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LA ESCUELA DE MAGISTERIO EN VILLANUEVA DEL ARZOBISPO

Juan Pasquau Guerrero

en SAFA. nº 25. Enero-febrero de 1964

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A Villanueva del Arzobispo corresponde la honra de haber sido el primer pueblo en que arraigó la SAFA. En otra ocasión, desde estas mismas columnas, se ha dado cuenta de la fundación de este Centro. ¡Tiempos heroicos, edad de hierro de la “Sagrada Familia”! Fue en el año 1940. Yo recuerdo que, en 1941, fuimos a Villanueva todos los Maestros de la Institución –entonces no pasábamos de diez entre Villanueva y Úbeda- a la Primera Comunión de los niños. En este acto, mostró el pueblo villanovense su identificación absoluta con la Institución; un entusiasmo popular colectivo –banda de música, colgaduras en los edificios, aire de fiesta total en el ambiente- fue el signo patente de una como confusión de intereses, propósitos, ambiciones. Desde aquel día es difícil concebir a la SAFA sin Villanueva y a Villanueva sin la SAFA.

Pues bien, como el surco de Villanueva fue el primero que recibió la semilla, en Villanueva se plantó y creció rápido uno de nuestros árboles mejores de La Escuela de Magisterio. Y digo árbol porque no encuentro, para este caso, imagen mejor. Porque una escuela de Magisterio –escuela de Maestros para Maestros- renueva cada año la savia de la Institución y en ella maduran, en promociones sucesivas, los frutos mejores (diríamos los frutos selectos) de la SAFA.

El Padre Francisco Aldama fue desde un principio alma de la escuela de Magisterio de Villanueva. Junto con el padre Villoslada, fue este jesuita de prodigiosa finura intelectual y moral, quien puso los cimientos safistas. Y esta parcela trascendente de la Escuela de Magisterio, a él –al Padre Aldama- fue confiada. Junto a él un grupo distinguido de profesores, un plantel magnífico, dio forma, directriz, contenido y eficacia a la obra. Don Isaac Melgosa, don Mateo Carrasco, don Mauricio Pérez, don Jesús Negrillo..., nombres todos ellos gloriosos para la Institución. La mayoría de estos profesores –que ya peinan canas- en la Sagrada Familia continúan trabajando denodadamente y les cabe la satisfacción de haber sido “piedra angular”. (He ahí a don Isaac Melgosa. ¡Si la historia safista puede identificarse con un hombre, he ahí a don Isaac Melgosa! Puede decirse que ha consagrado su vida –y no hay hipérbole alguna- a las Escuelas Profesionales. En ellas floreció su juventud y en ellas su madurez sazonada continúa ofreciendo espléndidos frutos. Yo diría que la SAFA debe un homenaje entusiasta a este pedagogo –mejor aún, educador- de la primera hora, de la hora tercia, de la hora sexta y... de la hora nona. Sin claudicar, sin desfallecer un instante, conciliando en su entusiasmo los más opuestos quehaceres –profesor de gimnasia al par que profesor de filosofía- ha imprimido carácter a la institución y a él deben un porcentaje crecidísimo de su formación religiosa, moral y profesional gran número de alumnos que hoy –maestros ya- se desparraman por toda la geografía nacional.

Más adelante, en marcha ya las edificaciones de la Institución en Úbeda, la Escuela de Magisterio pasó a esta ciudad y ocupó sucesivamente las aulas que hoy constituyen el Grupo Escolar, y una de las alas de la residencia. Actualmente tiene edificio propio y puede decirse que la promesa que apuntó en Villanueva ha cuajado en logros decisivos, fundamentales, plenarios. Pero –repetimos- la partida de nacimiento de la Escuela de Magisterio (con la partida de nacimiento de la Institución entera) a Villanueva del Arzobispo hay que referirla. En este pueblo el Padre Villoslada bautizó nuestras Escuelas Profesionales. Y en este pueblo la benemérita familia Benavides apadrinó moral y materialmente a la Obra bajo tan favorables auspicios nacida.