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Todo se adelanta, todo se atrasa]

Juan Pasquau Guerrero

en Gavellar. Nº 21. Octubre de 1975. Carta desde Úbeda

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Todo se adelanta, todo se atrasa. Las «estaciones del año» parece que también; cada vez son menos puntuales. Ingenuidad de cronometradores la de creer que el otoño va a acudir puntualmente a la cita. No; cuando me pongo a escribir esto —15 de septiembre— el otoño entra en agujas. La televisión informa de que ya nieva en la cordillera central y de que llueve en todas partes. Algo menos será. Nunca llueve en todas partes y, desde luego, nunca llueve a gusto de todos. No llovió, ni mucho menos, a gusto de todos en la última tormenta descargada en agosto en Úbeda. Parece que, entre toda la provincia, el término de Úbeda fue la «cabeza de turco». Se dieron cifras de muchos millones de pesetas de pérdidas.

15 de septiembre en Úbeda. Ayer quedó la Virgen de Guadalupe, nuestra Patrona, en su santuario. Lo de la «llevada» a la ermita de la Virgen de Guadalupe sí que es fecha clave en Úbeda. Realmente el otoño ubetense entra en esta ocasión. Desde ahora hasta vísperas de feria, Úbeda se desanima durante diez o doce días. Las primeras gotas de lluvia son el aviso de que todo pasa y todo vuelve. De otra parte —siempre lo he dicho— a Úbeda le sienta bien la lluvia. Mejor le sienta la espléndida iluminación de la plaza de Vázquez de Molina y de los monumentos, de la que se ha hecho un ensayo general uno de los días pasados a altas horas de la madrugada y que se inaugurará muy pronto oficialmente.

Los cultos de la Patrona, fiesta, procesión y estancia de la imagen durante una semana en Santiago, ha servido, como siempre, para demostrar la pujanza de la devoción popular, tradicional de Úbeda. La gente de Úbeda no se contagia de esas corrientes neo-católicas que desdeñan, desde su Olimpo, las manifestaciones de una fe que es más honda y con unas raíces más fuertes de las que ellos —los neo-católicos— creen. No, Úbeda no será nunca neo-católica. Es, simplemente, y nada menos, que católica. Aquí las tradiciones no son tejido muerto. Aquí las tradiciones no son sedimento: son fermento. Entre nosotros —sigo hablando, naturalmente, de Úbeda— cualquier renovación fracasa si no empalma directamente con la tradición. No hay «solución de continuidad»; no hay ruptura (al menos en el pueblo mayoritario; el que, sin sofisticaciones ni mistificaciones tiene el sano instinto de no dejarse «lavar el cerebro») entre lo que me decía mi padre y lo que yo digo a mis hijos. Y ayer, anteayer, antes de anteayer, al ver el desfile incesante, pertinaz de todos los ubetenses ante la Virgen de Guadalupe, en el hospital durante los últimos días de la estancia de la imagen de la Patrona en Úbeda yo les digo: «Esta es la genuina convivencia; de aquí han de partir la hermandad y la empresa, la reconciliación, el proyecto. Y no está graduado de auténtico ubetensismo quien no sabe acercarse con confianza, con fe, con amor a la Virgen de Guadalupe, hablándole de todo, pidiéndole remedio para todos esos males de aquí y de allí». ¿De todo hay que hablarle a la Virgen?, me preguntaba Miguel. Sí, de todo. De todo para que Úbeda se limpie en sus calles de mil veleidades sucias. Hasta de esos gamberretes que ya van a las bodas con pancartas chocarreras, cosa de la que se quejaba hace un par de meses un ilustre médico levantino que me dijo: «En cualquier sitio hubiera podido yo situar este espectáculo chocarrero, pero ocurrió precisamente ante mis ojos, nada menos que en la plaza de Vázquez de Molina».

Yo hace días decía en «ABC» que hay que limpiar las calles de la basura moral que las invade. ¡Ojo! ¡Atención! Cuidemos a Úbeda. Estamos a punto de ser invadidos también aquí por la pornografía, por la desaprensión, por la frivolidad que se encarama; por la inmoralidad —que con todo esto de la «apertura» y del «destape»— trepa y trepa. Claro, hay que rogar a la Virgen para que cesen muchas injusticias sociales que todavía existen. ¿Cómo no? Pero también por otras cosas de no menos importancia. En Úbeda, afortunadamente, el ambiente general es aún sano —y una prueba, repito, es que se conserva el fervor religioso popular. No sé qué haríamos si desapareciese esa piedad mayoritaria patente y no la sustituyéramos por nada mejor. Iríamos a una bancarrota. Quien esto escribe no es un «fariseo», ni un timorato, ni un hombre de alfeñique. Quien esto escribe ha vivido ya cincuenta y... Quien esto escribe oye aquí y allí comentarios en todas las longitudes de onda y ha tenido tiempo de aprender dónde tiene la mano derecha y dónde la izquierda. Y sabe distinguir. Y sabe que hay poquísimos hombres de verdad malos o desechables. Pero que somos innumerables las personas que —por error, equivocación, egoísmo o simple necedad caemos en la tentación de dejarnos llevar por la comodidad, por el «dónde va Vicente, donde va la gente». Ojo con la limpieza moral. Lo he dicho en la prensa nacional. Y ¿por qué no lo voy a decir para Úbeda en nuestro periódico? Es ineludible una corrección, una decencia, una «educación» en la vía pública que es para el uso de todos, pero no para el abuso de nadie. Y se abusa de la vía pública de muchas maneras. Nada de basura moral a la vía pública.

No callaré, no, en este sentido. Y quizás debiera ser más claro todavía.

Dos homenajes merecidísimos —cambiando el disco— durante los últimos días en Úbeda. El tributado al Padre Villoslada, fundador de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia, uno de los hombres que ha aportado una contribución mayor al resurgir de Úbeda en los años cuarenta y cincuenta. Un jesuita que, en los tiempos auténticamente difíciles supo, sin falsas retóricas y sin palabrerías, acortar distancias, promocionar a los débiles, poner las «primeras piedras» para la erección de esas genuinas manifestaciones de Amor que se consiguen más con la oración que con la «protesta», más con la abnegación que con la letra muerta de un «programa»; más con la urgencia de la exhortación viva y enérgica del «mandato moral» que con la endeble, pegajosa y falsa «comprensión». El otro homenaje ha sido para Manuel Moreno Méndez, Presidente de la Archicofradía de la Patrona. Desde hace años, en la proa de la Archicofradía ha logrado convertir en realidades felices muchos propósitos. Don Diego García Hidalgo, en las palabras de ofrecimiento del homenaje —sentidas y emocionadas palabras— dijo que Moreno Méndez es «desconcertante». Él explicó lo de «desconcertante». Yo añado que Moreno Méndez es, mirado desde otra óptica, un «concertante». Precisamente «concertante». Ha aunado, ha juntado voluntades, voces y fervores desde su presidencia. No pretendió nunca ser un «solista». Y ya esto es muy importante.