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Últimamente he pensado que la figura del inventor de palabras, variopinto personaje creado por Camilo José Cela, ya no es algo que pertenezca sólo al mundo de la literatura, sino que ha dado el salto al no menos variopinto (ya saben, la naturaleza imita al arte) universo de la política.
Recientemente hemos oído a algunos políticos utilizar en pleno, fragoroso y televisado paroxismo «pseudofeminista» y «antimachista a ultranza» expresiones como «jóvenes y jóvenas» y «ubetenses y ubetensas», no contentándose ya con las fórmulas consabidas de «ellos y ellas», «aquéllos y aquéllas» y, en general, «tod@s», en discursos tan vacíos de género como sobrados de «os», «as» y «arrobas».
Y he de confesar que esa misma opinión un poco cruel la extendía a todo aquel (y aquella) que parecía creer que hablar en público consistía sólo en no olvidar los componentes masculinos, femeninos y cualesquiera otros posibles en la especie humana, inventando neologismos con desprecio de las palabras que todos usamos en un burdo alarde de conformismo.
Hace poco tuve ocasión de oír cómo uno de nuestros políticos conjugaba con soltura y precisión el verbo «conveniar». No me produjo sorpresa porque la paronimia es un mecanismo más de enriquecimiento de la lengua y «alcanzar un convenio» qué puede ser menos que «conveniar».
Que los fenómenos lingüísticos no son aislados me lo demostró la Delegada Provincial de Medio Ambiente que, en recientes declaraciones, utilizaba también el verbo «conveniar» con la misma desenvoltura.
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), que consulté, define convenio como “pacto, acuerdo” y se niega a dar cabida en sus páginas al verbo «conveniar». Ingenuamente, di por zanjada la cuestión y atribuí a descuido en la expresión algo que ahora comprendo premeditado y políticamente comprometido. Leyendo ayer un número atrasado del Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (sale más barato que el desrizapelo, es menos agresivo para el cuero cabelludo y pone también los pelos de punta), pude documentar que al menos desde 1999 la Junta de Andalucía utiliza el participio «conveniado».
Visto así, enmarcado en su contexto real, debo rehacer mi opinión sobre el léxico de que se valen los políticos en general (y algunos de los de Úbeda se encuentran a la vanguardia en este terreno) y he de admitir que muchas de mis opiniones sobre la materia pueden no ser válidas/validos.
Por todo eso, superando lo puramente anecdótico, creo que es un deber de ciudadanía y de andalucismo de pro preocuparse por las consecuencias políticas que acarrea para Andalucía lo que no puede sino ser la intencionada, injusta, centralizadora y derechista omisión en el DRAE de un verbo entronizado por el B.O.J.A.
A la postre ¿quiénes son los académicos para ignorar lo que se dice en el B.O.J.A.? ¿Quién les autoriza a no admitir un verbo por el que los andaluces «conveniamos» cosas? ¿Cómo se atreven a impedir que los «conveniamientos» no puedan cumplirse, huérfanos de diccionario?
Ante tal cúmulo de sinrazones exijo tres cambios para la próxima y renovada edición:
a) Nueva definición de convenio como la «acción y el efecto de conveniar».
b) Remisión del actual verbo «convenir» a «conveniar», tras advertir de su uso como arcaizante y reaccionario.
c) Inclusión del verbo «conveniar» con definición equivalente al actual «convenir». Al cuerpo de la definición apostillar: «Política: Utilízase normalmente en formas pronominales de más fácil conjugación. "Convenir” es de derechas».
A. Almagro
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