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DOÑA AMPARO OCAÑA, MAESTRA PARVULISTA

Juan Pasquau Guerrero

en SAFA. nº 31. Enero-febrero de 1965

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Saludamos a doña Amparo Ocaña Corpas. Es nuestra parvulista más antigua. Doña Amparo es como el “vestíbulo” de la SAFA. Los chiquillos entran –después de las instancias y forcejeos consiguientes- en el Grupo Escolar y doña Amparo y sus compañeras se encargan de recibirlos echando la primera sal al “guiso” de su educación e instrucción. En extremo amable, llena de una gran bondad,de una acendrada delicadeza, nuestras Escuelas tienen en doña Amparo, desde hace mucho tiempo, uno de sus más distinguidos valores. ¿Cuántos niños han pasado por la Escuela de doña Amparo? ¿Cuántos han aprendido de sus labios a rezar el Padre Nuestro? Ella ha puesto el pivote fundamental para el rodaje cultural de muchas vidas...

Hablamos con doña Amparo y la charla es sustanciosa.

- ¿Desde cuándo es usted Maestra de la Safa?

- Desde que, en 1950, se fundaron las Escuelas de Párvulos. Concretamente, desde el 1 de febrero de dicho año.

- ¿Cuántos niños han pasado por su clase desde entonces?

- En 15 cursos, a una media de 36 niños cada uno, unos 550.

- ¿Advierte Vd. el agradecimiento de sus antiguos alumnos?

- Contaré una reciente anécdota a este respecto. Andaba yo una mañana por el mercado un poco a la deriva al no encontrar las verduras deseadas, cuando oigo que me llaman por mi nombre. Era un vendedor que me dice: “Venga Vd. “p`acá” , que para Vd. hay de “toico”.¿No se acuerda Vd. de mí? Yo he“pasao” por sus manos, como más de la mitad de la generación joven de Úbeda. Y me atendió estupendamente, mientras les decía a los vendedores de al lado: “Hay que servir bien a doña Amparo”.

- ¿Cuáles son, a su juicio, las mayores dificultades de una clase de párvulos?

- Lo que más cuesta es inculcarles las ideas de orden y disciplina tan sobreestimadas en nuestra Institución. Una vez conseguido esto, las enseñanzas de orden espiritual y material se hacen más llevaderas.

- ¿Algún deseo de Vd. y de sus compañeras con respecto a las Escuelas de Párvulos de la Sagrada Familia?

- El ideal sería establecer en la Institución un parvulario modelo. Pero si esto de momento no es posible, nos conformaríamos con unas clases más amplias y con un patio más adecuado al juego de los niños pequeños. Así los recreos podrían ser dirigidos, cosa que ahora resulta muy difícil a causa del emplazamiento actual, cruzado por la carretera. Tenemos que compensar la tensión que nos producen los recreos a base de aspirinas y Dapaz.

- ¿Satisfacciones en su vida de Maestra?

- Diré la mayor, la que experimento al comprobar que los años van pasando y que, sin embargo, no hay cansancio que me haga decaer en mi amor a la profesión. Cuando llegue el día de mi jubilación lo aceptaré no con alegría, sino, precisamente, con resignación y, ante el trance doloroso, diré al Señor: “Hágase tu voluntad”.

- El primer impacto de la Escuela lo reciben los niños en las secciones de párvulos. ¿Cree que esta primera impresión es decisiva? ¿Son muchos los pequeños que, a esta edad, sienten aversión a venir al Colegio, o son sólo una excepción?

- Es natural que el impacto de la escuela sea grande para el párvulo. Por eso la maestra, en los primeros días, ha de ser más madre que maestra, suavizando al niño el paso de lo conocido a lo desconocido. Luego, poco a poco, cuando se dé cuenta de que la escuela es su segunda casa y que en la clase aprende lo que no le es posible aprender en casa, el niño se muestra contento y aplicado. He tropezado en mis muchos años de servicio con niños que había que traer a la escuela a la rastra. A estos chiquillos yo les dejo llorar, y cuando termina el llanto, en ese preciso instante comienzo mi labor de captación. Se da el caso paradójico de que estos alumnos, al principios rebeldes, son luego los que más cariño nos toman. Y desde luego, casos reiterada aversión por la escuela son poco frecuentes. Quizás influya eso de que el ponerse el baby azul de nuestras Escuelas supone para ellos (como para sus madres) un triunfo.

- ¿Encuentra Vd. en su labor mucha o poca colaboración en las familias?

- La colaboración suele ser mínima. Hay excepciones como en todo, que no enumero para que cada uno pueda pensar que él es el excepcional... Generalmente la preocupación del padre es antes de la admisión del alumno: viajes y más viajes al despacho de don José Antonio, instando y rogando –gimiendo y llorando a veces-. Después de la admisión, la preocupación colaboradora de los padres del alumno se limita a justificar las faltas de asistencia o de otra índole, por temor a la expulsión. Pero colaboración, auténtica “colaboración de padres y maestros” como señala la Pedagogía, apenas existe; es casi nula.

Así terminamos nuestra charla con la simpática e inteligente doña Amparo Ocaña, auténtica impulsora de la que pudiéramos llamar “Sección Femenina” de maestras de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia.