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EL ESPÍRITU DE LA SEMANA SANTA

Juan Pasquau Guerrero

en Revista «Así». Nº 19. 30 de marzo de 1969. Primero conocer...

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Sé de no pocos cristianos que se aburren en Semana Santa. No es que se entristezcan, o apesadumbren, que ello sería muy legítimo: es, sencillamente, que se aburren. El fenómeno adquiere cada año carac­teres más marcados. Y así, con la facilidad que para ello ofrecen los coches más o menos económicos, las gentes, sobre todo en los núcleos de población importantes huyen, en los días de Semana Santa, de la ciudad al campo. Porque la ciudad se pone insoportable sin espectáculos o con espectáculos más o menos religiosos. Como la radio y la tele­visión apenas ofrecen en estos días programas "como Dios manda", esas gentes, esas familias, encuentran en la evasión al campo o a las playas un respiro. Naturalmente, luego, en el campo o en la playa se ponen a criticar, a censurar, las procesiones que se celebran en la ciudad. Las procesiones —dicen— no están muy de acuerdo con el espíritu del post-concilio, abaratan en una frivolidad de rasos, oros, tulipas y cirios el drama sacro... ¿Y ellos? ¿Dignifican ellos con su éxodo al campo, o a la playa, o a la residencia, el espíritu de la Se­mana Santa?

La verdad es que hemos llegado a un punto en que el Drama de la Redención se entiende poco. No hay quien quiera ahondar en él. El mundo está muy pagado de sí mismo, hemos avanzado mucho, sabemos grandes cosas. Entonces, retroceder a la idea de que el hombre es un ser cuya dignidad depende de Dios, entorpece no pocas euforias hu­manistas. Pero, además, la Semana Santa obliga a pensar en un Dios que exige amores entrañables. No amores vaciados en moldes más o menos sociológicos y verbalistas, sino amores vertidos en estilo de caridad incondicional e incondicionante. Ahora bien, esta caridad lleva anejo el dolor, de la misma manera que el triángulo lleva anejos los tres ángulos. Y esta caridad pide abnegación, renuncia, sacrificio. ¿Qué es el Viernes Santo sino la apoteosis del Sacrificio? En este día se sacrifica todo un Dios. El Viernes Santo representa un holocausto divino por amor al hombre, por Caridad hacia el hombre. Muchos cristianos desearían celebrar la Pascua de Resurrección pasándose por alto el Viernes Santo. Dicen que lo decisivo de la Semana Santa es la Resurrección y están en lo cierto. Pero, ¿cómo puede haber Resurrección sin Pasión y Muerte? Muchos cristianos quisieran resucitar antes de haber muerto... Pero esto es imposible. El Viernes Santo nos dice que esto es imposible. Y por eso a no pocos cristianos les molesta el Viernes Santo...

Claro está que no siempre es edificante la conmemoración que los demás cristianos hacemos de la Semana Santa. Si nos limitamos a las manifestaciones procesionales, es evidente que también estamos muy cerca de incurrir en la frivolidad. Aunque yo no conozco a nadie que renuncie —por ejemplo— a ir a la iglesia o hacer penitencia, por el hecho de formar en una procesión o por el hecho de presenciarla. Al contrario. Por muy "festiva" que se ponga una ciudad —y nunca es tanto al paso de una procesión, está claro que subyace siempre en el fondo un sentimiento religioso en estas manifestaciones. Yo no per­tenezco a esa clase de puritanos que niegan la eficacia del "senti­miento religioso" por imperfecto que éste sea. El sentimiento es un "gancho" que Dios nos echa para captarnos. Dios quiere la conversión del hombre entero; pero a veces la conversión empieza por el senti­miento. Por eso estimo totalmente errada la actitud de quienes qui­sieran desproveer a la liturgia de toda estética, de toda belleza, de toda fuerza plástica. Existen quienes, con muy buena intención, pero con falta absoluta de discreción y sindéresis, se "están cargando" la belleza del catolicismo. Y nunca es bueno señalar.

Resulta curioso comprobar que los reformadores que preconizan una liturgia ancha, en que quepa inclusive el último ritmo y la última canción, se pongan luego tan estrechos para aceptar los ritmos de la tradición. Yo creo que si no estorban las guitarras eléctricas en el "Kirye", mucho menos pueden estorbar los tambores y las trompetas en las procesiones. Puestos a transigir con impurezas, hay que tran­sigir con todas. Pero empezando por las más antiguas.