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VAMOS A RECORDAR A SAN JUAN DE LA CRUZ EN SU MUERTE

Juan Pasquau Guerrero

en Conferencias. 14 de diciembre de 1974

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Ahora la noche, esta noche de diciembre, es un coro inmenso de misterios sin voz. Vamos a meter nuestro espíritu en este limpio clamor de música callada y de soledad sonora.

Amigos, devotos fieles del santo, ¿nos decidiremos, siquiera por unos instantes, a hacer noche, a hacer vacío en nuestra alma, para mejor escuchar?

Porque se trata de una lección. Y de lección de vida. No es la muerte del carmelita apagamiento sino llama. Cesa su oscuridad para esperanza de la nuestra.

Renunciemos a las lámparas prestadas que pugnan por disimular la noche que, uno a uno, sustancialmente, somos. ¿Por qué rehusar de antemano la oscuridad que el santo valoraba como expediente y medio de purificación? Cierto que esto resulta ahora extraño. Cierto que todos nos aferramos a las luces de lance, -vanidades, conocimientos en calderilla, ilusiones de cartón- y que la ascética y la mística no van con la hora actual del mundo. Pero, ¿acaso el reloj se va a parar en esta hora?¿Vamos a adaptarnos, a "aggiornarnos", a acercarnos de tal forma a esta hora, que nos conformemos con aquietar nuestros íntimos ritmos, acomodándolos al goteo del tópico y al tamborileo de la vulgaridad?.

Silencio. Atención. Olvidémonos de los mil murmullos, de los ruidos que alborotan nuestras estancias secretas. Constituyámonos espectadores de la "Llama de amor viva". Toda la vida, toda la técnica espiritual de nuestro santo, es un acopio de renuncias para hacer sitio a la posesión que le trae la muerte. Y todas las nadas, silencios, soledades, del poeta, integran el proceso con vistas a la liberación de un Amor.

Así, los maitines que San Juan de la Cruz va a cantar al Cielo, son la explosión de una esperanza contenida. Asumen el alba, el fin de la noche. Son el

Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.

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"Donde no haya amor, pon amor y hallarás amor". El, San Juan de la Cruz, ha querido encender esta noche con su llama, nuestros íntimos pabilos". Cuidémoslos, guardémoslos del viento, porque "al atardecer te examinarán en el amor".


Quizás esta reunión debe servirnos para la plasmación de un compromiso. Cuando una aterradora desorientación religiosa es parte integrante del ambiente, nuestra oración, esta noche, creo debe tener carácter de propósito.

Propósito de ser fieles, en la medida de nuestras fuerzas, a una espiritualidad auténtica, insobornable, sin ambigüedades, sin equívocos; mística hasta donde nuestra pobre base nos lo permita.

Espiritualidad "vía San Juan de la Cruz", es decir, de "Noche", de "Llama" y de "Cántico". Está claro que a muchos nos atormenta la sospecha de que puede llegar el tiempo en que no sepamos quién es quién, y en que va a ser difícil distinguir las caras de las caretas. Para cuando llegue ese tiempo, si llega, hay que esforzarse en un estilo genuinamente cristiano. Genuinamente cristiano, es decir, no adquirido en oportunidades de baratillo y de saldo.

¿Es difícil y a contrapelo la espiritualidad sanjuanista? Nada verdaderamente importante puede ser fácil. A Dios hay que buscarle entre gemidos. Lo pensaba Blas Pascal y lo repetía Juan de Yepes en su maravilloso estro inicial:


¿A dónde te escondiste,
Amado,y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando,y eras ido.


(Leído en el Oratorio de San Juan de la Cruz , el 14 de Diciembre de 1972, durante el acto de Conmemoración de la muerte del Santo.)