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Estampas de un día de abril

Manuel Madrid Delgado

en Ibiut. Año XXIV, nº 143. Junio de 2005, pp. 11-12

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Estampas de un día de abril

A mi abuelo Juan, que murió en diciembre
sin renunciar a las ideas que defendió de joven

I
De pronto, en España irrumpió la República.
El 12 de abril le preguntaron a Fernando de los Ríos por el resultado de las elecciones municipales. Contestó que en dos años habría República. Dos días después era ministro del Gobierno Provisional. La historia había parido uno de esos extraños momentos en que la calle se llena de caras que buscan un argumento. En las bocas se dibuja una sonrisa. Las manos, nerviosas, se esconden en los bolsillos esperando que algo pase. Y ese algo pasó, casi repentinamente. Un clamor, una bandera tricolor que irrumpe en las calles de Madrid, el Rey que se marcha, las Juventudes Socialistas que acordonan el Palacio de Oriente para proteger a la familia real, la Guardia Civil que se cuadra ante los nuevos ministros en la Puerta del Sol. Y la marea alegre que se extiende por toda la nación... Pequeños gestos que cambiaron la historia de España y la vistieron de fugaz esperanza en los días de la primavera de 1931.

II
Aún cuando las actas municipales suelen ser fríos documentos administrativos, hay ocasiones –trascendentales ocasiones– en las que una emoción se cuela por entre sus líneas. Así ocurre con las actas de los días de abril de hace setenta y cinco años.
El 15 de abril celebró Pleno el Ayuntamiento de Úbeda, en cumplimiento de las órdenes del Gobierno Civil que ordenaba entregar la institución a los concejales de la coalición formada por republicanos y socialistas elegidos el día 12. El Alcalde, D. Ramón Díaz Catena, entrega la vara de mando a D. Alfonso Moreno Biedma, concejal más votado en las elecciones municipales. Antes de abandonar la presidencia, el Alcalde saliente grita un Viva la República que es coreado por todos los que llenan el Salón de Plenos.
El señor Moreno Biedma da cuenta de la composición de la Junta de Gobierno Provisional, que preside D. Baltasar López Ruiz y de la que forman parte, en calidad de vocales, D. Juan Cuadra Catena, D. Cristóbal Molina Cabrera, D. Antonio Cruz Rodríguez y él mismo. Continúan las formalidades y D. Alfonso entrega la vara de mando a D. Baltasar, el presidente de la Junta, que toma posesión de la Alcaldía y da posesión de sus puestos a los concejales electos. Estos son ovacionados cuando pasan a ocupar sus puestos.
Tras esto, D. Baltasar López se dirige a los presentes. “¡Señores ciudadanos! Desde este momento queda declarada oficialmente en Úbeda la República”. Dice que el acto es sencillo, como todos los que se están haciendo. Embargado por la emoción no puede continuar hablando. Y vuelven a irrumpir los aplausos de los presentes. En este punto el acta –fría, metódica– no puede hurtarle su momento a los sentimientos.
Pide la palabra el ciudadano D. Victoriano García, presente en el Salón de Plenos en ese momento histórico. Recuerda a ilustres republicanos de la ciudad: D. Adriano Moreno, el médico humanista D. Joaquín María Cuadra, D. Francisco García Pretel. Anhelaron ese momento en que la libertad y la justicia, ajenas a lo que luego hubiera de venir, imponían su feliz reinado en todas las gentes de España. Pidió un momento de silencio para honrar su memoria en esa hora histórica. Los concejales Moreno Biedma y Cuadra Catena agradecen el recuerdo de sus padres.
Y continúa el acta narrando los hechos de aquella mañana histórica. El republicano Cuadra Catena pide que conste un saludo de despedida al “ex-Rey Alfonso XIII”, porque al abandonar el país “con hidalguía y caballeresca conducta” había hecho posible, evitando disturbios y colisiones, que la República se proclamase en un ambiente sereno y de paz.
Todo termina cuando el nuevo Alcalde iza la nueva bandera de España –roja, amarilla, morada– en la fachada principal del Ayuntamiento. En la plaza abarrotada la Banda Municipal interpretaba La Marsellesa, que no era en ese momento himno nacional francés y que sonaba, alegre, en cada revolución liberal de Europa.
Tres días después se constituyó el nuevo Ayuntamiento, con D. Alfonso Moreno Biedma en la Alcaldía y D. Baltasar López Ruiz, D. Juan Cuadra Catena, D. Cristóbal Molina Cabrera, D. Antonio Cruz Ruiz y D. Blas Duarte Ortiz como tenientes de Alcalde. D. Agustín Quesada Prieto y D. Ildefonso Sarmiento García fueron nombrados Síndicos. Ese 18 de abril toma la palabra –en nombre de la minoría centrista– el ferviente monárquico, Alcalde que fuera de Úbeda, D. Baltasar Lara Navarrete. Manifiesta su apoyo a la República en todo lo que sea bueno para Úbeda y España; muestra su satisfacción porque el gobierno municipal ha sido ocupado por hombres que merecen toda confianza.

III
República de hombres burgueses. Ilustrados. Criados en el espíritu de las generaciones del 98 y del 14. Hombres en los que aletea el espíritu de Giner de los Ríos. Quizá la imagen más feliz de la República es la del bueno de Antonio Machado izando la bandera republicana en el Ayuntamiento de Segovia. Él encarnó, como nadie, el espíritu ético de la República: su amor a España –sin matices–, la voluntad de mejorar la vida de los humildes, el convencimiento de que sólo desde una educación pública se podría construir una patria digna y habitable para todos los españoles. República sostenida por hombres de profundo sentimiento patriótico. Que nació en primavera, como para sostener su leyenda.
Luego, vinieron los errores, las políticas en las que faltó generosidad para desarmar los argumentos de los que desde el primer día llamaron a la guerra contra el régimen republicano: he ahí el ejemplo del cardenal Segura.
El acta del Ayuntamiento de Úbeda puede ser la de cualquier ayuntamiento de España: grupos de hombres emocionados, sensibles, que acuden con sus esperanzas intactas y sus sueños largamente labrados en tertulias de botica a izar la que Manuel Tuñón de Lara llamó “bandera del pueblo de España” mientras el aire húmedo de la primavera agita los corazones. Mirando atrás, leyendo esas líneas, añoramos lo que hubiera podido ser si aquella aventura democrática no se hubiera truncado, asfixiada por los radicalismos de la izquierda y la derecha. Malamente podía sobrevivir en la Europa de Hitler y Stalin la República sostenida por el patriotismo de Azaña y los versos de Machado.

IV
En abril de 1939 –¡qué diferente primavera!– terminó la República. Cautivo y desarmado “el ejército rojo”. Llenas las ciudades españolas de ruinas, de rencor y odio. De viudas y huérfanos. De lisiados. De vencedores y vencidos. No comenzó la paz, sino la Victoria. Y muchos españoles tuvieron que huir, salir de su país. Aún estremecen las imágenes de nuestros compatriotas saliendo por la frontera francesa, entre la nieve y el frío. Derrotados, sin esperanza, sin país.
Muchos se marcharon al México de Lázaro Cárdenas, que acogió a gentes sin nombre, pero también a muchos intelectuales, científicos, profesores. Fueron ellos los que crearon allí los colegios españoles para mantener vivo el espíritu liberal de la Institución Libre de Enseñanza. Muchos de esos colegios aún continúan abiertos.
Y en ellos, cada 14 de abril, los niños y niñas se reúnen en el patio en torno a la bandera mexicana y a la bandera tricolor de España. Y cantan el Himno de Riego, con la ingenua estrofa escrita por Machado que dice: “España de nuevo resurge / y es tan alto y tan grande su honor / que en el hombre es un timbre de gloria / el nacer y sentirse español”. Nacer y sentirse españoles: hacer de eso un honor fue el reto de la República. Y lo cantan los niños mexicanos.

Manuel Madrid Delgado

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