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LA INSTITUCIÓN “SAGRADA FAMILIA” TIENE YA “CONSTITUCIÓN”

Juan Pasquau Guerrero

en Diario Jaén. 30 de octubre de 1974

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Las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia son historia y son actualidad en Úbeda y en bastantes ciudades de Andalucía. Pero, además, el futuro –que es siempre una moneda al aire- presenta para cualquier hombre preocupado (y la preocupación es función y oficio fundamental del hombre), un cúmulo de problemas tal que, o concurre una educación en su auxilio o no hay manera de que nos aclaremos. Es indudable: el futuro tiene que ir –o venir- a la escuela. La Institución “Sagrada Familia”, en Úbeda y en todas las ciudades andaluzas donde está radicada, quiere por eso estar atenta, avizorando un futuro imprevisible, a todos los signos, verdades, mentiras, equívocos, esperanzas, sospechas, ilusiones y temores de un tiempo que se nos entra por las puertas del espíritu y cuya “filiación” no nos es dado saber.

Uno diría que el tiempo que viene, llega –por así decirlo- sin carné; es un tiempo de valores morales indocumentados o mal documentados o confusamente documentados. Cabe hacer de la época nueva, una época de oro o una época de barro, de légamo. Depende del hombre el porvenir de un mundo subyugante y terrible al par. Lo insinuaba el padre Rodríguez Izquierdo, S.J., en la espléndida conferencia inaugural del curso 1974-75, en el salón de actos de las Escuelas.Y, entonces, está claro que hay que “formar”, que “educar”, al hombre. Hay que formarle y educarle para que se convierta en educador y formador de ese tiempo, maravilloso, pero mal formado y mal educado –sin escuela aún- que nos atrae y que nos amenaza.

En esta coyuntura y en esta encrucijada, cualquier institución de tipo educativo tiene que formular sus principios, tiene que dar su Constitución. Todos tenemos derecho a saber qué se propone cualquier empresa educativa, sea de la índole que sea; porque hoy el mismo concepto “educación” ofrece distintas y contradictorias versiones y hay que saber a qué atenerse. Porque ahora muchos llaman para la educación a unos valores que otros desechan como caducos. Y para unos es blanco lo que para otros es negro. Y donde todo parece estar en crisis, es preciso que cada cual se defina. Así es que la institución educativa –sea cual fuere- o nos dice de una vez cuáles son sus propósitos o anubarra en lugar de despejar el horizonte.

Así lo han hecho las “Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia” promulgando sus “Principios Educativos”. Puntualizan, señalan, proponen y razonan sus propósitos para el futuro. La Institución “Sagrada Familia” tiene un ejemplar pasado como garantía. Ahora bien; ese pasado magnífico quiere movilizarlo, quiere dinamizarlo, haciendo de él un acicate y un estímulo. Porque “nobleza, obliga”. La Institución que nació porque así lo quiso –como muy bien recordó en el inicial discurso su actual director en Úbeda, padre José Trobat- aquel genuino e ilustre “aperturista” que fue el padre Villoslada, adelantado de un propósito de promoción social en unos tiempos en que apenas se había tenido en cuenta nada de esto que se vocea ahora con tanto estrépito; la Institución, repito, que modeló el padre Villoslada con arreglo a unas normas de “formación de todo el hombre”, al actualizarse ahora, reafirma con énfasis la calidad de su linaje religioso, moral y social, y declara paladinamente, en nítidos conceptos que se vierten en cuarenta y seis puntos, sus ideas. Porque se trata de esto, que es ya fundamental. Tener o no tener ideas, que es tanto como decir ser o no ser, ya que no hay ser, sin razón de ser. Y en esos cuarenta y seis puntos está expuesta, meridianamente, la razón de ser de la Institución “Sagrada Familia”.

Es una “formación en profundidad” lo que en este caso se pretende, desarrollando autenticidad y sinceridad –virtudes tan queridas, por los jóvenes-, con “conciencia comunitaria” y con estos objetivos: la verdad, la justicia, el amor, la libertad, la paz.

Ambicioso programa. Tan ambicioso que no podría realizarse sin una fuerza motriz, proporcionada a tan altos objetivos. Consciente de ello, la Institución “Sagrada Familia” apela a la “formación en la fe”, principio y fundamento, en el cristiano, para cualquier operación. Como de escuelas cristianas se trata, la “Sagrada Familia” no pude rebajar, disimular o disfrazar el carácter de turbina o de dinamo que la fe –virtud teologal y no simplemente palabra para el viento- tiene en la economía de su funcionamiento. Es la fe quien puede y debe dar a la “Sagrada Familia” su eficacia. Es la fe su mejor mensaje; mensaje que –proclama el punto once- “se imparte dentro de la Iglesia Católica y en comunión con ella”. Esto que, tratándose de colegios cristianos, puede parecer una perogrullada, una verdad demasiado sabida, no lo es tanto en un tiempo en que alguien preconiza cristiandades inorgánicas, difusas, confusas y profusas, sin vertebración unitaria, institucionalizada y asentada en principios incontrovertibles. Está claro que la Iglesia Católica monta en verdades eternas, en dogmas, todo el esquema de su doctrina y de su praxis. Por eso, no está de más puntualizar. Tener fe hoy es algo importantísimo y complejo. No se tiene fe por el sólo hecho de asistir a una procesión. Tampoco por el sólo hecho de esbozar unos propósitos de noble sentido social pero exclusivamente temporalista.

Es de sumo interés leer esta especie de Constitución de las Escuelas Profesionales. Son sugerentes sus capítulos todos. El comentario de los mismos merece mucho espacio. Quizás otro día volvamos a ocuparnos de ellos, desmenuzando muchos de sus aspectos. Por hoy, nos contentamos haciendo resaltar la claridad de unas ideas que la “Sagrada Familia”, tan nuestra, tan de Úbeda, tan de Jaén, tan de Andalucía, pone en marcha. Con nuestra felicitación cordialísima al rector, padre Manuel Segura Morales, que con tanto prestigio a sus espaldas –y decimos “prestigio”, porque el prestigio, cuando es auténtico, responsabiliza y pesa en el mejor sentido de la palabra- se ha hecho cargo del timón de las Escuelas. Enhorabuena, asimismo, al padre José Trobat, director de Úbeda, que nos ha facilitado un ejemplar de los “Principios Educativos” que dan motivo a nuestra glosa. Y que con palabra alta de conceptos y enfervorizada de nobleza, abrió el curso escolar 1974-75 en las escuelas de esta ciudad.