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De la visita que el monarca Felipe II realiza a nuestra ciudad sólo se tienen los datos aportados por Ruiz Prieto, que leyó las actas capitulares correspondientes, hoy perdidas. Dice este historiador:
"En 1570 vino el rey a Andalucía, y el Concejo de Úbeda, al que había dado cuenta, le rogó visitase la ciudad. El rey le escribió desde Sevilla, el 4 de mayo, la siguiente carta:
«Concejo, justicia, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y omes buenos de la Ciudad de Ubeda. Los días pasados os escribí con respuesta de lo que me enviaste suplicar cerca de mi ida a esa Ciudad y que si los negocios diesen lugar, olgaría de irla a ver, y estando las cosas, a Dios gracias, en buen estado, me partí de Córdoba y vine a esta ciudad como abreis sabido e yré por las otras que están en el camino donde me detendré pocos días, y siendo esta ciudad tan principal, he determinado de yr a visitarla y así seré en ella, placiendo a Dios, a los veinticinco o veintiseis deste presente mes, de que terné mucho contentamiento, lo qual os he querido hacer saber para que con tiempo lo tengáis entendido.»
No se cumplió el proyecto previsto por Su Majestad de estar en Úbeda para el 25 6 26 de mayo. Su llegada se atrasó unos días, pues tuvo lugar el sábado 3 de junio, y como su padre el Emperador -prosigue Ruiz Prieto-, juró sobre los Santos Evangelios, ante la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, a la entrada de la Puerta de Toledo, guardar los privilegios que tenía la ciudad. La comitiva, que había salido a recibirle al camino de Baeza, siguió acompañándole por la calle del Real hasta la esquina de Santa Clara, y de allí a la iglesia mayor de Santa María, y después a la puerta del palacio en la plazuela de Santo Tomas, desde donde los caballeros que le habían acompañado se volvieron a sus casas".
Que todos estos datos los recoge nuestro historiador de las actas capitulares se trasluce de la frase con que cierra la narración de la visita: "No dan más detalles los libros de actas, donde tampoco se consignaron los féstejos que se hicieron". No obstante, tenemos la impresión de que Ruiz Prieto interpreta un poco a su antojo lo consignado en las referidas actas, por lo que hubiera sido conveniente poder revisarlas, al objeto de aclarar algunos puntos oscuros o no demasiado claros.
Como quiera que sea, lo cierto es que noticias indirectamente relacionadas con esta visita las hemos encontrado también en los protocolos notariales. Se trata de varias concesiones de poderes hechas por los propios integrantes de la Corte, aprovechando su estancia en una ciudad donde abundaban los escribanos.
El primer poder, fechado el 3 de junio, es de maese Pedro Marrón, sastre, "andante en corte de Su Majestad estante en esta çiudad de Úbeda (1)" . Ese mismo día, un paisano nuestro, también errante con la Corte, da poder para cobrar ciertos bienes de la herencia del obispo don Diego de los Cobos. Se trata de Juan de Ortega (2). También con la misma fecha vemos un poder del Conde de Chinchón, don Pedro Fernández de Cabra y Bobadilla, mayordomo de Su Majestad, Tesorero General de la Corona de Aragón, sobre las tercias de la Puebla de la Horcajada que son suyas y sobre las cuales le promueve pleito la Capilla de los Reyes Viejos de Toledo (3).
Dos días más tarde, el 5 de junio, el escribano ubetense redacta un poder de Ruy Gómez de Silva, príncipe de Eboli, Sumiller de Corpus de Su Majestad, Contador Mayor de Castilla e Indias y de sus Consejos de Guerra y Hacienda. Este poder, dado en Úbeda, "estando la corte de Su Majestad en ella" autoriza a Diego Fernández de Córdoba, vecino de Baeza, y a María de Zamora, estante en Corte, y a otros para que en cumplimiento de una provisión del Serenísimo don Juan de Austria le entreguen al príncipe las ciudades y villas de Castilla 250 moriscos "para que estos se lleven con sus mujeres e hijos y bienes que ellos quisieren para que vivan y abiten y se abecinden en la mi villa de Pastrana y en los otros lugares para que en ellos usen sus oficios y cultiben de tierra" (4).
Por último, el poder, otorgado por Pedro Pérez, jubetero, "andante en corte de Su Majestad", lleva la fecha del 7 de junio (5).
¿Qué conclusiones se pueden sacar de todo esto? A nuestro modo de entender, dos. La primera, la heterogénea y numerosa composición de la Corte, donde figuran desde un príncipe o un conde hasta un sastre o jubetero. Desde luego, costear manutención y albergue para tanta gente tendría que ser gravosísimo al municipio en donde se dejase caer la comitiva. De ahí, la escasez de las visitas reales a nuestra ciudad, pues tras la de Felipe II no se volvería a producir otra hasta Alfonso XIII. Punto común en todas ellas es la presencia de una alta nobleza que costea parte de los gastos.
La segunda conclusión es que, frente a la idea que parece subyacer en nuestros historiadores, el paso del "prudente" monarca por nuestra ciudad no es flor de un día. Si nos atenemos a las fechas cotejadas -que van del 3 al 7 de junio-, estamos en condiciones de asegurar que don Felipe pasó al menos varias jornadas entre nosotros. ¿Se guardará en algún lugar la minuta de sus actos?
JUAN R. MARTÍNEZ ELVIRA
1. AHMU. Protocolo ns. 324 ante Alonso Martinez de Arellano, F. XL rev.
2. Ibídem, f. XLI rev.
3. F. XLVII.
4. Ibídem, f. XLIII rev.
5. Ibídem, F. XLIIII.
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