Revista Vbeda Revista Ibiut Revista Gavellar Diario La Provincia Semanario Vida Nueva Revista Don Lope de Sosa
Nuestra web sólo almacenará en su ordenador una cookie.<br>
Cookies de terceros.Por el momento, al utilizar el servicio Analytics,  Google, puede almacenar cookies que serán 
procesadas  en los términos fijados en la Web Google.com. En breve intentaremos evitar esta situación.
Revista Códice Redonda de Miradores Artículos Peal de Becerro. Revista anual Fototeca Aviso
y más: En voz alta Club de Lectura Saudar.es Con otra voz En torno a la palabra

Úbeda

Guía histórico artística de Úbeda. En las mejores librerías. Pulse para conocer las fuentes que nos avalan


Quizás la mejor Guía de Úbeda.

 
    

EL JUEGO Y LOS JUGUETES

Juan Pasquau Guerrero

en Polvo Iluminado [Gráficas Bellón] . Úbeda, 1948

Volver

        

Eso de los juguetes irrompibles es otra gran ironía. No es que, efectivamente, dejen de existir juguetes fuertes, relativamente inmunes a la acción devastadora de las manos infantiles. El problema no sería fabricar auticos o caballos de cartón, o soldados de plomo materialmente irrompibles. Lo difícil, lo imposible es conseguir que se mantenga intacta la ilusión que en los chiquillos inspiran estos objetos de diversión. De nada sirve a un juguete durar muchos años, si, antes que él, se gasta la alegría de su posesión.

Las ilusiones cuando dejan de ser esperanza, cuando pasan de potencia a acto, son la cosa más fungible que se conoce. En realidad, cuando han transcurrido unos días después de Reyes, ¿siguen los pequeños dedicando su atención, como al principio, a sus juguetes nuevos? Lo que sucede con los juguetes es un indicio de lo que después acaecerá, a lo largo de la vida, con la felicidad. En el escaparate es donde más bellos aparecen los juguetes. Algunos juguetes no debieran salir nunca de los escaparates de la misma manera que algunos placeres no debieran nunca de dejar de estar en el deseo; solamente, en el deseo. Pero sucede que sí, al principio, en los primeros momentos, mucho contento, mucho volcar toda la ilusión en los juguetes hasta el punto de no consentir dormir si ellos no están junto a la cama... Y luego, fatalmente, irremisiblemente, viene el olvido, el arrinconamiento, el ostracismo al desván. Se desecha pronto el juguete para volver a los juegos de siempre que son, precisamente, los juegos sin juguetes: saltar, correr, gritar.

Es que el juego es un imperativo de la infancia mientras el juguete no pasa de ser una creación artificial. Pero lo natural desborda a lo artificial: el juguete acota y separa la actividad infantil asignándole un campo, un objeto limitado y el juego, en cambio, abarca toda la vida del niño. Por eso el fracaso de los juguetes, hechos «ad hoc» por personas mayores, cuya única virtud radica en la fascinación. El juguete fascina al niño. Fascinar, en cierto modo, es sinónimo de cegar. A un objeto que nos fascina no le vemos tal cual es, sino según la deformación subjetiva que sufre al refractarse en nuestro entusiasmo. Por eso cuando el niño tiene el juguete, y, más aún, cuando lo comprende, cuando se familiariza con él, deja de amarle. Porque el juguete, o fascina, o aburre. Ciega con el resplandor de la novedad y sucumbe después abrumado por la monotonía. Todos los juguetes por irrompibles que sean materialmente, son flor de un día. Dichosos, pues, los juguetes que se rompen pronto; los juguetes que se destruyen antes de ser abandonados. Cuando hemos visto arruinados en un desván el caballo de cartón sin patas, el «auto» sin ruedas, o la muñeca sin cabeza, hemos pensado que son los tales unos juguetes con dignidad, que han dado cima a su misión. Porque ¿qué mejor garantía de que han divertido que la de que se han roto pronto? En cambio, un juguete que se abandona antes de romperse es un juguete triste, un juguete repudiado, un juguete que sobrevive a su deshonra.

Hay, no obstante, juguetes plenos, cuya ilusión no se agota. Ejemplo típico de juguetes de ilusión irrompible es la pelota. Poco importa que sea de cuero, de badana, de goma o de trapo; para el caso es lo mismo porque aquí, en este caso, en el juego de pelota, pone más el niño que el juguete. La pelota puede que no fascine como los demás juguetes; pero incita, abre el apetito del salto, de la carrera; promueve, en una palabra, la actividad de la naturaleza. Es pues, el juguete que sirve mejor para jugar. Por eso el niño que se harta enseguida de «La Oca» por ejemplo, no se harta jamás del fútbol. Y si un juguete cualquiera se abandona al romperse, a una pelota, cuando se rompe, se le pone un parche... Solo hay una clase de pelotas abandonadas: las que han caído al tejado.

Pero en fin, termino este artículo no se piense que es un artículo de propaganda.