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USTED Y SUS RAZONES

Juan Pasquau Guerrero

en Diario Jaén. 21 de mayo de 1965

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Cuando usted encuentre una razón, admítala de buen grado, pero no se vaya a entusiasmar demasiado con ella; no la haga avanzar, arrolladoramente, directamente, en su sola dirección. Piense que una razón, si se encierra dentro de sí misma, si no atiende a su vida de relación, si no establece contacto con la realidad circundante, si no atiende a otras razones, le pondrá en la pista de la locura, precisamente de la locura.


Pues ya dijo Chesterton que no se enloquece sino por obra de razón. Que los locos piensan con la verdad, no admite duda. Pero sucede que piensan con una sola verdad que prolifera como un cáncer en su organización psíquica, sin dejar lugar, sin dejar sitio, a cualquier otra cosa de su entorno.


Por la verdad, en este mundo, debe tener, además de alma, cuerpo. Es de lo que carecen las verdades y las razones de los locos. Diríase que las ideas de los locos planean su vuelo constantemente sin aterrizar jamás, sin hacerse carne y sangre.


Y por eso hay que matrimoniar enseguida a la razón. Hay que casarla, concretándola en hechos reales. No podemos dejar a la razón soltera. Corre peligro.


—Usted, ¿es un idealista?


—Sí, señor.


—Pues me parece magnífico. Pero su idealismo, para conservarse sano, tiene que humillarse un poco.


—¿Qué quiere decir con eso?


—¿Quiero decir que su idealismo, que se asienta en razones maravillosas, tiene que atender a los pies casi con el mismo esmero con que atiende a las alas. De lo contrario, su bello ideal se le escapará como un globo cualquier día. Y entonces no será usted Quijote ya, y ya será tarde para que aprenda usted a ser Sancho.


—¿Es que usted prefiere Sancho a Don Quijote?


—Líbreme el cielo. Lo que quiero decirle es que Sancho es el lastre de Don Quijote. Sin Don Quijote, Sancho es nada más que una piedra mostrenca. Sin Sancho, Don Quijote sirve nada más para fantoche de feria. uno y otro han de complementarse. Ideal y realidad deben formar una sustancia única. El ideal da forma a la realidad, y la embellece, la eleva, la dignifica. Pero sin realidad, sin base de sustentación, toda razón, por sublime que parezca, deviene en locura.


Si usted tiene una razón, cuídela. Pero no la haga inútil a fuerza de mimos y asepsias. Déjela salir y entrar. Procure que le de el aire, que se acostumbre al sol, a la lluvia y al viento. De lo contrario, hará de su razón un absolutismo. El absolutismo es el monstruo que resulta cuando se ha maleducado a las ideas, cuando se las ha dejado nutrirse nada más que de sí mismas, cuando se les ha vedado el trato con las ideas vecinas, cuando no se las ha mandado a la escuela..., cuando en fin, se las ha guardado dentro de un fanal.


Si usted tiene, además, una firme convicción, ¡usted tranquilo! No se precipite, ni se indigne, ni se acalore. Una razón, la tiene cualquiera y el mundo es ancho y hay tiempo para todo. Que su entusiasmo no degenere nunca en fanatismo. Esa es la regla de oro de la armonía. Ateniéndose a ella, y sólo ateniéndose a ella, la prosperidad de su razón es posible.


Mire, Dios tiene toda la Razón contra ese Mundo —hecho de mundillos— que le ignora, le niega o le desatiende. Y sin embargo, Dios no ha dado todavía un manotazo a este mundo tan mundillero...