|
Cuando el pasado viernes, casi desesperadamente, me llamaban y buscaban para preguntarme si había visto el tipo de iluminación que se estaba instalando en la plaza de Santa María, no podía imaginarme hasta que pude comprobarlo sobre el terreno como se estaba atentando (siempre bajo mi humilde opinión de simple historiador del arte) contra dos de sus edificios más representativos: el palacio de las Cadenas y el del deán Ortega.
Tras la persistente publicidad del proyecto, anunciado a bombo y platillo durante meses con típico, tópico y significativo cartel en un lugar preferente de la principal arma que esgrimimos para conseguir ser nombrados patrimonio de la humanidad, y los resultados medianamente aceptables de los focos instalados en el hospital de Santiago, el ciudadano de a pie se imagina que lo que se pretende con un proyecto de este tipo -y más en un momento como el que vivimos- no es sino la mejora de nuestro patrimonio y nunca su deterioro mediante la contaminación de elementos tan extraños a los propios monumentos como unos horribles focos que muy posiblemente sólo destaquen los edificios olvidándose del ambiente y del espacio del que forman parte.
Pero es posible que esté equivocado y que no haya sabido interpretar acertadamente las sabias decisiones que los responsables del proyecto. Y pensado en esto, he llegado a creer si realmente no se estará buscando la singularidad de nuestros edificios más emblemáticos mediante la adicción de elementos que los hagan únicos en el mundo.
Sabemos de los problemas que existen por parte de la UNESCO para conseguir nuevas nominaciones de conjuntos renacentistas y que lo que se valora es la singularidad en los proyectos candidatos. Pues bien, no estaremos con la instalación de estos focos en la búsqueda de algo único en el mundo... De todos es sabido que el entablamento clásico se compone de arquitrabe, friso y cornisa y que de tal forma aparece estructurado en los vulgares edificios que por todo el mundo siguen los dictados del clasicismo. En Úbeda ya no es así. Hemos conseguido la singularidad añadiendo un nuevo elemento que nos hace distintos y por lo tanto singulares. En Úbeda el entablamento ya se compone de arquitrabe, friso, cornisa y foco.
La verdad es que ahora me arrepiento de las palabras dichas al principio por ignorancia y quiero saldar mi culpa aportando algunas ideas que sin necesidad de convocar ningún concurso cedo gustoso y convencido de que con su realización se acrecentará la deseada singularidad que nos haga de una vez por todas dignos de reconocimiento mundial.
En ocasiones he escuchado a guías turísticos comentar como las linternas que coronan el tejado de las Casas Consistoriales servían para poner luminarias que por las noches indicaban el camino de regreso al propietario del inmueble Juan Vázquez de Molina; ahora sería la ocasión de hacerlo realidad y de conseguir que este elemento arquitectónico hiciese honor a su nombre de una vez por todas situando algunos de los focos sobrantes que al mismo tiempo resaltarían la fachada de la Colegiata.
La segunda de las ideas se refiere a la Sacra Capilla del Salvador y consistiría en colocar en las cuatro hornacinas vacías de su fachada otros tantos focos. De esa forma se solucionaría la función de unos elementos hoy por hoy inútiles.
Sinceramente, aun considerando su modestia, desearía que se tuviesen en cuenta. Sé que están lejos de los grandes conceptos de las lumbreras que han hecho posible tan magnífico proyecto, pero de ser aceptadas, sin duda, además de tener edificios iluminados se incrementaría el buscado -supongo- efecto de árbol de Navidad para nuestros monumentos con el consiguiente ahorro para las arcas municipales cada mes de diciembre.
Antonio Almagro
|