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Ontología inexacta de la Semana Santa

Manuel Madrid Delgado

en Jesús. nº 48. Año 2004

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Prácticamente en todos los pueblos y ciudades de España, y especialmente de Andalucía, donde se celebran procesiones de Semana Santa hay una cofradía o hermandad que tiene por titular a Jesús Nazareno o al Dulce Nombre de Jesús. Y en cualquier caso, esta cofradía suele ser la más numerosa, la más antigua o tradicional, de la que más documentación se tiene y la que procesiona la imagen más venerada en el pueblo. Estas constantes son fáciles de adivinar en el conjunto de hermandades nazarenas de nuestro país.

En Úbeda también ha sido así durante decenas de años. Basta echar una ojeada a los programas antiguos de Semana Santa para ver que gran parte de ellos se encabezan con la imagen de Jesús... En los pregones de Semana Santa la imagen con más referencias y la procesión más nombrada es la de Jesús. El Señor de las Aguas ha sido durante muchos años la representación más exacta de nuestra Semana Santa, pues no en vano la cofradía de Jesús es la que más veces ha procesionado, la que mantiene costumbres más arraigadas, la que más documentación conserva y la que en dos ocasiones (último tercio del siglo XIX, alrededor de 1881, y 1977, con motivo de su IV Centenario) ha iniciado el resurgir de la Semana Santa.

Las cofradías de Jesús Nazareno son antiguas. Las primeras surgen allá por el último tercio del siglo XVI, y, a falta de datos más concluyentes, todo parece indicar que la Cofradía de Jesús Nazareno de Úbeda es la más antigua de esta advocación de Andalucía (sin duda, una de las primeras) y una de las más antiguas de España.

Prácticamente en todas las cofradías de Jesús Nazareno podemos encontrar una serie de rasgos comunes.

Primero. La mayoría se fundan en conventos de dominicos, como consecuencia de una bula papal que declaraba privativa de las casas de los Predicadores toda aquella cofradía que tuviera por objeto venerar el nombre de Jesús. Allí donde no existen conventos de dominicos, se funda en conventos de franciscanos, y muy residualmente (caso de Jaén) en conventos carmelitas.

Segunda. En las denominaciones originarias de estas cofradías está muy extendido el uso de advocaciones complementarias al Dulce Nombre de Jesús o Jesús Nazareno, como pueden ser “Cruz de Santa Elena” o “Santa Cruz de Jerusalén” y se hacen referencias a San Andrés, la Virgen del Rosario, Santo Domingo o Santa Elena.

Tercera. Muchas de estas cofradías celebraban originariamente su Fiesta Principal en el mes de enero, coincidiendo con la fiesta del Nombre de Jesús.

Cuarta. La mayoría de estas cofradías tienen una importante ascendencia eucarística.

Quinta. Prácticamente todas ellas procesionan imágenes de Jesús vestido con túnica de terciopelo morado bordado en oro y portando ricas cruces de estilo barroco.

Sexta. La imagen de Jesús ha sido a lo largo de los siglos la más venerada y procesionada, la que se utilizaba para interceder ante epidemias y demás catástrofes. Así ha sido en Cádiz, Jaén o Úbeda ante epidemias de peste o de cólera, ante sequías o guerras.

Séptima. Por lo general, el hábito penitencial de los cofrades incluye una importante componente morada y se suele caracterizar por su sencillez y sobriedad. Desfilan penitentes con cruces. La mayor parte de dichas cofradías procesionan en Viernes Santo.

Sin duda, los rasgos anteriores no agotan todos los posibles, pero lo que sí resulta interesante es ver cómo en la Cofradía de Jesús de Úbeda prácticamente coinciden todos los rasgos anteriores, lo que puede ilustrar sobre el peso de la historia en la cofradía.

La significación histórica de Jesús en Úbeda es muy grande y su importancia dentro de la Semana Santa resulta imprescindible para poder entender lo que ésta fiesta significa dentro de las celebraciones religiosas y festivas de la ciudad. Hoy, sin embargo, parecen correr tiempos distintos, y en las modernas interpretaciones de la Semana Santa, ese peso histórico queda algo apartado.

Nuestra Semana Santa se encuentra encantada por el mito de la renovación, y las imágenes y cofradías que se asocian a lo nuevo (que suele ser aquello que mira hacia lo foráneo) ocupan los primeros puestos en el “ranking de popularidad” fijado por los ubetenses. En este ambiente, la significación que algunas cofradías tenían dentro de nuestra Semana Santa, parece ir perdiendo posiciones. Especialmente, la significación de la cofradía nazarena y la devoción hacia Jesús da la impresión de haber mermado mucho, sobre todo entre los más jóvenes, que no encuentran en su procesión “aburrida” ningún aliciente. Las miras semanasanteras no están puestas ya en la sobriedad centenaria de la procesión de Jesús, en su salida solemne y austera, en su hábito penitencial poco espectacular, en la sencillez histórica de la campanilla y el Pendón de Jesús.

El presente y el futuro de nuestra Semana Santa se escribe sobre una popularidad creciente de las cofradías de la Sentencia y la Virgen de Gracia, cuyo “moderno” modo de procesionar conecta mejor con los gustos de una sociedad que, como la ubetense, en gran parte se ha “educado semanasanteramente” de la mano de las retransmisiones de Canal Sur. Y es que resulta indudable que el impacto de la Semana Santa según Canal Sur ha sido intensísimo entre los jóvenes, dando lugar a un encantamiento –difícil de romper- por las formas y maneras procesionales emitidas hasta la saciedad por la televisión oficial andaluza.

En el foro de Semana Santa de la web “Cruz de Guía”, nada más terminar la Semana Santa del año pasado y en relación con la retransmisión de la procesión de Jesús por Canal Sur, un tal Antonio M. Medina Gómez decía que cortaron la retransmisión de la entrada de la Virgen de las Angustias –de la cofradía de los Gitanos- en La Campana de Sevilla para retransmitir la salida de Jesús y que comenzó a bostezar. Este ejemplo ilustra a la perfección lo que está pasando con nuestra Semana Santa: gusta, divierte, entretiene lo que es como lo de los Gitanos de Sevilla, o cofradías por el estilo, mientras Jesús hace bostezar. Lo que gusta es lo que entretiene. No lo que plantea los retos del peso de la tradición, sino lo que no aburra, lo que se pueda vender televisivamente al son de marchas pegadizas y bailes de los tronos. La Semana Santa no sería ya una cuestión de punzadas que llegan al corazón porque se han mamado desde la primera sangre, sino una cuestión de gusto, de diversión, un entretenimiento músico/festivo para las tardes y las noches de la primavera.
Pienso que muchas de las críticas hacia la Procesión General también vienen dadas porque “hace bostezar.” Con la mano en el corazón, ¿alguien piensa sinceramente que se propondría hacer la Procesión General cada cinco años, o que se pensaría en la desaparición de esta Procesión, o que se le buscarían veinte mil pies al gato para que siga saliendo el Viernes Santo, si fuera realmente posible que todos los tronos salieran a andas y con bandas de música detrás marcando el paso? Nadie lo diría, y todos los sacrificios y esfuerzos serían válidos, porque entonces la Procesión General no aburriría. Sería como la Virgen de las Angustias en la Campana de Sevilla.

La popularidad de lo nuevo, de “lo que se parece a”, está llevando a algunas cofradías a una carrera desmedida de cambios “radicales” (esto es: cambios en la raíz de la “forma de ser” de la cofradía) para no perder sus particulares cotas de público, porque al final, como se trata de entretener lo que cuenta es que haya mucha gente en la calle viendo la procesión. La gente en las aceras mide el éxito de la cofradía, indica la eficacia de su capacidad para divertir y entretener.

Que hay menos gente en la salida de Jesús es algo evidente: la Cofradía de Jesús parece que no es eficaz a la hora de divertir y entretener. Y es que, seguramente, para el nuevo sentimiento cofrade no merece la pena bajar a las siete de la mañana hasta Santa María, porque lo de Jesús aburre, sobre todo después de haber estado toda la madrugada la Sentencia en la calle. Tras de las “emociones” de la Sentencia, Jesús hace bostezar. Y así, habrá quién proponga cambios profundos, radicales (de raíz) en la Cofradía, “mirando hacia”, si ésta quiere volver a ocupar un puesto privilegiado dentro de la popularidad semanasantera. Las técnicas de mercado para conquistar espacios de audiencia o de público sustituyen a la devoción; la necesidad de parecerse a lo que se ve en televisión sustituye al respeto por la propia historia: la reinterpretación de la voluntad creadora de nuestros mayores sustituye a la tradición entendida como legado de las generaciones que durante siglos se han acercado a imágenes muy concretas para rezar, y que hicieron de la Semana Santa una acumulación de vivencias heredadas y repetidas con la fidelidad de lo que duele y lo que se ama. La devoción ha degenerado en una cuestión de mera popularidad.

Nuestra Semana Santa vive una época confusa, un periodo incierto entre el pasado que comenzaron a escribir nuestros bisabuelos, y que nuestros abuelos y nuestros padres hicieron grande a partir de la postguerra, y el futuro que escribimos nosotros y escribirán nuestros hijos. Sobre la reconstrucción de la Semana Santa en la postguerra, concretamente, se vierten constantes dudas y se hace cundir la idea de que nuestros abuelos no hicieron tras la Guerra Civil otra Semana Santa porque no pudieron. Con lo cual, lo que se nos dice es que si hubieran tenido los medios habrían hecho una Semana Santa similar a la típica de la Baja Andalucía. Ahora bien: basta releer los textos de la época que pueden servir para construir una ontología de nuestra Semana Santa, para darse cuenta de que esto no es cierto: nuestros abuelos no construyen una Semana Santa con la sensación de carencia o de limitación, sino que construyen un modo procesional que entienden se ajustan a lo que pudiera constituir el “ser ubetense” y a la particular forma de entender la existencia propia de un legado sobrio y sin la exultación vital del barroquismo de la Baja Andalucía.

La Semana Santa es pervivencia del pasado, repetición de estampas y sentimientos, ritos que se renuevan cada primavera. En este tiempo incierto que vive la nuestra, ese pasado parece no contar sino como plataforma desde la cual impulsar un futuro completamente distinto, al modo de la Gracia y la Sentencia. Ya hay cofradías que han iniciado ese camino sin retorno hacia el futuro. La brújula hacia ese mañana está en manos de las cofradías de la Virgen de Gracia y del Señor de la Sentencia. Lo bueno, dice el nuevo norte semanasantero, será lo que se oriente hacia el modo que marcan esas dos “hermandades y cofradías de nazarenos.”

La sociedad del ocio, del consumo y de la satisfacción personal también parece haber inundado, vía ondas televisivas, nuestra Semana Santa. Canal Sur vende un producto semanasantero muy específico: el propio de la Baja Andalucía y más concretamente de Sevilla. La cofradía de Jesús Nazareno de Jerez también protesta en su web oficial por la “sevillanización” de la Semana Santa jerezana. La “sevillanizacion” en sentido amplio, parece ser una nota característica ya de todas las procesiones pasionales de Andalucía. O sea, se está implantando una uniformidad general en el aspecto semanasantero que acaba, progresivamente, con los modos particulares de entender la fiesta grande de la primavera andaluza, modos, que al cabo, son, o eran, manifestaciones de la pluralidad consustancial a una sociedad que como la andaluza se reclama rica culturalmente.

Y es que toda la Semana Santa andaluza se pretende vender como si fuera uniforme. Tan machaconamente se ha repetido esto, que parecen no tener sentido otros productos cofradieros distintos, a ruedas, sin bandas sonoras de “timbales y cornetas” que sustituyan la reciedumbre de los tambores y trompetas, sin “levantás”, sin palios que balancear y mecer… sin nada que pueda “vender”, porque es muy difícil colocar un producto así en el mercado. Lo decían los cámaras de Canal Sur cuando vieron los tronos de Jesús en Santa María en la madrugada del pasado Viernes Santo: ¿cómo vendemos esto, qué hacemos con esto?... ¡Qué poca visión de marketing procesional tuvieron nuestros abuelos y nuestros padres a partir de 1939!

A través de Canal Sur se ha impuesto unos cánones cofradieros y procesionales que hoy impregnan toda Andalucía. La diversidad se ha resentido fuertemente y se avanza hacia una homogeneización de la mayor parte de la Semana Santa andaluza. Dentro de unos años dará igual ver una procesión en Úbeda, Granada, Sevilla o Guadix, porque todas serán muy similares por lo que respecta a su modo de procesionar, a su puesta en la calle. Modos que serán más valorados cuanto más se ajusten al canon impuesto televisivamente. Esto, guste o no, nos empobrece a todos los andaluces. Y es que la “sevillanización” (que no es más que un nombre concreto, y quizá inadecuado, para un fenómeno generalizado y denunciado en multitud de foros semanasanteros andaluces) es empobrecimiento, aunque sus voceros (los que el amigo Pepe Fuentes denomina “Cofradía de los Internautas”) se empeñen en decir que nuestra Semana Santa es mejor porque ya tiene cofradías que desfilan según los nuevos moldes.

La Semana Santa de Úbeda vive su particular “98”, una profunda crisis de identidad. Nada más disparatado, más rompedor de la identidad procesional de Ubeda, que el “cambio” con que este año nos sorprende la Procesión General que, tras más de cien años, deja de ser un Vía Crucis plástico insuperable para ser... ¿qué? Sobre el futuro de la identidad de nuestra Semana Santa se ciernen mil interrogantes, que será conveniente despejar cuanto antes con serenidad, sin aspavientos, con razonabilidad, con conocimiento del pasado, con control sobre los cambios.

Pese a esta necesidad de reflexión –o para escapar a ella- hay cofradías que han comenzado, ya, a quitar ladrillos de los cimientos para ponerlos sobre el tejado. El edificio de nuestra Semana Santa se está resintiendo y algunos, abiertamente, propugnan que, como los cimientos actuales no son capaces de sostener el nuevo edifico semanasantero (sin orden cronológico, sin Procesión General, con el mayor número posible de tronos a andas, con dos o tres o cuatro procesiones en la calle...), lo que hay que hacer es comenzar a construir un edificio nuevo con cimientos nuevos.
Frente a esta uniformización generalizada que se produce en Andalucía, las cofradías de Jesús Nazareno, por el peso que en las mismas tiene la tradición local, son prácticamente las únicas que ofrecen cierta resistencia, lo que hace que resulte impensable su entrada en el bombo de la rifa de popularidad según televisión. A no ser que Canal Sur cometa “errores” como el del año pasado cuando vino a grabar nuestra procesión y se encontró con que no era lo que ellos pensaban.
La Semana Santa ubetense (que es la que nace en la posguerra) vive tiempos difíciles, que son precisamente estos en que parece haber perdido sus maneras y sus costumbres para importar lo de fuera. En esta encrucijada muchos miran hacia la Cofradía de Jesús, con el firme convencimiento de que “cuando caiga Jesús” (o sea, cuando Jesús “se modernice” según su concepción) habrá caído el eslabón más importante que ata a la Semana Santa de Úbeda con el pasado de su propia particularidad y ya todo será posible.

Nuestra obligación, pues, no es otra que mantener vivos los lazos que nos atan con tantos ojos como han mirado el silencio azul de las madrugadas de Viernes Santo en la puerta de la Consolada. Pero no como muestra de empecinamiento, sino muestra de coherencia con lo que ha sido, y significado, la Cofradía de Jesús.

Manuel Madrid Delgado

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