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ESTUDIAR EL MOMENTO

Juan Pasquau Guerrero

en Diario Jaén. 10 de junio de 1972

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En Ibiza —leo— se ha celebrado, o se está celebrando la II Semana de la Moda Adlib. La palabra adlib, aquí, es una abreviatura de ad libitum. A voluntad. Un latinismo, pues, aggiornado por los modistas. Un capricho, ahora que el latín se ha convertido casi en una lengua mendicante. Ya estaba bien lo de llamarle lengua muerta. Ahora, quizás, es peor.

Bien; la moda ad libitum significa y proclama el Viste como quieras. ¿Una rebelión de la moda contra la moda? Si siempre la moda dio reglas y normas, aunque efímeras, aunque de temporada, ahora es otra cosa. La moda es que no hay moda. Pasa igual con los modos en la convivencia. ¿Buenos modos? ¿Malos modos? El modo es que no hay modo. Ni modales, que eran patrones más o menos usados para la elemental corrección.

Pero no vayamos a ponernos nostálgicos de la urbanidad, a estas alturas. ¿Se acuerdan ustedes, compañeros de escuela de los años veinte, de la urbanidad que se enseñaba los sábados por la tarde? La Urbanidad era un libro pequeñito en cuya pasta había una estampa en tricromía que representaba un anciano ante quien, respetuosamente, se inclinaba su nieto besándole la mano. En la Urbanidad se decían muchas cosas. Por ejemplo, había que ceder la derecha en la acera a las personas mayores, había que ayudar a pasar la calzada a los señores con bastón; había que prevenir el momento de la tos sacando el pañuelo del bolsillo y llevándolo a la boca; había que...

Pero ¡vaya usted ahora a las escuelas con manuales de Urbanidad! Acabo de ver en el periódico que, en Londres, miles de alumnos de bachillerato escolar se han declarado maoístas y exigen ciertas «reivindicaciones revolucionarias». ¡Toma del frasco! Dígales Vd. a esos escolares como tienen que sonarse, cómo tienen que saludar, cómo tienen que sonreír, cómo tienen que agarrar el tenedor y cómo han de comportarse en presencia del amigo de su abuelito.

¿Viste como quieras? ¡Vive como quieras! Es la moda. Pero ¿se sabe ya lo que es vivir? ¿Se enseña? ¿Se enseña a vivir? ¡Risa tenemos! Cualquiera de esos niños londineneses contestatarios puede replicar: «Pero ¿se enseña lo que es la vida? ¿La vida es una teoría? ¿Tiene una trascendencia?». No, no habría que extrañarse de esta objeción sabihonda en labios de un niño de trece o catorce años, sobre todo si está «manipulado». ¿No existe una pedagogía de manipulación? Se toma a los niños por la punta, es decir, por el extremo, por el «asa» más accesible y se le inculcan unas cuantas consignas. Y ya el niño dispone de un prontuario, de un catecismo para defenderse a base de comprimidos de «filosofía moderna» (?) contra las personas mayores. En la información sobre lo de los escolares maoístas de Londres, se añade que están manejados por un maestro de 27 años, Mr. Hund, «especialista en la interpretación del Libro Rojo».

Todo esto puede tomarse en broma o en serio, según el humor del momento. San Francisco de Sales, hace siglos, dijo aquello de «Ama y haz lo que quieras». Antes, lo había dicho también San Agustín. Todos los adlib de ahora pueden argüir tales precedentes. Pero San Agustín empezaba por el «ama» y estos empiezan por el «haz lo que quieras». Si se ama, ya lo que se quiere está bien. Pero si se hace exclusivamente lo que se quiere, si por ahí se empieza, ¿qué es lo que se ama?

Esto es replicar en serio. Quizá la policía de Londres ha disuelto a los escolares manifestantes repartiéndoles caramelos. Cualquiera sabe. La pedagogía está en un momento de confusión La pedagogía, la moda, los modos, los usos, las costumbres… Hay una salida a este barullo. La de decir: Aquí no ha pasado nada. Todo lo del momento histórico actual es juego. Incluido el Vietnam a pesar de sus muertos. Hay otra salida; la de pensar que todo es trágico y que caminamos hacia un abismo. Todo es trágico, sintomático de catástrofe, incluida no ya la moda ad lib sino el adlib de los escolares londinenses maoístas. Y, ¿cómo atinaremos? ¿Atinaremos vaticinando la catástrofe o prorrumpiendo en la carcajada? Quizás, mitad y mitad. No hay que fiarse de nada. Ni de nuestras reacciones espontáneas. El mundo se ha puesto muy curioso. Hay que estudiarlo. Estudiarlo de veras.