En sus distintas variantes, los productores textiles se presentan como cardadores, tafetaneros, sederos y torcedores, sin que sobrepasen generalmente el primer tercio de siglo. Solamente un tundidor se ubica en la mitad de la centuria.

— Y zapateros.

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Los demás empleos a los que pertenece un solo representante son los de carpintero (Juan Granados el Mozo, presente ya en 1674, es catalogado por Ruiz Prieto como escultor; y según dicho autor, hace en 1703, junto a Manuel del Alamo y Diego Velasco, el «San José» que se veneraba en la capilla consagrada bajo tal advocación en San Pablo), bigalero-guitarrero (otro Juan Granados, éste llamado «el Viejo»), un vidriero, un cordoneroalpargatero (Bartolomé de Rebolloso o del Real, último cuarto de siglo y principios del siguiente), un cerrajero, un panillero (¿o pañillero?), un zurrador y un cobrador.

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Había también dos escoleros, una casa de posadas regentada por María de la Paz durante los primeros años de la década de los setenta, y un pintor, que sólo se muestra en 1638 y al que se le llama —pensamos que haciendo referencia a su origen— «Olandés».

Un solo hidalgo hace su aparición entre 1603 y 1609: Juan Collado.

Los dos únicos clérigos que se registran lo son de menores órdenes.
(Continuará)

Juan Ramón MARTÍNEZ ELVIRA

(1) Cruz Valdovinos y García López, «Platería religiosa en Úbeda y Baeza», pág. 57. I. EE. GG. Jaén, 1979.
(2) Manuel Colmeiro, «Historia de la Economía Politica en España». Vol. II. Cap. «De la ociosidad y mendiguez». Ediciones Taurus, 1965.
(3) Se encargaban de «atusar» mediante el empleo de tijeras el pelo de dos paños.
(4) Estaba a cargo de una escuela de niños.
(5) El bigolero o guitarrero estaba encargado de la fabricación de instrumentos sonoros de cuerda. En ocasiones, se le llama también carpintero.