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OTRO AÑO

Juan Pasquau Guerrero

en SAFA. Nº 24. Noviembre y diciembre de 1963

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No sé si cuando este número de SAFA aparezca habrá dimitido ya el año 1963. De todas formas, de no haberlo hecho ya, su cese de poderes será inminente.

¿Por qué cualquier año –el que sea- produce al entrar alegría? Triste destino. Cualquier año es como un cigarro. Cuando de él sólo queda la punta, lo arrojamos con desprecio. Pero cualquier año nuevo es, claro está, como un pitillo flamante que nos llevamos a los labios.

¡A ver! ¿Quién tiene fuego? El 1964 va a empezar a arder; vamos a comenzar a fumárnoslo. ¿Será como todos? La primera bocanada, ya se sabe, produce placer. El uno de enero comienza a quemar sucesos y las volutas de júbilo rizan sus arabescos con mucha soltura. ¡Nos coge, además, tan descansados! El tiempo, durante los primeros días de enero, es pequeñísimo. Sí, sí, es un tirano el Tiempo, pero el disfraz de año nuevo le sienta muy bien. Sus barbas y sus malas intenciones se esconden prodigiosamente debajo del montón de tarjetas de felicitación (“Próspero año nuevo, próspero año nuevo”...) que acabamos de recibir...

Pero...

- Vamos a ver, Don Próspero. Menos guasa. ¿De verdad va usted a ser próspero?

- Hombre, nos responde modosito el Año flamante, es la costumbre. Y además, todo año es próspero mientras no se demuestre lo contrario.

- ¿Nos desvela, 1964, lo que trae en sus alforjas?

- No. Realmente yo no traigo nada. El tiempo es inocente y blanco. Uno llega al mundo vacío. Sois vosotros, los hombres, los que empezáis a llenarnos de cosas. Sucede que cada día empezáis los hombres a descortezar pensamientos, palabras y obras. Y luego, el tiempo carga con todas las mondaduras. Por eso, al terminar el año, el tiempo parece un basurero. De ahí que el 31 de diciembre reclame al barrendero.

¿Has hecho ya, amigo, tu limpieza particular? ¿Has barrido mucho o vas a barrer mucho en este fin de año?

Cuidado de todas formas al barrer. A veces, entre la basura, se esconde una joya. Quizás hayas desechado a lo largo de 1963 alguna costumbre, alguna idea, algún sentimiento que te conviene recuperar. Probablemente has arrojado de tu vida, como inútil, algo que te parecía lastre y a lo mejor..., a lo mejor tenía calidad de ala. ¡Cuidado, te repito!

Pero de otra parte, cuando hayas recuperado lo valioso que yacía, por descuido tuyo, en el muladar; después, digo, que hayas encontrado el oro perdido, ponte a eliminar sin compasión los despojos hallados. ¡Son tantos! Cada día del año te has “alimentado”, a lo peor, de tonterías -¡porque hay quien se alimenta de tonterías!- y tienes el suelo de tu alma manchado de restos de pereza, de envidia, de impureza, de... ¡qué sé yo! Pues duro con esos escombros. Que el Año Nuevo te encuentre con la habitación encalada y bien dispuesta. Que cuando, a tu puerta, diga el Año Nuevo: “¿Se puede?”, no sienta en su rostro una tufarada de aire hediondo.

Porque –cierto es- no es el Tiempo quien nos hace, sino nosotros quienes hacemos al Tiempo.