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Úbeda

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LA SEMANA SANTA EN ÚBEDA

Juan Pasquau Guerrero

en Revista Vbeda. Año 16 ,núm. 134. Abril de 1965

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Lo religioso

La religiosidad vuelve, al hombre y al mundo, hacia Dios. El mundo y el hombre tienen, a veces, la debilidad de creerse autónomos. Es como un olvido. O, quizás, como un despiste. También, en contados casos, un deseo oscuro.

Pero el hombre, que puede flotar ya en el espacio, en el cosmos, no puede alentar en el vacío espiritual. Nadie puede separar (?) la fuerza de gravedad de lo divino. Ser religioso es saber que Dios tiende su cable al alma de todos, al alma de cada uno.

La religiosidad es el vínculo que salva. ¿Una idea? ¿Una lucubración filosófica? ¿Un sentimiento? ¿Una esté­tica? No. Una tangible y efectiva realidad. La liturgia da su signo, su palabra, al Misterio. En la liturgia se posa el Misterio en milagro permanente. Y así, la Creencia se sensibiliza, se hace encarnación y testimonio. Nunca como en la Semana Santa, la sensación de Dios se esta­biliza. En las viejas ciudades de España, además, la Litur­gia extiende su influencia, contagia de su fervor a las ca­lles, a las gentes. He aquí un pueblo —Úbeda— que acierta a dar su tono concorde a la modulación que la Conmemoración de la Pasión de Cristo demanda. Hay un alma comunitaria en los pueblos. El alma de Úbeda es religiosa. A despecho de cualquier anecdótica desviación, se advierte en Úbeda cuando llega el Jueves Santo, cuando llega el Viernes Santo, una vibración sacra, una excita­ción piadosa, una conmoción sutil de su entraña honda.

Lo histórico

La religiosidad es actualidad, pero, ¿acaso empieza y termina en ella? Se amplifica la religiosidad cuando la Historia actúa de resonador. La Semana Santa es más intensa con la colaboración de los muertos. (La Historia es el testimonio de los muertos.) En las procesiones tra­dicionales hay una colaboración efectiva del pasado; una orquestación de generaciones. Cabría decir que en las procesiones existe una auténtica Comunicación, una Co­munión de los Santos en pequeño. Úbeda informa de esta verdad. En sus celebraciones piadosas, la actualidad es una sagrada repetición. Cada Viernes Santo sopla fuerte en Úbeda el maravilloso Viento de lo ancestral; viento empapado, húmedo de Dios. Y es pequeña —parece en­tonces pequeña— esta actualidad de problemas urgentes que lo quiere llenar todo. El presente se achica encorvado, sesgado, por la valiente embestida histórica. Se doblegan los intereses del momento como espigas. Sopla la evoca­ción en las calles y en las almas. Recobra su Unidad el pasado. Lo que fue se alia con lo que es, con lo que será. Cristo crucificado se alza como señor de lo Absoluto en esta relativa contingencia. Se borra el tiempo y El queda. Mil penitentes pretéritos se murieron. Mil penitentes futu­ros aguardan. Mil penitentes fugaces de este año, se irro­gan el magnífico privilegio de acompañar en las calles transidas de recuerdos, al Cristo que ora, al Cristo flage­lado, al Cristo cargado con la Cruz, al Cristo que agoniza...

Lo artístico

El Arte es el suplemento que añade a la Vida —a la naturaleza y a la historia— todo lo que la vida no ha sa­bido alcanzar. El Arte es el auténtico retiro de la Belleza, es el habitáculo de las errabundas, fugitivas, ansias no­bles. El Arte es como un desquite, como una alta revan­cha. En el arte, el espíritu se venga de la carne y la Idea se libera del hecho...

Úbeda, hecha de materia artística, ofrece su marco a la conmemoración divina. ¡Sus monumentos, sus campa­nas, sus músicas de ayer —agonioso trompeteo de los «la­mentos», de las marchas cofradieras—! ¡Sus imágenes! ¡Su esplendor de luz, de sedas dormidas, de rasgos vetus­tos! ¡Sus piedras que memorizan gestas ilustres! Cada fachada, un estandarte de fervor. Cada torre, un clamor alto. Una esperanza y una afirmación indeclinable cada blasón que han mellado, raído, las centurias.
Úbeda, antología de Arte, durante la Semana Santa tri­buta a Cristo el Homenaje, la Ofrenda de su gloria.

Lo popular

Pero todo pudiera quedar en retórica —retórica para Cristo— si un robusto, vivificante, aliento popular no corroborase aquella necesidad religiosa, aquel impulso histórico; si el arte mismo predicase su panegírico en me­dio de la general indiferencia. Pero no; existe la garantía de que la Semana Santa de Úbeda, es auténtica, irremi­siblemente popular. Mil veces se ha repetido: Úbeda, tan refractaria a cualquier súbito enardecimiento más o me­nos oportunista, tiene su propia fiebre. No fiebre conta­giada, no caldeamiento impuesto, artificioso. Al contrario; calor que alimenta su fuerza en las ascuas recónditas.

¿Quién sopla en esas ascuas? (Úbeda: El encendedor que la encienda, buen encendedor será...)
Uno no sabe valorar el contenido espiritual de la Se­mana Santa de Úbeda. Uno sabe que el continente es... óptimo e irrompible. La Semana Santa es el mejor mo­numento de Úbeda. Hacer que su espiritualidad religiosa se supere cada vez, es misión de todos. Ahora bien, lo único que impediría llenar el vaso, sería dejar que se nos rompiera.