Revista Vbeda Revista Ibiut Revista Gavellar Diario La Provincia Semanario Vida Nueva Revista Don Lope de Sosa
Nuestra web sólo almacenará en su ordenador una cookie.<br>
Cookies de terceros.Por el momento, al utilizar el servicio Analytics,  Google, puede almacenar cookies que serán 
procesadas  en los términos fijados en la Web Google.com. En breve intentaremos evitar esta situación.
Revista Códice Redonda de Miradores Artículos Peal de Becerro. Revista anual Fototeca Aviso
y más: En voz alta Club de Lectura Saudar.es Con otra voz En torno a la palabra

Úbeda

Guía histórico artística de Úbeda. En las mejores librerías. Pulse para conocer las fuentes que nos avalan


Quizás la mejor Guía de Úbeda.

 
    

LOS OTROS

Juan Pasquau Guerrero

en Revista «Así». 11 de mayo de 1969. Primero conocer...

Volver

        

Nunca se repite lo suficiente que el cristiano no lo es si se desen­tiende de su prójimo. No basta con que no lo odie; es preciso amarlo. Pero por si el amor se queda en palabra, urge repetir asimismo que la caridad ha de concretarse, ha de plasmarse, en un constante e inde­clinable interés por el bien de los otros, de los demás. Nadie se salva solo, se ha dicho infinitas veces. Y esta verdad da mucho que pensar.

Pero, por otra parte, el amor hacia el prójimo no se agota so­corriéndole en sus necesidades perentorias. Esto es cicatero y triste si no se acompaña, si no se impregna de una vivida experiencia de fervor. Fervor, decimos. Porque el amor hierve, o no es amor. Y, metámonos la mano en el pecho, seamos sinceros: ¿quién de nosotros hierve de amor?

Hay quien practica obras de amor sin amor. Hay quien da sin darse. Estamos, en fin, todos los que trabajamos por el bien, sin tra­bajar bien. Así, se nos queda el cliché a medio revelar. Así —hay que reconocerlo—, no se va a ninguna parte.

El interés hacia las cosas del prójimo va más allá de todos y cada uno de los "no". No matarás, no hurtarás, no levantarás falso testimo­nio... etcétera. Porque detrás de cada no debe levantarse un sí, o nos quedamos con la torre sin levantar. El cristianismo no es una simple legislación o una ordenanza. Más bien, constituye un sistema de afirma­ciones. Ahora bien: la afirmación del amor al prójimo requiere, por así decirlo, un "desmonte" del egoísmo. Si no hacemos hueco en nos­otros, si no quitamos tierra en nosotros, si no desocupamos el corazón de la propia querencia, ¿en qué sitio edificaremos la caridad? No es posible interesarse por las cosas de los demás si no nos interesamos un poco menos —bastante menos— por nuestra cosas. Pero sucede lo con­trario: ignoramos al prójimo porque no nos queda tiempo para conocerlo. Todo el tiempo lo empleamos en cultivarnos o en malcultivarnos.

Cuenta Taine la anécdota de aquella damisela, flor de estufa, atenta a su coquetería y a su belleza, ajena a cuanto le rodeaba, que en cierta ocasión, como alguien dijese en su presencia que había muchas gentes que carecían de pan, exclamó con inefable ingenuidad:

—¿Qué no tienen pan? Pues que compren bollos.

Tan en la luna estaba la frívola que pensaba que la falta de trigo puede remediarse con las galletas...

La anécdota es la caricatura de la actitud de muchas gentes. Su­midas en su yo, ignoran o desconocen el problema de todos, el gran problema social. Tienen su espejo. Pero sólo lo utilizan para su rostro. No se les ocurre que el espejo, a poco que se mueva, refleja todo lo que existe más allá o más acá de la propia frente o de los propios ojos.

Con espejitos así, como el de la señorita de Taine, marcha el mundo. Con conciencias así. Con reflejos así. Con limitaciones y angosturas así.

¿Puede extrañar a alguien que marche mal?