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No sé si se trata de una polémica entre Tita Cervera y Gallardón con Álvaro Siza al fondo, o entre Tita Cervera y Gallardón con el Museo del Prado al frente.
Todo parece indicar que esta defensa del arbolado de Recoletos va más allá de la mera reivindicación ecológica de este espacio centenario, que ahora dicen respetar tanto los que están dispuestos a encadenarse a él para defender «otras cosas», como los que precisan que van a «tratar los árboles» para construir una autovía, que según sus promotores emulará los Champs Elissess.
Arroyo de Santa María un día cualquiera
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En cualquier caso, autovía o Campos Elíseos, habremos de convenir que Siza parece más respetuoso con el polvo de las fachadas del Chiado que con el aspecto tradicional del Paseo del Prado. También que Tita Cervera no se limita sólo, creo que ni principalmente, a su defensa.
En todo este revuelo, que tanto tiene de proyecciones mediáticas, hay mar de fondo. Mejor todavía: hay ruido de tráfico de fondo.
Parece ser que el proyecto de Siza concentra el tráfico, tanto el de subida como el de bajada de Atocha a Recoletos, en un solo eje. Y que este eje va a discurrir justo delante del Museo Thyssen y del Banco de España, mejorando el aislamiento del Museo del Prado.
Aquí precisamente es donde surgen los problemas o, al menos, es donde aparece la figura de Tita Cervera como defensora del paseo. Los árboles son sólo el pretexto inicial.
La viuda del Barón Thyssen, esta mujer que partiendo del más frívolo y brillante couché de la prensa del corazón ha alcanzado niveles notables de urbanidad, sensibilidad y cultura, se niega a que esa autovía sea la antesala del museo que alberga la inimaginable colección de pintura de su marido y la suya propia. Para ella, la conservación y la contemplación del arte son incompatibles con el trazado que se pretende dar al tráfico de esa zona de Madrid. Y debe soportarlo todavía peor pensando que se hace en beneficio del Museo del Prado, que ha merecido mejor trato.
Aunque soy un incondicional del Prado y creo que toda protección que se preste a este museo es poca, he de admitir que la Baronesa no está exenta de razón.
Apartado como estoy por principio de la frivolidad que representan estos personajes de la vida rosa de nuestro país, tengo que reconocer que he tenido poco aprecio por la figura de Tita Cervera y por el papel que pudo jugar en las negociaciones para establecer la colección Thyssen en España. Pero quiero, en este punto, admitir que cambio de criterio.
Me parece admirable que esta mujer proclame la incompatibilidad de tal intensidad de tráfico rodado en las inmediaciones de una colección de arte.
Y que lo defienda sin temor a enfrentarse a las autoridades políticas y académicas que, llegado el caso, no dudarán en apoyar el proyecto de Siza.
De momento, concentrando el recelo de los madrileños hacia esta nueva obra faraónica, ha conseguido un segundo plazo de información pública. Seis meses de respiro. Acaso también de reflexión.
En Úbeda padecemos la vergüenza de ver reconducido todo el tráfico del casco histórico, no por las inmediaciones de la Plaza Vázquez de Molina sino por los cuatro costados y el centro mismo de ese espacio incluido por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Mundial. Y aquí no para beneficiar ningún «museo-del-prado», sino para peatonalizar unos pocos metros de la calle Real donde instalar tres o cuatro terrazas de verano.
Y no tendremos un segundo periodo de información pública para poder presentar alegaciones ante semejante despropósito urbanístico, como tampoco tuvimos otro primero.
Y no ha habido en este pueblo culto y sensible una sola voz que lo denuncie ni un solo habitante que en su defensa amenace con acampar frente a Santa María de los Reales Alcázares o con encadenarse a uno de los árboles de la plaza.
La Baronesa merece todos mis respetos.
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