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Úbeda

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La lenta agonía de las puertas y murallas de Úbeda (I): La Puerta de Toledo

Ginés de la Jara Torres Navarrete

en Gavellar. Año VIII, nº 92. Julio de 1981, pp. 5

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Hemos estudiado lentamente, cual paciente benedictino, la actuación de la piqueta arrebatando a Úbeda las piedras y la historia de sus recias murallas y torres: aquellas que la hicieron famosa por las muchas que la defendían.

Y vamos a recorrer el doloroso viacrucis de estas piedras maltratadas y haciendo la primera estación en la Puerta de Toledo, continuaremos Rastro abajo describiendo la situación de cada una de las puertas del recinto amurallado de la ciudad. Acabadas de recorrer éstas, continuaremos con las puertas que defendían los arrabales desde la calle Valencia a la de San Cristóbal, siguiendo los pasos de la piqueta por el Alcázar y el resto de da cerca hasta contar documentalmente la historia triste de las dieciséis puertas que defendían Úbeda: ni una más, ni una menos, según mis rastreos investigadores. Así lo dice la historia escrita, que no yo.

LA PUERTA DE TOLEDO, DE SU GRANDEZA A LA RUINA

Aparte del conocido romance atribuido a Jorge de Mercado sobre les murallas, la primera referencia que hemos hallado en el Archivo Histórico de la ciudad data del 17 de diciembre de 1526 (1). Este día entra en Úbeda el Emperador Carlos I y hace un alto ante la Puerta de Toledo, que por cierto era de doble entrada (2). De ahí que en muchos documentos se nos hable de «los arcos de la Puerta de Toledo», pues la noticia rigurosamente histórica dice: «... y estando Su Magestad entre las dos puertas de la Plaza de Toledo...» (3).

Ya, hasta 1611 no hemos hallado referencia alguna sabre esta puerta. El viernes 26 de agosto de dicho año, ayuntada la Ciudad acuerdan reparar el adarve de la Puerta de Toledo (4). Debió ser fuerte y hermosa, pues al no figurar posteriores reparaciones es presumible que aguantase por sí sola las embestidas del tiempo y de los hombres.

Un salto en el vacío del tiempo y llegamos a 1861, en que vuelven a ocuparse de ella y esta vez para sentenciarla a muerte.

EL COMIENZO DEL FIN

El final de la existencia de la Puente de Toledo comienza en 1861, pues en cabildo de 14 de noviembre, la Ciudad ordena que los peritos oficiales reconozcan los arcos de la misma, resentidos según noticias que le habían llegado. No fue su estado ruinoso el que acabó con ella, sino el progreso: «A fin de ensanchar la vía pública», ordenan su derribo en la sesión municipal de 14 de diciembre de 1865. Consultado el dueño de la casa levantada junto a esta puerta (hoy comercio Medel), dice: «... que en 1852 se le concedió el terreno que hay sobre el Arco de de la Plaza de Toledo y que no se opone a que se derribe si es de utilidad». Lo hacen constar así en el acta de 4 de enero de 1866 (5).

Pero la piqueta no intervino en aquella ocasión, no por respeto al arte y al pasado, sino quizá por falta de medios económicos para consumar aquel atentado a la historia.

Nueve años más tarde, otra intentona pidiendo su demolición. Este documento nos lega una noticia interesante, cual es la existencia en 1875 de los portalillos de la correduría. Estaba, pues, la Plaza de Toledo rodeada por entero de vistosos soportales. Dicen sobre el nuevo intento en el cabildo de 4 de noviembre de 1875:

«Don José Fernández Sainz pide autorización para proceder a la demolición del Arco y estribos del mismo situados en la Plaza de Toledo, obligándose a edificar sabre dicho terreno conforme al plano que presenta siempre que el Ayuntamiento le conceda la propiedad del que ocupan los portalillos donde hay se encuentra la Correduria» (6).

POR FIN, EL DERRIBO

Y al fin, casi ayer mismo, llegó la piqueta, y alegres los rostros de aquellos progresistas insensibles a lo hermoso y a lo bello, las piedras históricas de la Puerta de Toledo (comienzo del camino real de la imperial ciudad), dieron con su faz en la tierra sirviendo de cimientos a las nuevas edificaciones. Fue en 1876 cuando desaparecen los dos arcos de esta puerta y muralla que la escoltaban.

Aún la hermosa hechura de sus piedras rodando por el suelo, como aves de rapiña rondan el terreno que ocuparon los muros, y ahora descalabrado aquel rincón grandioso, los regidores de la ciudad quieren perderlo de vista porque «afea notablemente el aspecto público».

Consumado todo a gusto de todos, dicen en el cabildo de 28 de junio de 1876:

«Asimismo acordó que en atención a haber quedado un sobrante de terreno en el Arco de la Plaza de Toledo por consecuencia de la demolición de éste, que afea notablemente el aspecto público, y considerando como sobrante de la vía pública cuya venta por tanto es de la exclusiva competencia del Ayuntamiento, que pasen los peritos a justipreciarlo y que se anuncie su venta en pública subasta y se edifique con sugección al plano que se le designe».

Y en pública almoneda se vendió por unas cuantas monedas que nada resolvieron a la economía municipal. En el cabildo de 6 de julio de 1876 dos peritos municipales dan cuenta de la tasación del terreno que justiprecian en 625 pesetas. El lunes día 10 de julio de aquel año, a voz de pregonero en los sitios de costumbre, Úbeda asiste a la vil subasta de unos de los lugares más históricos de la ciudad: La Puerta de Toledo, ante la que desmontaron Carlos y Felipe, reconociendo sobre los Evangelios las franquicias y libertades de Úbeda.

Y, en efecto, aquel aciago 10 de julio, según consta en el Ayuntamiento, de 13 de este mes y año, al grito de «quién da más», la subasta fue rematarla en las mismas 625 pesetas de la tasación: ni un real más ni un maravedí menos. Juan de Gámez Montesinos fue el infortunado comprador, cuyo nombre tristemente ha recogido la historia.

Aquel año, por primera vez, la Patrona de Úbeda, mi «Virgen de las Aguas», a su retorno al Gavellar, ha de recorrer otras calzadas al estar interceptadas la Plaza del Cristo del Soldado y la Plaza de Toledo con los escombros del derribo.

Por primera vez retorna la Señora por la calle Cárcel, Plaza del Mercado, Montiel, Corredera, Plaza de Toledo, Mesones, Nueva hasta el Hospital de Santiago. Ya no pudo la «Chiquitilla» atravesar jamás aquella legendaria puerta ni contemplar a su Hijo clavado en la hornacina de la plazuela del Cristo del Soldado. De ver estaría atravesar la Señora aquellos arcos entre el gentío inmenso acá de los muros y allá de los extramuros. Sin duda alguna, Úbeda se quedó más pequeña y más pobre al perder aquella famosa puerta, guardiana de las gentes y de la historia de Úbeda. La Plaza de Toledo queda huérfana, y fea, y sin amparo los tras antes y los braceros que a la sombra bienhechora de sus piedras contaban las horas muertas, perdiéndose por la clave de sus arcos el eco de los hortelanos, de los panaderos o de los esparteros. Dicen que el reloj de la plaza dobló a muerto la primera noche que por el derribo de su puerta, El quedó desamparado...

Ginés TORRES NAVARRETE

(1) Los historiadores de Úbeda dan la fecha de 17 de noviembre. Fue el 17 de diciembre cuando el Emperador llega a Úbeda.
(2) Dice Madoz sobre insta puerta: «... la de la Plaza de Toledo en donde hay dos ingresos con dos arcas...».
(3) Sección de manuscritos del Archivo de Úbeda.
(4) Libro Acuerdos años 1610 F. 532 v.
(5) Este era Francisco Talavera y aquel terreno no fue cedido en 1852, sino en 1821, como consta en el cabildo de 17-8-1839.
(6) Esta se hallaba en la actual Inspección de Policía, junto a la torre del Reloj.