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La historia se repite: Una ilustre dama ubetense víctima de otro huracán en Centroamérica (1541)

Aurelio Valladares Reguero

en Ibiut. Año XVIII, nº 100. Febrero de 1999, pp. 6-7

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Todavía siguen fijas en nuestra retina las terribles imágenes, ofrecidas por la TV a todo el mundo, de las irreparables pérdidas humanas y materiales producidas en varios países hermanos de Centroamérica por el huracán "Mitch" durante el pasado otoño. Las muestras de solidaridad, en las que, como cabía esperar, España se puso a la cabeza, revelan hasta qué punto tan impresionante catástrofe movió a la acción inmediata de todo el mundo occidental.

Desgraciadamente, la historia se repite con harta frecuencia. Y así, la noticia de que las fuerzas devastadoras de la naturaleza han vuelto a azotar con toda crudeza las costas americanas parece haberse convertido en moneda habitual de los medios informativos. Por supuesto, no falta quien achaca todos estos males a la creciente contaminación, como si se tratara del pago que corresponde a la moderna civilización, que en tantas ocasiones parece preocuparse más del presente que del futuro.

No seré yo quien se atreva a negar tan triste realidad. Ahora bien, si se repasa un poco la historia -que no en vano se dice que es "maestra de la vida"- se comprobará que los mismos males se vienen padeciendo desde hace varios siglos, al menos desde que hay constancia escrita.

Y hago esta consideración, porque a primeros de noviembre de 1998, cuando aún estaban muy vivas las dramáticas imágenes del mencionado huracán, con ocasión de la presentación en nuestra ciudad del libro de un investigador colombiano, especializado en rememorar los hechos protagonizados por conquistadores ubetenses, ambos coincidíamos en recordar lo sucedido en Guatemala con una ilustre dama de Úbeda, Beatriz de la Cueva, primera gobernadora guatemalteca, víctima de sucesos muy similares a los que recientemente nos han estremecido.

Corría el año de 1541, cuando dicha señora ubetense, primero cuñada y más tarde (por fallecimiento de su hermana Francisca) esposa del conquistador extremeño Pedro de Alvarado, protegido por el todopoderoso Francisco de los Cobos, acababa de perder a su marido y se convertía, el día 9 de septiembre del referido año, en la primera gobernadora española en los nuevos territorios conquistados, aunque sólo por un día, porque la primera medida adoptada, nada más tomar posesión del cargo por la sin ventura doña Beatriz (que así se hacía llamar la desconsolada viuda), fue ceder el mando a su hermano Francisco de la Cueva (1).

Pues bien, justo al día siguiente de estos hechos comenzaron a desatarse con toda su fiereza las fuerzas de la naturaleza: se rompió la orilla del lago existente en el cráter del volcán del Agua, a cuya falda se hallaba la ciudad en que vivía, coincidiendo con un fortísimo temporal de lluvias que, durante tres días, sembró el pánico y el terror entre toda la población.

El 11 de septiembre la situación se había hecho extremadamente crítica. Llegada la noche, doña Beatriz, acompañada de varias doncellas de su servicio, optó por no salir de su palacio, sino subir al oratorio, en la planta superior. Y allí, abrazada a una imagen del Crucificado, entre los escombros del edificio derruido, encontró la muerte, al igual que nueve de las mujeres que la asistían, entre ellas la baezana Juana de Artiaga y una hija de su marido.

Los daños causados en el lugar fueron muy cuantiosos, tanto en personas -algunos cronistas hablan de más de setecientos muertos- como en animales, casas y enseres; si bien es cierto que hubo personas del servicio de la ubetense que, tras cobijarse en la parte más sólida de la casa, lograron salvar sus vidas.

Los relatos de los cronistas de la época resultan verdaderamente espeluznantes, aun a pesar de que cada uno presenta los hechos desde su óptica personal. Así, por ejemplo, Francisco López de Gómara, severo en sus juicios con respecto al conquistador Alvarado, atribuyó lo sucedido a un nuevo castigo de Dios, que se unía así al fatídico accidente de caballo que había ocasionado poco antes la muerte del esposo de la ubetense. De esta forma nos relata el trágico desenlace: "porque si ella [doña Beatriz] se hubiese estado quieta en la cámara donde dormía, no hubiese muerto, pues no se hundió, por tener mejores cimientos que las otras, y que quedar en pie aquella, se tuvo a milagro por lo que había dicho y hecho. Todos son secretos de nuestro gran Dios, y dicen nuestras lenguas lo que sienten nuestros juicios. Unos escapan por huir del peligro, y otros mueren; como hizo esta señora" (2). Incluso introduce en el relato algunos elementos fantásticos que agregan más dramatismo a la escena: una vaca con un cuerno quebrado (figura que dicen que había tomado una conocida alcahueta y hechicera) arremetía contra los que intentaban socorrer a las personas atrapadas en casa de doña Beatriz; un negro (algunos creyeron que se trataba del diablo) no quiso socorrer a un matrimonio aprisionado por una gran viga, etc. (3)

Muy diferente es la postura de otro cronista, Bernal Díaz del Castillo, quien desmiente a Gómara, interpretando los hechos como algo natural, sin buscar interpretaciones sobrenaturales (castigo de Dios): "y si nuestro señor Jesucristo - nos dice- fue servido de la llevar deste mundo, fue secreto de Dios" (4).

El franciscano Fr. Gerónimo de Mendieta se mueve en términos similares a los de López de Gómara, a quien sigue en su crónica, aunque con un poco más de cautela: "Pudiéramos tener esta tempestad por meramente casual o náturaL pues en todas partes fue aquel año de muchas aguas, que en otras partes hicieron grandes daños, sino que juntamente con ser tan terribles y espantosos los aires que corrían (que parecían probablemente andar por ellos los demonios), hubo señales de que andaban en formas visibles" (5). Como puede observarse, el relato podría valer para el reciente huracán "Mitch".

No difiere mucho en sus apreciaciones sobre el suceso el cronista dominico Fr. Antonio de Remesal, de acuerdo con la crónica de López de Gómara, si bien matiza que doña Beatriz y sus acompañantes "murieron todas con mucha contrición y dolor de sus pecados"; y en cuanto a las visiones fantásticas, precisa lo siguiente: "En medio destas ocupaciones contaba cada uno con encarecimiento lo que vio y oyó aquella noche, pintándolo con tan vivos colores como el temor y miedo se lo fijó en la imaginación" (6).

Muy diferente es la postura (en la línea de Díaz del Castillo) de un cronista posterior, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, quien defiende a toda costa la labor realizada por Pedro de Alvarado y su esposa Beatriz de la Cueva. Valgan como muestra las palabras con que concluye la narración del trágico suceso: "Éste fue el funesto y lastimoso fin de la más heroica y graciosa española que obtuvo en muchos tiempos Goathemala: ejemplo lastimero de desgracias, y prueba segura de la fragilidad de las glorias de esta vida (7)".

Creo que estos relatos cronísticos son suficientemente ilustrativos de cuanto ocurrió en Guatemala en aquel septiembre de 1541, no muy diferente, como habrá podido apreciarse, de lo que cuatro siglos y medio después nos ha conmovido. Evidentemente, la diferencia de mentalidad explica que las interpretaciones hayan cambiado también. Hoy día no falta quien atribuya tales sucesos a una venganza de la Naturaleza, por haberse atentado contra ella. En aquella época, más providencialista, se pensaba en el castigo de Dios contra el poder establecido. Por mi parte, tanto para entonces como para ahora, prefiero, al igual que otros muchos, quedarme con la visión, más natural, de Bernal Díaz del Castillo y de Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. Porque hay un viejo principio que proclama que todo lo que se pueda explicar de forma natural no precisa de razones supranaturales. En cualquier caso, lo que sí parece quedar claramente patente es que la historia, incluida la trágica, una vez más se repite.

AURELIO VALLADARES REGUERO

1 Para todo lo relativo a esros hechos puede verse mi trabajo "Beatriz de la Cueva: Una controvertida figura femenina de la conquista de América". Boletín del Instituto de Fsrudio, Giennenses, o" 145, 1992, pp. 45-74.
2. Historia general de las Indias. I: Hispania Victrix, Barcelona, Orbis, 1985, p. 296.
3. Ibíd., p. 296.
4. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Historia 16, 1984, p. 414.
5. Historia Eclesiástica Indiana, T. IV, México, Editorial Salvador Chavez Hayhoe, 1945, p. 40.
6. Historia General de las Indias Occidentales y particular de la Gobernación de Chiapa y Guatemala, BAE, vol. 175, Madrid, Atlas, 1964, pp. 276 y 277.
7 Recordación Florida o Historia de Guatemala, T. 1, BAE, vol. 230, Madrid, Atlas, 1969, p. 141.