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Úbeda ante el desastre del 98

Aurelio Valladares Reguero

en Ibiut. Año XVI, nº 96. Abril de 1998, pp. 2-3

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Un siglo después de aquella fatídica fecha de 1898, son innumerables los comentarios que se están suscitando en artículos, libros, congresos y actos de todo tipo. Quizá la controversia mayor ha estado centrada en esa etiqueta de Generación del 98 que durante un siglo ha sido moneda de uso habitual en libros de texto y manuales de literatura. Pero, con independencia del acierto o desacierto de dicho marbete pedagógico-literario, cada vez más discutido, lo que nadie puede poner en duda es la repercusión que aquella fecha tuvo en España. Y no tanto por lo que entonces se perdía (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), sino por lo que este hecho representaba: eran las últimas posesiones de aquel glorioso imperio en el que "no se ponía el sol". Además, se unía otra circunstancia que a nadie pasaba desapercibida: no se trataba de la independencia (hasta cierto punto, lógica y comprensible) de unos territorios alejados de su metrópoli, siguiendo el ejemplo de otros muchos, sino de la irrupción de un nuevo imperio, el de los Estados Unidos, con no disimuladas intenciones de convertirse en árbitro de la política internacional, cuyo escenario pasaría, por primera vez, de la vieja Europa al nuevo continente.








El sentimiento de frustración asoló todos los rincones de España. Expresiones como "los últimos de Filipinas" o "más se perdió en Cuba" vienen a ser un fiel exponente de lo que el desastre del 98 representó para nuestros antepasados, después de haber dejado allí tantos esfuerzos, sellados en muchos casos con sangre y vidas humanas.

Úbeda no fue una excepción. Y prueba de ello es el número extraordinario que a tal efecto lanzó a la calle uno de sus periódicos:El Ideal Conservador, del que me consta que varios ubetenses guardan un ejemplar como preciado recuerdo. Yo me encuentro entre los afortunados, gracias a la gentileza de José Angel Almagro Alises, que hace unos años tuvo este detalle conmigo, del que siempre le estaré agradecido.

Quisiera ahora, justo un siglo después, repasar las páginas del referido Extra y tratar de vislumbrar cómo se vivió el desastre del 98 en nuestra ciudad, que por entonces contaba con diversas publicaciones periódicas, si bien casi todas de escasa duración.

En este sentido, recordaré que El Ideal Conservador era un semanario de orientación ideológica conservadora, según indica su propio nombre, ligado posiblemente al partido de Francisco Silvela. Su primer número había salido a la luz el 28 de noviembre de 1897, siendo su director el conocido abogado y escritor ubetense Manuel Ráez Quesada. Duró, al menos, hasta el 7 de mayo de 1900, fecha a la que corresponde el último número que he logrado ver, perteneciente a la rica hemeroteca local de Antonio Ruiz Guerrero.

El número Extra en cuestión, que lleva portada en color con la bandera y el escudo de España, se compone de 32 páginas, más dos hojas de guardas al principio y final, de 30 x 21 cm. En la hoja de guarda final consta el siguiente pie de imprenta: Imp. de La Loma de Santiago Hernández, calle Real, núm. 21, Úbeda. Úbeda.-Junio de 1898.

En la página 1ª. figura un "Preludio", firmado por Juan Leiva Seijo, por parte de la redacción del semanario, en el que hace la presentación, sin ocultar su satisfacción por haber podido contar con los "escritores más ilustres de esta región amada". Y este artículo se complementa con el que cierra la publicación, redactado en verso por M. Ráez Quesada, en el que agradece la participación de todos los coloboradores. Del contenido de ambos textos, así como de lo que afirman algunos articulistas, se deduce que se trataba de una iniciativa con el objetivo de recaudar fondos para el Estado, dentro de una campaña de suscripción a nivel nacional.

El propósito no podía ser más patriótico y para ello contó con las mejores plumas ubetenses del momento, así como con otras no menos ilustres del resto de la provincia. Entre los primeros, no faltaron los escritores Eugenio Madrid Ruiz, Francisco Moya Ramírez, Manuel Muro García, Alfredo Cazabán Laguna, Adriano Moreno Moreno; los médicos Balbino Quesada y Aguís y Joaquín María Cuadra y Berlanga, los periodistas Luis Garrido Latorre e Ignacio Coco Delgado, aparte de los ya mencionados Ráez Quesada y Leiva Seilo. Bien en prosa, bien verso, todos quisieron ofrecer su aportación a tan noble empeño, al que contribuyeron otros escritores más ocasionales, como Juan Pasquau López, Juan de Dios Molina o José Mª. Montero Tizón.

Incluso no quiso perderse la cita el ilustre músico Victoriano García, quien presentó la partitura de un "pasodoble para piano" bajo el título de "España". Y por lo que respecta a los autores coprovincianos, nos encontramos con un muy selecto número de poetas, los más importantes, sin duda, del panorama literario giennense del momento: el gaditano afincado en la capital José Moreno Castelló, el andujareño Manuel María Montero Moya, su hijo el baezano Manuel Montero Garzón, el galduriense Antonio Almendros Aguilar (ligado familiarmente a Úbeda), el tosiriano Francisco de Paula Ureña y Navas o el periodista y autor dramática nacido en Génave Emilio Daguerre Vico.

Aunque es un mismo objetivo el que alienta a todos estos colaboradores, su tratamiento es, lógicamente, diferente. En todos ellos late un profundo sentimiento de dolor, si bien presentado desde perspectivas distintas. Este variopinta panorama puede ofrecernos, por consiguiente, una idea bastante aproximada de cómo fueron vividos desde aquí tales acontecimientos

Todos los trabajos revelan la tristeza derivada del fracaso político militar, después de tanta sangre derramada por nuestros soldados. Son varias las referencias al desastre de Cavite (Filipinas), que debía de estar muy vivo, ya que había tenido lugar en los primeros días del mes de mayo, un mes antes de salir a la luz el número monográfico que comentamos.

Abundan también los cantos a nuestros soldados y marineros, por haber sabido luchar hasta el final por su patria. Es más, algunos articulistas dejan entrever un rayo de esperanza, como si la derrota no fuera nada más que un paréntesis que daría lugar a nuevas victorias. El recuerdo de glorias pasadas y memorables gestas, protagonizadas por nuestros antepasados, se convierten, en consecuencia, en acicate para estas llamadas de ánimo.

Otros colaboradores, en cambio, no se arredran a la hora de apuntar la culpabilidad de nuestros políticos y del gobierno español, por no haber sabido estar a la altura de las circunstancias. Los calificativos no pueden ser, en ocasiones, más directos y severos. Ahora bien, son más los que lanzan todo tipo de improperios contra el imperialismo yanqui, al que consideran causante de
ambos conflictos (en Filipinas y Cuba-Puerto Rico).

Más de uno compara sus campañas de expansión con las de los bárbaros y su acción devastadora con la del mítico caballo de Atila.

Y para que no faltara nada, tenemos también la visión humorística de los hechos, realizada en clave "ubedí", a través de personajes prototipos de nuestra ciudad, con sus peculiares rasgos lingüísticos.

En fin, considero que la lectura de este número extraordinario del semanario ubetense puede ser una buena forma de apreciar cómo se vivió hace un siglo, tanto en nuestra ciudad como en el resto del país, uno de los acontecimientos que ha marcado la historia reciente de España: el desastre del 98. Úbeda, al menos, sí supo estar a la altura de las circunstancias con esta publicación, merecedora de un puesto de honor en la historia de su actividad periodística.

Aurelio Valladares Reguero