Revista Vbeda Revista Ibiut Revista Gavellar Diario La Provincia Semanario Vida Nueva Revista Don Lope de Sosa
Nuestra web sólo almacenará en su ordenador una cookie.<br>
Cookies de terceros.Por el momento, al utilizar el servicio Analytics,  Google, puede almacenar cookies que serán 
procesadas  en los términos fijados en la Web Google.com. En breve intentaremos evitar esta situación.
Revista Códice Redonda de Miradores Artículos Peal de Becerro. Revista anual Fototeca Aviso
y más: En voz alta Club de Lectura Saudar.es Con otra voz En torno a la palabra

Úbeda

Guía histórico artística de Úbeda. En las mejores librerías. Pulse para conocer las fuentes que nos avalan


Quizás la mejor Guía de Úbeda.

 
    

LLEGA LA PROCESIÓN

Juan Pasquau Guerrero

en Revista Vbeda. Año 14, núm. 123, 31 de marzo de 1963

Volver

        

¿Oyes? Ya viene la procesión; la «campanilla» suena... ¿Oyes, alma? Te hablo a ti; a ti, nudo en que se cruzan las cuerdas tirantes de mi ser; a ti, espíritu, que eres mi razón de vida, mi causa, mi fin, mi nobleza. A ti te hablo, espíritu, que estás tan dentro, tan hondo dentro de mí, que a veces no te oigo, no te siento, no te advierto. ¿Quién te enterró, alma, debajo de mi egoísmo, de mi carne, de mi comodidad, de mi pereza? ¿Quién te escondió, Amor, debajo de mis amores? Óyeme, alma; haz un esfuerzo por oírme, porque te hablo, te conmino, te grito...
Pero yo te lo... suplico, alma. Haz un esfuerzo, vence tus obstáculos, empínate, incorpórate y asómate por donde te dejen, por donde te abras paso, por donde tú misma rompas la pared, el muro o la estacada para ver. Yo quiero, alma, un balcón para tu ansia, una tribuna para tu fervor encarcelado. El caso, alma, es que va a pasar Cristo. ¡Cristo te hizo y luego te elevó: te redimió! ¿Lo olvidaste?
Pero a lo mejor aún no me oyes, alma. Te dieron —te di— un aposento demasiado retirado, demasiado tranquilo, tranquilo, dentro de mi ser. Todas mis habitaciones mejores están ocupadas por la vanidad, por la frivolidad, por el pecado, por la ambición... Cuando llamo a la vanidad acude pronto. Cuando llamo al pecado, alarga su lomo a mi caricia como un perro. Cuando llamo a la ambición —hice secretario a mi ambición, ¿lo sabías?— solícita y servil se apresta a mis deseos. Y la frivolidad... ¡no hablemos de la frivolidad!, tan pegada está a mi vida que no hay operación, pensamiento, afección en mi existencia que ella no cubra con liviano atuendo. Porque todo se ha hecho frívolo en mí: hasta el sentimiento religioso...
¡Ah! Pues, por eso, alma, ahora es necesario que te asomes a ver a Cristo. Va a pasar Él, en el trance supremo de su Pasión y veo, siento, que nadie, nadie, me sirve en esta ocasión tremenda sino tú. Si mis pecados se arrodillaran ante Cristo..., pero si tú no fuerzas su humillación van a contemplar casi con una sonrisa. Si mi vanidad se ruborizara ante Cristo... Pero veo la indiferencia, la laxitud, la vacuidad, el agua turbia en que se ahogan los claros propósitos. Si mi frivolidad se rompiera ante Cristo... Pero temo que sople el viento sin herir, sin fulminar al cañaveral. Ya lo sé: la procesión llega, y mis ojos —mis ojos sojuzgados, mis ojos mundanales— no van a trascender su mirada que va a quedar fija y quieta en futiles admiraciones: el color, los rasos procesionales, los oros del trono, el «arte imaginero». Y yo quiero, alma, que tú, una vez, abandones tu inhibición, tu mutismo y, al ver a Cristo —a Cristo flagelado, cargado con la cruz o crucificado—, alces tu voz y, si es preciso, tu cólera. Tu cólera contra esas potencias oscuras, bajas, banales, sucias que rigen mis sentidos y dirigen mi vida. Quiero, alma, sobre todo, que busques y rebusques en tu hondón para encontrar Amor que ofrecer a ese Dios traducido en Hombre que, entre aparato de trompetas, atambores y rosas, impone su Presencia entre la multitud opaca.
Óyeme, alma; levántate, ábrete paso a puñadas y asómate. Asómate a mis ojos porque es para ti, para quien va a pasar Cristo.