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Los monseñores

Manuel Madrid Delgado

en Diario Ideal. 7 de febrero de 2008

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Por si quedaba alguna duda los obispos se han remangado las sotanas y han entrado en el coliseo electoral, a ver si logran que no llegue al río de la derrota la sangre de Rajoy. Ya advirtió hace poco Martín Patino que la Iglesia se ha hecho más de derechas. Esto no es descubrir la pólvora, pero está bien que lo señale alguien desde dentro de la Iglesia y con la autoridad moral de este jesuita ejemplar.

Hace falta ser tan sectario como ellos para negarles a los obispos su legítimo derecho a apoyar políticamente a quién les venga en gana. La Conferencia Episcopal –como el resto de poderes fácticos: bancos, eléctricas, constructoras– puede decirles a sus fieles o interesados qué tienen que votar. Hasta aquí, todo perfecto. Lo que no pueden hacer los obispos –¿cómo han entrado en esto personas tan decentes como monseñor Amigo?– es cometer la infamia que han cometido diciéndole a sus fieles que no voten a quien, en clara referencia al PSOE, negocia con terroristas o niega la unidad de España. Independientemente de que nos repugnen los asesinos –que nos repugnan– y de que defendamos la unidad de España –que la defendemos– los obispos, precisamente, deberían ser más prudentes en estos temas.

Porque habrá que recordarles que ETA nació en los seminarios vascos, allá por los años 60, como consecuencia de la mezcolanza racista y beata del católico Sabino Arana. Y que monseñor Uriarte fue uno de los intermediarios en la negociación entre Gobierno y “Movimiento Vasco de Liberación Nacional” –Aznar dixit– allá por la tregua de 1998. O tal vez deberían preguntarse todos los que han firmado esa carta pastoral –o lo qué sea– cuántas veces han concelebrado misa con Setién, el obispo que comprende a los terroristas y justifica sus crímenes por ser parte de un proceso político más complejo. El mismo obispo, por cierto, que antes de dar misa en el Buen Pastor de San Sebastián ni saludaba ni bendecía a los familiares del secuestrado José María Aldaya –cuando se manifestaban en enero de 1996– porque la Iglesia tenía que ser neutral en el “conflicto vasco”. ¡Como si cupiese la equidistancia entre los asesinos y sus víctimas! A lo mejor por todo eso es por lo que ETA –asesina de concejales, militares, policías, guardias civiles, niños, mujeres embarazadas, jóvenes, periodistas, trabajadores, empresarios…– nunca ha asesinado a un purpurado. Y por lo que respecta a la unidad española, mejor no recordarles que muchos de ellos han pedido conferencias episcopales propias para los Países Catalanes y para la Gran Euskalherría. Y lo dejamos aquí.

Claro que los obispos pueden pedir el voto para Zaplana y Aguirre. Pero no pueden hacerlo como lo han hecho esta vez, tan sin misericordia, tan difamando. En temas tan peliagudos como el de ETA, los monseñores siempre han nadado mientras guardaban la ropa, encendiendo una vela a Dios y otra al Diablo. Esta vez, para lanzarse al charco, se han quedado desnudos: pudieran resfriarse el 9 de marzo.