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En los turbulentos sucesos de la última fase de la Reconquista, y más concretamente en la lucha fraticida entre Pedro I "el Cruel" y el bastardo Enrique II de Trastámara, surge el nombre de Pero Gil, envuelto entre la historia y la leyenda, circunstancia que sin duda ha influido en el nacimiento de relatos populares en torno a este personaje, tan propicios siempre para la recreación literaria.
Quizá, para empezar, lo mejor sea tratar de fijar en la medida de lo posible los límites históricos del caso que nos ocupa.
1.— Pero Gil: un personaje entre la historia y la leyenda.
Creo que está sobradamente demostrado que el "Pero Gil" que aparece en documentos reales como aliado del rey moro de Granada saqueando Jaén y Úbeda e intentando lo mismo, aunque con menos suerte, en Andújar y Baeza, es el propio rey Pedro I de Castilla. Ya lo había apuntado en su día Menéndez Pelayo, pero quien dejó definitivamente zanjada la cuestión fue Ángel de los Ríos y Ríos en su memorable trabajo "Cómo y por qué se llamó a Don Pedro el Cruel, Pero Gil", publicado en el Boletín de la Real Academia de la Historia (XXXVI, 1900, pp. 58-65). Las pruebas aportadas por este investigador son tan contundentes que los tratados de historia vienen ya aceptando desde entonces que los nombres de Pedro I y Pero Gil se refieren a la misma persona. Por citar sólo un ejemplo, aunque muy significativo, en la Historia de España fundada por R. Menéndez Pidal, máxima empresa de la historiografía española de los últimos tiempos, en el volumen XIV, redactado por los historiadores Luis Suárez Fernández y Juan Regló Campistol (Madrid, Espasa Calpe, 1966, pp. 7 y 39), se confirma la misma opinión e incluso se agrega algún dato más en el mismo sentido.
La explicación de este asunto no parece muy difícil de entender, máxime si tenemos en cuenta los manejos y procedimientos poco ortodoxos, habituales en los círculos políticos de esta etapa tan convulsa de nuestra historia.
Si Pedro I consideraba ilegítima la pretensión del trono por parte de su hermano Enrique alegando la condición de bastardo de éste, el pretendiente se va a servir de todos los medios para devolverle la misma moneda. A tal efecto, propagó la versión de que Pedro I no era hijo del rey, sino de un judío perteneciente a la familia de los Condes de San Gil, permutado por la hija del rey nacida el mismo día. Evidentemente, como el triunfador de la guerra fraticida fue Enrique, la leyenda se divulgó y esto explica que en los documentos relativos a privilegios concedidos por el nuevo monarca no se mencione a Pedro I, sino a Pero Gil, nombre al que suelen acompañar los calificativos de "traidor", "tirano", "hereje" y otros del mismo calibre.
Entonces, se preguntará alguien, ¿de dónde vienen las noticias recogidas por nuestros historiadores jiennenses admitiendo la existencia de Pero Gil, uno de los "doce leones" de Úbeda, señor de la Torre de su nombre y servidor de Pedro I en las luchas de éste contra su hermano? Todo parte de la Nobleza de Andalucía, obra escrita a finales del siglo XVI por Gonzalo Argote de Molina, quien no se percató de que "Pero Gil" había sido un invento de Enrique II para afrentar la figura de su hermano y de esta forma justificar su llegada al poder. De tal manera que el historiador, cuando le aparece este nombre en crónicas y documentos antiguos referido siempre al bando contrario a Enrique II, piensa con cierta lógica que tiene que tratarse de un servidor de Pedro I. Y así, con este error de apreciación abrió Argote un precipicio en el que sucesivamente fueron cayendo historiadores posteriores (Jimena Jurado, Martínez Mazas, Ruiz Prieto, Cazabán Laguna, etc.), que no dudaron de la veracidad de una obra de la categoría de la Nobleza de Andalucía, básica y fundamental para la historia de la provincia de Jaén. Desde comienzos de este siglo, con la revelación de la auténtica identidad de "Pero Gil", los historiadores jiennenses, si bien siguen ofreciendo la versión tradicional, empiezan ya, al menos, a manifestar sus dudas al respecto (algunos artículos de la revista Don Lope de Sosa, Pasquau, etc.), aunque hay otros, tal es el caso de Ginés Torres Navarrete, que siguen manteniendo la postura primitiva.
No es mi intención detenerme en un análisis más detallado de las dos teorías, porque la exposición se haría excesivamente prolija. Pero sí quisiera llamar la atención sobre el texto de Argote, punto de partida de este conflicto interpretativo, porque allí se vislumbran algunos detalles un tanto oscuros que revelan (al menos así lo estimo yo) que dicho autor se movía en un terreno bastante resbaladizo. Por ejemplo, cuando en el capítulo 96.° del libro II nos habla de la gesta de los doce caballeros de Úbeda que vencieron en un reto a otros tantos moros durante la toma de la plaza de Algeciras por el rey Alfonso XI (1344), comienza diciendo: "Refieren las memorias antiguas...", con lo cual queda muy en el aire la fuente de información de que se sirvió. Pero hay más, porque al llegar al nombre de los caballeros se expresa así: "Los nombres destos Cavalleros escrive el Bachiller Iorge de Mercado fueron.." (y aquí se cita a once de ellos) y agrega a continuación: "Del vltimo Cavallero de los doze no pone el nombre, presumesse, fuese el traydor de Pero Gil, de quien adelante se hará memoria, y por esta causa fue aquí borrada la suya" (Sevilla, Fernando Díaz, 1588, fol. 223r-v). No se pierda de vista el nombre acompañado del calificativo "traidor". Incluso hay otro detalle que no debe pasarse por alto: se dice curiosamente que estos valientes ubetenses solicitaron al rey, es decir, a Alfonso XI, que diese por armas a Úbeda una corona y doce leones por orla; que no hubo tiempo para tal concesión, lo que sí haría más tarde, el 12 de agosto de 1369, el rey Enrique II, justamente el usurpador del trono y creador del nombre de "Pero Gil".
Luego ya, en los capítulos 115 y siguientes, al referirse Argote al saqueo de los moros de Granada en las ciudades de Jaén y Úbeda, así como al ataque a Córdoba, Andújar y Baeza, hablará de que con ellos iba Pero Gil, "señor de la Torre de Pero Gil", que seguía la parte del rey don Pedro y estaba enemistado con los de aquella ciudad (Úbeda) por haberle echado de ella (fo. 237r-v).
Lo cierto es que la acción devastadora de los partidarios de Pedro I, ayudando a los moros, en Jaén y Úbeda se debía a que la nobleza de estas dos ciudades seguía la causa de Enrique, lo que explica que, cuando éste llega al poder, conceda privilegios a Úbeda (1369) porque "Bien sabedes, en como el traydor, hereje, tyrano de Pero Gil fizo estruyr la ciudad de Vbeda con los Moros..." (fols. 238v-239r).
Me atrevo a pensar que, cuando Argote recopilaba datos para su magna obra, visitando, como sabemos, los archivos de las principales poblaciones jiennenses, entre ellas Úbeda, probablemente hizo caso de las versiones populares sin ahondar en la veracidad de las mismas. Porque parece cierto que las gentes de clases más bajas no vieron en Pedro I la figura de un rey "cruel", sino, en todo caso, la de un "justiciero". Quizá el pueblo nunca entendió que los nobles siguieran el partido del pretendiente ilegítimo y se prestaran a todo tipo de maniobras denigratorias para con el rey Pedro. ¿Estamos ante la venganza de las clases humildes frente a las poderosas? Yo así lo creo. Porque, además, resulta sumamente significativo que sea en Jaén y Úbeda, las dos ciudades que sufrieron la devastación de los seguidores de Pedro I donde surjan las leyendas en torno a Pero Gil, pero visto como un leal y fiel servidor del rey legítimo, quedando éste como un gobernante que sabe premiar esa fidelidad.
Aurelio Valladares Reguero
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