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Úbeda

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Tercer centenario de la peste de 1681

Ginés de la Jara Torres Navarrete

en Gavellar. Año VIII, nº 95. Septiembre de 1981, pp. 16

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Úbeda y su comarca conmemora en estos meses la triste tragedia del cólera morbo del año 1681, en que la población de la Loma sufre uno de sus más terribles azotes.

Alertada la ciudad de la tragedia en otros pueblos, estrecha la vigilancia ya en 1676 y noticiosa que es de la insalubridad de otras parcelas de España, el 12 de julio de aquel año dan cuenta del contagio de Cartagena, cortando el comercio con aquella ciudad y lugares próximos, así como con los pueblos de La Mancha. La ciudad acuerda oficiar varias fiestas a la Santísima Virgen y a sus patronos pidiendo protección.

El 8 de enero de 1678, el Rey ordena se proteja Úbeda de la peste de Murcia, su huerta, Cartagena y su campo, Crevillente y Elche, acordando que un caballero veinticuatro, acompañado de un jurado, un eclesiástico y un escribano, guarden las puertas de la calle de los Canos y la de Valencia, como las más principales al tráfico.

La peste se iba enseñoreando por nuestra geografía y Ubeda acuerda, en 21 de junio de 1678, guardarse también de Orihuela «y del Reyno de Valencia no se admiten personas, ropa ni mercaderías...». Ante el temor de que los traficantes se albergasen en las ermitas del término, la justicia manda cerrarlas y recoger sus llaves. Días más tarde dicen: «Conforme a las noticias de la cercanía de la peste se an duplicado las guardas hasta poner de nuebo dos en cada una de las calles que salen al campo nombrando por zeladores a hombres honrados...». El 12 de junio de 1679 llega a Úbeda el padre fray Juan de la Resurrección para hacerse cargo del priorato del convento del Carmen y, puesto en noticia de la ciudad por los guardas de la Puerta de los Canos, es conducido a la ermita de Madre de Dios del Campo y puesto en cuarentena.

LA PESTE HACE ACTO DE PRESENCIA EN EL REINO DE JAÉN

A comienzos de 1681 dan cuenta del contagio de Jódar, Torres y Jimena, y el alcalde mayor de Úbeda, don Juan Espinosa de los Monteros, corta el comercio de traficantes y arrieros con estas villas, vigilando estrechamente las puertas de la calle Valencia y la de los Canos.

LA PESTE, EN ÚBEDA

En el mes de mayo de 1681 ya estaba contagiada Úbeda. El corregidor de la ciudad reconoce que la enfermedad progresa cobrándose alguna víctima y dice: «El Sr. Corregidor dijo que haviendose reconocido que los achaques que se comenzaron a padecer en esta ciudad se iban malisiando cada día más y que morían algunas personas... sería más combeniente el formar desde luego Ospital...».

EL ASALTO A LA TERCIA Y A LOS CLÉRIGOS

Ocurrió siendo alcalde mayor el mentado Espinosa de los Monteros, y en honor a la verdad el desafuero sólo lo sufrieron dos clérigos de la ciudad y la Tercia de pan decimal. Ante la falta de alimentos, los vecinos de Úbeda llegan hasta las puertas de la Tercia y, ante la imposibilidad de penetrar por sus fuertes candados, obligan a sus fieles a abrirles. Otro tanto hicieron con dos clérigos, a los que despojaron de sus ahorros. El obispo de Jaén, don Antonio Fernández del Campo, hace saber a don Juan Espinosa de los Monteros y a todo el Concejo de Úbeda la querella del clero por el asalto, en el que fueron provistos del cerrajero Antonio de Jesús.

El hecho sucedió a la una de da noche del día 24 de julio de 1681, presentándose la justicia de Úbeda con gran tropel de gente hasta la casa del canónigo de da Colegiata, don Francisco Ruiz Alférez, y a la del prior rural de Recena, que pertenecía al Estado de Sabiote. A grandes golpes y voces obligaron a abrir sus puertas y penetrando en ellas procedieron a cerrajar cofres y arcas hasta arrebatar tres mil reales de un cofre, cinco mil doscientos veinte y siete de un arca a más de cien doblones de a ocho y otros treinta doblones sencillos, todo del prior de Recena. Peor trato recibió aún el canónigo Ruiz Alférez.

No pudiendo cerrajar las puertas de la Tercia, obligaron a sus fieles a abrirlas, llevándose el dinero de la venta de los granos de los diezmos. El obispo invita a la justicia de Úbeda a restituir lo sustraído so pena de excomunión. Las autoridades se justificaron con la falta de alimentos y recursos de los hospitales. Se ignora el final de la aventura, pero suponemos que la justicia de la ciudad restituyó lo sustraído religiosamente.

LOS BUENOS OFICIOS DEL DUQUE DE ALBURQUERQUE

Ubeda pide la intercesión del duque de Alburquerque, a fin de que con su influencia lograse del Rey el pronto socorro para aliviar tanta calamidad. El duque consigue seis mil ducados «... y ió quedo muy gustoso de haver contribuido con mis oficios a este fin...».

El corregidor de Jaén, don Francisco José de Aguirre, superintendente, comunica la libranza anterior «que valen dos quentos (millones) duzientos y zinquenta mil maravedis en lo más pronto de las rrentas reales».

LA DECIDIDA PROTECCIÓN DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

En conmemoraciones, éste de 1981 es un año señalado para Úbeda: seis siglos de amores con la Señora y trescientos años alejados de las más grandes aflicciones que jamás padeciera la ciudad. Es también un tercer centenario glorioso en tanto en cuanto, gracias a da decidida protección de la Virgen de Guadalupe, Úbeda se vio libre de la más grande de das pesadillas.

Tan pronto como llega la noticia de la peste de Cartagena y Crevillente, la Señora es trasladada a Úbeda a finales de agosto de 1676, «para remedio de la calamidad del contajio», y junto a sus apenados hijos se mantuvo en aquellas trágicas horas. Ya en 1680 las noticias son alarmantes: entonces, el pueblo de Úbeda con sus autoridades al frente se congregan en Santa María y, postrándose a los pies de la Señora, celebran una fiesta en comunidad, en la que confiesan y comulgan los asistentes, siendo los primeros las autoridades «para el mejor exemplo del pueblo». Aquella manifestación de amor y de fe tuvo lugar el 30 de junio, predicando y enfervorizando a los fieles el padre provincial de los Carmelitas. En un solo haz, Úbeda pide «que la Magestad divina aplaque su ira perservando a esta ciudad del contajio y aliviando a los demás lugares que la padecen». El 14 de abril de 1681, Úbeda aún permanecía salubre: la peste sólo era una amenaza. La ciudad, agradecida, ofrece solemne fiesta en la Colegiata en acción de gracias por «tanta misericordia con esta ciudad que habiendo estado tocados del contajio tantos destrs Reinos aya reservado asta aora ésta».

Fue el 20 de abril cuando Úbeda se rinde ante su Patrona, predicando en aquella ocasión el padre rector del colegio de Santa Catalina, de los PP. Jesuitas; pero la peste ya estaba en Jaén capital y poco tiempo después hace acto de presencia en Úbeda.

De primeros de mayo de 1681 hasta iguales fechas de septiembre de aquel año, la enfermedad se ceba en Úbeda, cobrándose cuantiosas vidas: cinco meses de mortal asedio en un pueblo destrozado. Pero, a medida que arrecian los contratiempos, arrecia el pueblo en su fe y la Señora escucha, al fin, las voces de sus hijos y los ampara. Hubo un lucido pregón de sanidad y tiernas muestras de agradecimiento hacia la Virgen de Guadalupe.

UN FALSO SUCESO

Algunos historiadores han venido arrastrando un tremendo error que nosotros aclaramos en este VI centenario de la aparición de la Virgen y en el trescientos aniversario de la peste que nos ocupa. Sobre aquel pintoresco suceso del sorteo del milagro entre los cofrades de la Virgen de la Yedra, Nuestra Señora del Rosario y Santa María de Guadalupe, no hemos hallado rastro alguno en el archivo de la ciudad: cosa rara dada ouenta de la afición de nuestros antepasados en dejar constancia de esta clase de sucesos. No hubo tal sorteo ni hubo tales procesiones con la Virgen de la Yedra y del Rosario. Sólo es procesionada hasta el Hospital de Santiago la Virgen de Guadalupe y el Nazareno del Convento de San Andrés. El acto se repite al cesar el contagio y en un emotivo acto cierran las puertas del Hospital y entregan las llaves a la Señora en señal de gratitud. Úbeda llora y ríe al mismo tiempo la tarde del 15 de octubre de 1681. Después, la ciudad ofrece a la Señora unas llavecitas de plata como ofrenda eterna de eterna gratitud. Tampoco es cierto lo que nos dice Espinosa de los Monteros respecto a que los carmelitas procesionaran aquella tarde a los santos Patronos junto a la Señora. Es un error más.

Del documento original daremos cuenta en nuestro trabajo «La Virgen de Guadalupe, Señora de las Aguas», por ser un hallazgo reciente, que de una vez por todas da al traste con un pintoresco suceso que no llegó a suceder y que tanto desdice de la recia, firme y bien entendida piedad de Úbeda.

No puede la Virgen en este doble centenario visitar la capilla de Santiago. No puede por permanecer cerrada, pero qué alegría para Ella en este trescientos aniversario contemplar esas puertas cerradas sin enfermos y sin penas, y alguien desde su lonja dijera en arca voz: «Señora: Úbeda está sana gracias a Ti. Esas llaves de plata han cerrado las penas y han abierto la alegría y la esperanza de este pueblo». Son trescientos años de sanidad que debemos a la celestial Señora.
Ginés TORRES NAVARRETE