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Las niños expósitos: trescientos años de historia en Úbeda (III)

Ramón Molina Navarrete

en Ibiut. Año VI, nº 27. Diciembre de 1986, pp. 26-27

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Y LLEGARON DE OTROS PUEBLOS

Hasta ahora, no habíamos hallado, entre las anotaciones de los libros, casos de niños abandonados de otros pueblos de la provincia y recogidos en Úbeda. Pero en el año 1634 encontramos la siguiente anotación: "El 3 de Octubre de 1634 se recibe un niño de Villacarrillo. Lo trajo Alfonso Muñoz, vecino de esta ciudad que vive junto al pósito". Dio cuarenta y cuatro reales de limosna y dijo estar el niño cristiano y llamarse Miguel Muñoz. Murió el pequeño a los dos meses justos, concretamente el 2 de diciembre de 1634.

A partir de estas fechas ya no cesará el hecho de recibir niños de otros pueblos limítrofes, siendo Villacarrillo y Villanueva del Arzobispo los dos más pródigos en enviarlos. Esto hace, sin duda, que se nombre un mayordomo en cada pueblo y que sea su misión encargarse de la recogida y el envío consiguiente a Úbeda.

LOS PRINCIPIOS DE LA CASA CUNA

Sabemos también que los mayordomos de la cofradía de los Niños Expósitos son en 1636 D. Alonso de Biedma, D. Diego de Coellar Salido y el sempiterno D. Francisco de la Torre.

Pero lo más destacado en estas fechas es que el Hospital del Espíritu Santo comienza a perder importancia en cuanto a ser el centro de recogida de niños abandonados. Esto se debe al hecho de habilitar una casa-cuna independiente al hospital. Sabemos de la existencia de esta casa ya en 1632. En un documento hallado de este año se dice: "Pago de los alquileres de la casa en que debe el ama de la cuna".

A partir de ahora será una tal Ana de Magañas la nueva protagonista. La casa de esta señora, en especial a partir de 1650, se convierte en el lugar oficial del abandonado. Se cita también, aunque en un segundo término, la casa de Cristóbal Martínez. Al principio creíamos que Ana y Cristóbal podían ser matrimonio y tratarse de la misma casa y más teniendo en cuenta que ambos eran "compadres" (padrinos de bautismo), de casi todos los niños expósitos. Pero posteriormente descubrimos que Cristóbal Martínez era uno de los nuevos mayordomos de la cofradía de ahí que se les dejase bastantes niños en la puerta de su casa.

A partir de 1659 es cuando se deja de citar a Cristóbal Martínez para ser Ana de Magañas la única protagonista. En lo que se refiere a los padrinos de bautismo, observamos ahora, sigue siendo Ana de Magañas la "madrina", variando constantemente el nombre del "padrino". Ana de Magañas deja de aparecer en los registros hacia 1666, para aparecer, a partir del 4 de octubre de 1671, María de Magañas ¿Familia de Ana?. Esta se convertirá a partir de ahora en la nueva protagonista de la historia de los recogidos.

LA ALEGRIA DE RECONOCER A UN HIJO

Pero todo no es triste en la historia de estos niños condenados al abandono y marcados con el hierro de la discriminación y las taras clasistas para toda la vida. Siempre hubo manera de rectificar, siempre hubo madres que rompieron con las barreras de la hipocresía, el miedo, la vergüenza y los tabúes sociales para ser madres por encima de todo, madres dispuestas al sacrificio, a la lucha, a dar la cara, a presentarse un día ante los mayordomos y decirles: "Vengo por mi hijo, aquél que...". Y entonces presentaban la señal, la contraseña, el lunar en la espalda, la medalla en el cuello, la marca a fuego en el muslo..., cualquier motivo de identificación era aceptado y suficiente para devolver la criatura a los brazos de la madre y entonces el abrazo, las lágrimas y sobre todo la alegría, la inmensa alegría de reconocer a un hijo, a su hijo, su propio hijo del vientre y del alma... Lástima que estos casos fueran tan exiguos.

Así, y a modo de ejemplo, diremos que en 1650, de 64 niños abandonados (32 varones; 29 hembras y 3 no se especifican. De los cuales dos eran de Villacarrillo y uno de Villanueva del Arzobispo), sólo dos fueron reconocidos por sus madres. ¿No muchos, verdad? Así todos los años... La madre que llega, la identificación del niño y la entrega. Como hecho curioso diremos que el 11 de marzo de 1653, "le echaron al letrado Mora una niña que se le llamó Francisca". Fue bautizada en San Isidro, siendo compadres Luis Solana e Isabel Gallego. A los cuatro días vino su madre a reclamarla y a llevársela. Bastó con decir: "Mi hija tiene seis dedos en el pie derecho". Y le fue entregada.

UN ESTUDIO COMPLETO DEL AÑO 1650

También, como curiosidad, hemos hecho un estudio completo del año 1650 (año que ya hemos mencionado), con nombres, día del abandono, fallecimientos, prohijamientos... De todo ello diremos —y sirva como punto de referencia de toda esta época—, que el niño que procedía de Villanueva se llamaba Blas y fue entregado el 6 de enero, festividad de los Reyes Magos y domingo. Los niños procedentes de Villacarrillo se llamaban Manuel y Juan. Manuel fue entregado en enero y Juan en marzo.

En cuanto a los meses y su relación con el abandono, diremos que en Enero fueron abandonados cinco. En febrero, tres. En marzo, cinco. En abril, ocho. En mayo, tres. En junio, tres. En julio, nueve. En agosto, seis. En septiembre, cinco. En octubre, tres. En noviembre, cinco y en diciembre, nueve.

Como fechas a destacar en este año, diremos que el 1 5 de abril, Viernes Santo, fue dejada una niña en casa de Melchor de Molina y que se llamó Isabel Ana de la Pasión y que el 24 de diciembre, Nochebuena, se abandonó una niña a la que llamaron María. Ambas murieron.

Igualmente diremos que de los sesenta y cuatro casos de niños abandonados, murieron cuarenta y nueve; se prohijaron uno; dos —como dijimos—, fueron reconocidos por sus madres (ambos casos fueron niñas. Ana, que vinieron sus padres y Francisca Teresa, que vino su madre), y doce no se especifica.

En este año se pagaba hasta un real por día de ama, aunque lo normal eran veinte reales al mes. Los entierros de los niños costaban también algo parecido, un real.

EL AÑO DE LA PESTE

Continuando nuestro recorrido por la historia, pasamos de 1650 a 1681. Y de golpe recordamos que estamos en el famoso año de la peste. Úbeda, contagiada inevitablemente por el temido mal, agonizaba al pie de las escalinatas de las iglesias, hospitales y conventos. Inmediatamente estudiamos el año en lo que se refiere a los expósitos y comprobamos que fueron abandonados cincuenta y cinco niños. De ellos, cuatro fueron reconocidos por sus madres. De seis no se especifica nada. Del resto —cuarenta y cinco—, se sabe que murieron.

En estos días, el hambre, la miseria y la tristeza eran las tres realidades que reflejaban los rostros de las gentes. Para los mayordomos de la Cofradía y para la cunera María de Magañas, el principal problema era encontrar un ama para lactar a los pequeños abandonados, de ahí que la palabra que ahora se añade al folio de la mayoría de los niños es 'desaviado'; y por consiguiente y casi sin piedad, muy cerca de ella, la cruz, una vez más la cruz angustiosa de la muerte.
(Continuará)

R.M.N.