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EL DISCURSO DE LA ESCALERA... Y AHORA

Juan Pasquau Guerrero

en Diario Jaén. 28 de octubre de 1950

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Cuando, en 1940, vino el P. Villoslada a Úbeda, apenas sabía nadie quién era el P. Villoslada. Un jesuíta "muy poca cosa", con un proyecto gigante metido en la cabeza. Podía confundírsele, a lo mejor, con uno de tantos ilusos o soñadores a los que, a la hora de la realidad, se les desbarata la cosecha. Porque las buenas intenciones se siembran a voleo, pero luego...

En 1941, el P. Villoslada abrió unas escuelitas en Úbeda. Ya las había fundado antes en Alcalá la Real. El local de que disponía el P. Villoslada, debido a la munificencia de una cristianísima dama, era reducido. Recuerdo que en el acto de la inauguración habló el Padre desde lo alto de las escaleras. Como las escaleras hacían un recodo, los que estábamos en lo bajo oíamos sus palabras sin verlo. Casi nunca sabemos nada de nada. Por eso es difícil que sepamos auscultar la trascendencia histórica de las cosas hasta después que se hacen historia. Las palabras del P. Villoslada, aquel día de enero de 1941, pronunciadas desde el descanso de unas escaleras, fueron, probablemente, unas palabras "históricas"; yo me atrevería a decir que decisivas para Úbeda. Pero, claro, esto no se sabía entonces: pasaron, poco más o menos, por una plática más, de un sacerdote más, en un domingo más. No hubo, pues, taquígrafos que las inmortalizaran. Aquello de que "aspiramos a la dignificación cristiana y social de las clases humildes" había sonado ya tantas veces en los oídos de todos, que se hacía dificultoso creer que esta vez iba de veras.

- Padre Villoslada, sería estupendo -como usted dice- poder poner unos talleres, y asilos chiquillos podrían salir "hechos unos hombres" de aquí...

- Padre Villoslada, me parece muy bien este local; pero habrá que ampliarlo más adelante, ¿no?

- Padre Villoslada, está bien esto de la escuela; pero convénzase usted de que todo lo que no sea internado... Porque luego, "lo que oyen en sus casas", el ambiente de miseria que respiran...

- Padre Villoslada, es que la gente "está muy imposible". ¿De "trabajadores cristianos" habla usted?

- Y, ¿con qué medios cuenta usted, Padre Villoslada? A todo sonreía el P. Villoslada y a todo respondía:

- Llegará, llegará también con la ayuda de Dios.

Pero había una cortés sonrisa escéptica, después del discurso de las escaleras, en cada uno de los asistentes.

* * *

Ayer, 24 de octubre, han venido a Úbeda niños de toda Andalucía. Han confluido en camiones por todas las carreteras. Llegaban cantando y vitoreando. No eran, no, niños hospicianos. Traía cada uno una risa franca... y un traje distinto. Venía cada expedición portadora de un alboroto nuevo, de un júbilo flamante... ¡Los deAndújar! ¡Los deBaena! ¡Los de El Puerto de Santa María! ¡Los de Almería! ¡Los de Villacarrillo! ¡Los de Alcalá! ¡Los de Villanueva! ¡Los de Linares!

Era acogida cada "llegada" con un regocijo inenarrable. Y... nada de filas. Dos mil chiquillos correteaban, saltaban, gritaban en los patios de la Casa Matriz de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia. Habían venido a felicitar al director de la Institución, R. P. Rafael Villoslada.

Han pasado cerca de diez años del discurso de las escaleras. Las escuelitas de la calle Corredera, aquéllas... Pero, oiga, ¿aquellas escuelitas dice?... Las escuelitas de la Corredera, digo, fundadas un domingo frío de enero en Úbeda, han enraizado hondo en el suelo de Andalucía. Fueron saliendo cada día -como flores, como rodales de margaritas, como manchones de campánulas-, escuelitas por aquí y por allí... Pero, ¿es posible?... Sí; "le iban saliendo" escuelas a la Sagrada Familia, a los pueblos, como por arte de encantamiento. En las capillitas reducidas de los colegios, ante el Sagrario, se preparaban todos los días nuevas lluvias fertilizantes para la Institución. "Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío", se musitaba cada día miles de veces por miles de labios en las capillitas de la Sagrada Familia. Y se apelotonaban las nubes de la Gracia Divina... Y corría un viento, y, ¡paf!, se ponían a descargar favores del Señor encimita, encimita de las escuelas de Andújar, o encimita de las escuelas de Úbeda... Seguía pertinaz la evaporación de jaculatorias y de pronto, un día, sobrevenía una "precipitación" maravillosa. Oiga, pero, ¿es posible?... Se producía una precipitación maravillosa que beneficiaba "áreas extensísimas" de "cultivo": Una disposición del Ayuntamiento de Úbeda concediendo "terrenos", o un decreto del Jefe de Estado "adoptando obras". Y, de la noche a la mañana, las escuelas se encontraban con un taller nuevo, o con una maquinaria espléndida, o con un edificio colosal, o con una Escuela de Magisterio para la formación de los futuros maestros de la Institución. Y, entonces, aquellos señores de la sonrisa escéptica de aquel día del discurso de la escalera se acercaban al P. Villoslada para enterarse, para poder explicarse de algún modo todo esto, para "estar en el ajo"... Y el P. Villoslada respondía:

- Son los niños ante el Sagrario. Es la jaculatoria: "Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío".
* * *
Dos mil niños han venido de toda Andalucía a felicitar el día de San Rafael al Padre Villoslada. Ha sido como un Pentecostés. El P. Villoslada les ha entregado, a cada fundación de la Institución, una bandera y les ha pronunciado unas palabras, esta vez no desde el descanso de unas escaleras, sino después de concluida una magna Misa de Campaña verificada en el patio de talleres del Colegio de Úbeda. Han sido unos momentos de verdadera emoción. La música delgada del armonio, en la mañana exultante, recortaba con cariño un silencio hecho de respiraciones contenidas. Se inmolaba el Señor en el altar, y los dos mil niños callados, sin una distracción, sin un movimiento, seguían atentos el Santo Sacrificio. No había sido necesaria para ello ninguna formación, ninguna "organización", ningún alarde previo... Se afilaba como una punta de lanza un motete cantado por los niños; punzada la pureza del momento, el sol iluminaba unas lágrimas. Y el P. Villoslada, ante dos mil niños, ante los maestros, ante cientos de trabajadores -los trabajadores de la "obra"- repetía aquella frase de las escaleras:

- "Queremos la redención espiritual y material de las clases humildes de España".
Pero ahora no había corteses sonrisas de escepticismo.