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Úbeda

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Recuperación liberal de Úbeda

Manuel Madrid Delgado

en Ibiut. Año XXIV, nº 140. Junio de 2005, pp. 11-12

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La historia de una ciudad es el resultado de la narración que sobre ella hacen sus historiadores. Y así, en Úbeda, de resultas de la historiografía oficial tenemos una historia de la ciudad profundamente conservadora: historia que congela en la retina de los lectores un pasado supuestamente glorioso y anclado en el siglo XVI y luego un cúmulo de desastres, que serán tanto peores cuanto más se alejen los dirigentes que la ciudad tenga en cada momento de las eternas glorias y esencias locales, que no son otras que las asentadas sobre las piedras de Santa María o El Salvador. Esas esencias se ligan, por otro lado, a estructuras espirituales inmutables, a tradiciones que, utilizadas como exclusivo vehículo narrativo de la historia, degeneran en bálsamos momificadores de la compleja realidad histórica. La historiografía local ha creado un prisma conservador, que excluye cualquier interpretación de la historia de Úbeda que no pase por el lamento permanente ante la desamortización de Mendizábal, por el elogio de los años de la Restauración o por el vilipendio de los años de la II República sin tener en cuenta la realidad social, económica y política del momento.

Y sin embargo hay otra historia de Úbeda.

En su obra El secreto de España Juan Marichal sistematiza una teoría de la historia de España desde la filosofía liberal. España no sería la patria truculenta pintada por Gutiérrez Solana sino una larga experiencia –muchas veces frustrada– de la libertad. A los nombres de la historia nacionalista de España y a sus mitos fundadores (Covandonga, Don Pelayo, El Cid, San Fernando, Otumba, Trento, Lepanto, la Armada Invencible, el Alcázar de Toledo), a esa mitología militarista y ultracatólica –aún viva– de la historia de España, Juan Marichal y los pensadores liberales oponen los nombres de los erasmistas del Renacimiento, de los padres Mariana y Suárez, de los ilustrados y los constitucionalistas de Cádiz, de Giner de los Ríos, Unamuno, Azaña, Pablo Iglesias, Ortega y Gasset o Indalencio Prieto. La España liberal, laica, abierta e incluyente, receptiva a lo que se piensa y se crea en el resto de Europa y decisiva en el proceso de crecimiento espiritual del liberalismo occidental es la que Juan Marichal pone de manifiesto.

Esa “otra España”, más capacitada para facilitar la identificación sentimental española que la “España eterna”, comienza a ser reivindicada de manera cada vez más explícita en círculos intelectuales y políticos españoles, que asisten, con lógica preocupación, al viaje hacia las tribus –española, vasca, andaluza o catalana: tribus al fin– en que la política española lleva embarcada desde hace unos años. Y es que esa “otra España” puede ser el último amarradero patriótico para los españoles que nos se identifican ni con el ultranacionalismo español de la derecha ni con los nacionalismos tribales de Andalucía, Cataluña o el País Vasco.

Frente a esas dialécticas étnicas –entendidas como armas arrojadizas contra el vecino– comienza a argumentase la recuperación de la memoria perdida de España: los hombres –y sus obras– de la Institución Libre de Enseñanza, de la II República, del exilio... El secreto de España, de la España liberal y social, vuelve a alzar su voz de proyecto plausible, acogedor e incluyente en los términos del patriotismo constitucional de Habermas.

De igual manera que hay otra historia de España debe haber otra historia de Úbeda. Lo que ocurre es que a la historiografía local, al pensamiento ubetense, le falta una mente liberal que sepa bucear en ese fondo callado de nuestra historia para encontrar, e interpretar, la flecha liberal que atraviesa nuestra existencia como pueblo. Juan Marichal ha demostrado definitivamente la posibilidad de estudiar España desde otros prismas; debe ser posible acercarse a Úbeda desde parámetros diferentes a los rígidamente conservadores definidos por la historiografía local.

Tenemos ejemplos suficientes como para reflexionar sobre la historia perdida, desconocida, liberal, de Úbeda.

Nadie ha narrado las tensiones y nostalgias que debió provocar la paulatina supresión de la “democracia medieval” ligada al Fuero de Úbeda. Nadie se ha encargado de bucear en la raíz filosófica que impulsa a las elites locales a sumarse a la revuelta de las Comunidades. Nadie ha investigado la presencia en tanto convento ubetense de religiosos alineados con las teorías humanistas de los seguidores de Erasmo o de la Escuela de Salamanca: ¿todos fueron ocultistas e incultos, integristas y meras comparsas de procesiones y rogativas? Falta una historia de la Úbeda liberal del XIX, una correcta interpretación de las exclaustraciones de 1820, 1836 o 1868, una teoría de las juntas liberales locales, una historia veraz de la I y la II República. Falta una historia del movimiento obrero en la ciudad a lo largo de los siglos XIX y XX, una historia de los círculos republicanos y socialistas. Desconocemos la visión de Úbeda que tienen los vencidos, humillados, tras la victoria nacionalista en la Guerra Civil. No existe, al cabo, una sistematización de todos esos secretos de nuestra historia que nos permitirían obtener otra visión de Úbeda.

Y sin embargo, urge recuperar esa historia de Ubeda que sigue siendo una gran desconocida. Porque si no somos capaces de escribir nuestra historia de la libertad, Úbeda será por siempre esa Mágina que Muñoz Molina dibuja en El jinete polaco: una ciudad gris, oscura, antigua, anclada en la nostalgia de su gloria perdida y sin opción de futuro. Una ciudad que abre las puertas de su muralla para invitar a huir hacia otros aires, más altos, hacia otras ciudades más amables con el espíritu de la libertad.

Urge, al fin, una interpretación liberal de nuestra historia, una recuperación liberal de Úbeda.

Manuel Madrid Delgado

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