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Carta de Reyes

Manuel Madrid Delgado

en Diario Ideal. Ed. Jaén. 3 de enero de 2008

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Se anuncia en la sonrisa de los niños, que es un refugio contra el bombardeo cotidiano de mentiras a que nos someten los políticos: vienen ya los Reyes Magos. He cerrado los ojos: tenía una cita con el niño que fui, ese que hacía guardia con su hermano Juan para poder ver a los Reyes, como si la felicidad tuviera forma. Y he sentido una melancolía y –para escribir la carta de Reyes– me he asomado al balcón alto y limpio de la noche de enero, buscando una tinta de sueños para trazar palabras sobre el cielo estrellado. (En la escarcha relucen las estrellas más lejanas: como la esperanza, nos llenan de luz pero no es posible tocarlas con los dedos, ni contarlas, porque son infinitas: cada una de ellas custodia la sonrisa de un hombre bueno que se fue.) ¿Qué pedirle a los Reyes?... Sin duda, un riñón para Luis Ruiz, que ya sabe que la realidad son trozos de cristal que al final hay que pisar descalzo, como dice Fito, pero que sabe también que frente a las estúpidas burocracias queda siempre el rincón solitario de una esperanza que no se rinde: la lluvia en el desierto tarda... ¡pero debe ser tan hermosa cuando besa la arena reseca!...

...¿Qué pedirle a los Reyes?... ¿Y si fuera posible el pan caliente para los niños de todos los continentes? ¿Y borrar las fronteras y cerrar los parlamentos y los ministerios y las alcaldías y los ejércitos y las selecciones? ¿Y si fuera posible una fuente de agua limpia en cada plaza del mundo? ¿Y una estufa allí donde haga frío y una manta en cada cama? ¿Y una vacuna para cada enfermedad y una sonrisa para cada enfermo? ¿Y si no nos trajesen colonias, corbatas ni juguetes? ¿Y si al despertar la mañana del día 6 viésemos que está el mundo limpio, como si Dios – arrepentido– hubiera pasado la bayeta sobre las manchas que dejó en la creación, como si nuestros ojos miopes volvieran a ser los de aquel niño cuyo cuerpo hace mucho que guardamos en los armarios de la memoria?...

Es difícil ser adulto: cuando se es niño o adolescente o joven –¡no sigamos robándoles las vidas con estúpidas leyes y pedagogías!– la vida tira los caramelos a manos llenas, en permanente cabalgata de ilusiones. Entonces uno se acuesta sabiendo que los zapatos estarán llenos, cada mañana, de vivencias y oportunidades y de ilusiones. Hoy, en la víspera de cumplir años, miramos hacia atrás con nostalgia: en la zozobra del vivir hemos descubierto que cada vez que plantamos una ilusión nos crecen los hijos de puta, que son una especie inextinguible. Y nos sentimos cercados e impotentes, derrotados. Pero no hay que rendirse: que traigan los Reyes fuerzas para oponer una ilusión a los verdugos de la esperanza. No hay que rendirse: miremos de frente, para que sigan brotando flores en nuestras pupilas. Y hay que atar lazos para no perder lo que amamos: ojalá pudiéramos sostener entre las manos la esperanza que tiembla y es un copo de nieve abandonado, la luz incierta de una vela, las cartillas de párvulos, nuestras primeras lágrimas, nuestra primera risa.

Manuel Madrid Delgado

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