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Don Cristóbal, un maestro del siglo XVII que subió al cielo a cantar maitines en una Navidad

Ginés de la Jara Torres Navarrete

en Diario Jaén. Diario Jaén de 22 de diciembre de 1985

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Mejor no hablar del refran popular que hasta hace algo menos de un siglo aludía a los escasos recursos económicos de los «Maestros Amigos».

De pena la situación de aquéllos, no sólo para los que lograban «sacar» las oposiciones en los tribunales que al efecto se formaban en cada una de las localidades al cubrir alguna plaza vacante. Digamos que el mísero sueldo corría a cargo de los bienes de propios o de alguna obra pía por disposición de los obispos de Jaén. No se hable de los maestros interinos que aún en el siglo IX cobraban la espeluznante cantidad de quinientos reales al año.

¿Qué decir de los ayudantes de los interinos..?

No ha dolido siempre en lo más hondo de nuestro ser por lo mucho que respetamos y queremos a los educadores, el trato de lástima que recibían aquellos maestros que en algunos casos tenían que soportar la presencia de 180 niños almacenados en destartalados locales con el mapa e España y los murales de los abecedarios arrugados por la humedad.

Qué decir de las tiriteras en los crudos inviernos con la escuela semivacía y la escasa luz que a través de las nubes se filtraba entre cartones y cristales rotos. Qué decir de tantas despensas vacias y de tantos roperos desnudos.

Un maestro ilustre

Don Cristóbal nació era Úbeda en torno 1625. Cristiano viejo, cumplía sus obligaciones junto a sus alumnos en formación, con las ofrendas a la Madre de Dios durante el mes de mayo, y los villancicos como Copos de nieve caídos por las calles en aquellos crudos inviernos de carámbalos y heladas.

Los villancicos de don Cristóbal eran grabados con ardor de fe en los corazones infantiles, y más aún, cuando alguno de ellos aludía a la «camisica» o al tarro de miel para todo un Dios albergado en una cueva. Pero no es éste nuestro tema y deshaciendo el camino volvemos a comenzar.

Unas oposiciones reñidas

Don Cristóbal Fernández Galindo se licenció primero en Leyes, en Salamanca, siendo incluso escribano público y perpetuo de Quesada.

Decíamos que era un maestro ilustre pues su padre, don Bernabé Fernández y Galindo, fue un rico hacendado de Úbeda, y su madre se llamó nada menos que doña María de la Cueva.

Mal iba la escribanía de Quesada en 1652, año en que la Universidad de Baeza convoca oposiciones para cubrir una plaza de maestro. Todo un licenciado en Leyes y todo un escribano perpetuo, demostró ante el tribunal ser apto para regentar una escuela. Pero dejemos al propio interesado que nos relate lo de las oposiciones. Dice don Cristóbal:

«Yten declaro que por oposición entré por maestro de escribir y contar en el Colexio de la Universidad y escuelas de la Ciudad de Baeza en cuio magisterio estube más tiempo de treinta años». Lo fue de 1652 a 1682.

Una jubilación que no disfrutó

Dejemos a nuestro abogado, notario y maestro que nos relate su mala estrella en el caminar de la vida. Dice don Cristóbal:

«Después de aquellos treinta años y más, dichas escuelas y Universidad me jubiló en claustro y cabildo que celebraron los patronos, rector y consiliarios y demás personas que hazen cabildo y claustro, señalandome de salario en cada un año por los dias de mi vida cinquenta ducados, la qual dicha jubilación se hizo por el año de mill y seiscientos ochenta y dos, siendo Patronos el Señor Don Miguel de Carmona, prior de Señor San Andrés y el Doctor Don Jacobo de Medina, prior del Salvador, y Rector el Doctor Don Martin de Cózar, prior de Señor San Pablo, y Don Gonzalo de Navarrete, presbitero de dichas escuelas y Universidad y hasta oi no e cobrado maravedies algunos...».

Pobre don Cristóbal. Para que luego se quejen de los recortes de las pensiones quienes en derecho las disfrutan...

Maestros y catedráticos, sin blanca

Moneda aquella mandada acuñar por Enrique III en plata de ley pobre con quince gramos de peso. De menos valor las «blancas» de Juan II, reducidas,a sólo diez gramos.

Tan mal andaban los tiempos, que unas veces por la peste y otras faltos de recursos, las escuelas y Universidad de Baeza se cerraron en 1681-82. No se importune a don Cristóbal y siga contando desventuras y calamidades:

«Y aunque es verdad se cerraron dichas escuelas mayores y menores el tiempo que ubo el contaxio de peste, en dicha ziudad, se dexó de pagar a todos los catedráticos y ministros dellas lo que a cada uno tocaba y pertenecía, y lo declaro para que conste y lo cobren mis herederos».

¿Corarían por fin sus deudos? Lo dudamos.

El testamento de don Cristóbal

Anciano ya y sin jubilación, viviendo a costa de algunos bienes que le dejara su hermano don Felipe de Calatrava y Fernández Galindo, capellán que fue en la iglesia de San Román, de Toledo, nuestro maestro otorga testamento en Úbeda en 1702 y dispone así su entierro:

«Yten mando que quando Dios Nuestro Señor fuere servido de llevarme desta presente vida, sea mi cuerpo sepultado en la sepultura de mi Capilla que es la fundación del Licenciado Mercadés, donde está mi madre, muxer y otros parientes, que tiene de retablo a Nuestra Señora del Carmen».

Y ni capilla le quedó al pobre don Cristóbal, pues al correr los años esta quedó convertida en lo que hoy es sacristía de Santa María, de Úbeda, de la que sólo se salvó su portada gótica.

El patronato de Sevilla

Para vivir, Sevilla. Así lo entendieron los ascendientes de don Cristóbal y allí vivieron y fundaron un patronato del que nos habla así:

«Yten declaro soi patrono único y lexítimo del patronato y buena memoria que fundó el Capitán Juan Moreno en la yglesia parrochial de Omnium Santorum de la ziudad de Sevilla, adquirido por justos y texítimos titulos como hixo de mi padre y nieto de mi abuelo, que ambos fueron patronos».

Historia desnuda y maltratada por los tiempos inclementes que no perdonan. Recuerdos que flotan en el recuerdo de los tiempos idos.

Don Cristóbal, devoto de la patrona de Torreperogil

Fue aquel insigne educador y letrado muy devoto de Nuestra Señora de la Misericordia, patrona de Torreperogil, donde muchas veces vino a rezar ante Ella y ante su santo, San Cristóbal, que al igual que hoy alegraba una de las capillas del santuario con su corpachón y semblante bonachón atravesando el río con el Niño Jesús a sus hombros. Para nuestra ermita, tiene don Cristóbal un recuerdo y un rasgo de generosidad, pues dice en sus últimos días:

«Yten por la mucha devoción que a dicha Señora de la Misericordia tengo, lego para adorno de su ermita que está extramuros de la villa de la Torre de Pero Gil, dos lienzos de pintura».

En las navidades de 1702, el alma de don Cristóbal voló al cielo entre cánticos al Niño Dios y el zumbido de la zambomba por las calles de Úbeda. Sus despojos, a hombros de los «Honrados Viexos del Salvador», fueron llevados hasta Santa María, recibiendo cristiana sepultura a las plantas de la Virgen del Carmen de su capilla, Señora que a buen seguro lo recibió en el Cielo, justo cuando los querubines entonaban himnos de gloria y los hombres de buena voluntad fundían sus corazones.

Ginés Torres Navarrete
Cronista Oficial de las Villas de Sabiote y Torreperogil