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Los niños expósitos: trescientos años de historia en Úbeda (I)

Ramón Molina Navarrete

en Ibiut. Año V, nº 25. Agosto de 1986, pp. 26-27

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UNA HISTORIA INÉDITA

Nadie hasta ahora, que sepamos, ha tratado con cierta profundidad el tema de los "niños expósitos de Úbeda". No sabemos si por falta de documentación o por aquello de que estos temas delicados es mejor que queden en el olvido.

Yo creo sobre todo, que ha sido por lo primero: La falta de documentación; aunque no es de extrañar que nuestros anteriores historiadores no hayan querido enfrentarse al tema por lo delicado del asunto en cuanto era parte natural de su sociedad y además por ser éste de los expósitos siempre un tema lleno de suspicacias, susceptibilidades y vergüenzas.

Pero los años han transcurrido y los tiempos cambiado. Hora es ya también de que alguien toque, aunque someramente, esta realidad para que después con sucesivos hallazgos y aportaciones por parte de los historiadores ubetenses se pueda complementar con más detalle. A la historia no se le debe ocultar nada, esto sería como mutilar la verdad, desvirtuar la realidad sucedida, engañarnos a si mismos engañando a los demás.

¿PERO, POR QUÉ LA FALTA DE DOCUMENTACIÓN?

Verán, en los Archivos del Excmo. Ayuntamiento, la documentación existente sobre los niños expósitos era escasa y esporádica, hasta el punto que la hilazón se rompía fácilmente y los datos no aportaban una visión digna de hacer una monografía mínima. Pero sucedió algo, el Hospital de Santiago se cerró a los enfermos después de ser testigo de vidas y muertes durante cientos de años para poco después ofrecerse él a una profunda restauración y cuyas obras todavía perduran. Entre los armarios y baúles olvidados, comidos de polvo, dormidos en el sueño del tiempo, aparecieron cerca de medio centenar de libros de registros y cuentas, así como otros documentos sueltos como cartas, facturas, solicitudes de prohijamiento, circulares...

El Hospital de Santiago desvelaba, de este modo, a los hombres todo un secreto guardado durante siglos como es la historia triste de unos niños que sufrieron la desgracia de tener que ser abandonados por infinitos motivos enmarcados en una sociedad llena de tabúes, miseria popular, clasismo e hipocresía.

DOS LIBROS ENTRE CAMAS Y MATERIAL QUIRÚRGICO

El Excmo. Ayuntamiento recogió inmediatamente en sus archivos todos aquellos libros encontrados y todas aquellas noticias de papeles polvorientos. Yo no tenía ni idea de aquello. Pero sucedió que una tarde al ir a recoger —con permiso, claro—, unas camas para una obra social, encontré bajo ellas dos libros numerados (14 y 19) y que se referían a la Casa-Cuna de Ubeda. El primero comenzaba el 1 de enero de 1871 y finalizaba el 31 de diciembre de 1872. El segundo abarcaba de principio de 1894 al 6 de noviembre del mismo.

Los llevé a mi casa y los estuve hojeando con curiosidad e interés. Luego los di a conocer al archivero que me indicó la grata noticia del resto del material. Me pareció un reto. La curiosidad me tentaba y me estaba venciendo, allí había un montón de documentos que nadie había revelado, allí había un campo virgen que podía enriquecer nuestra historia, sólo era cuestión de ponerse a trabajar. Hoy, después de un largo tiempo, voy a dar a conocer lo que aquellos libros encerraban.

EL PRIMER LIBRO

Es un libro en todos los sentidos viejo, sus páginas están carcomidas y huelen a tiempo añejo y a humedad. Al abrirlo se puede leer.

"Libro donde se asientan los Pobres de los niños expósitos del Espíritu Santo de esta ciudad de Úbeda desde primero día de noviembre del año MDCXII (1612) siendo Mayordomos Fº de Cazorla y Sebastián Ramírez y Fº Latorre".

El primer niño registrado es "Gregorio el de la gitana". Gregorio fue abandonado en cualquier portal de cualquier potentado, cura, administrador o convento y se lo llevó una gitana para lactarlo..., no debió atenderlo debidamente cuando le fue quitado el niño tras pagarle veintisiete reales.

El segundo es "Pedro de Rojas", que fue "echado" el día 6 de febrero de 1612 en casa de D. Sebastián (administrador) que vivía en la calle Trinidad. De allí lo llevaron al "Espíritu Santo", que era una ermita situada al final de la calle Rastro, (junto a ella se levantó en el siglo XVI el palacio del Marqués de la Rambla). Allí le recibió Alfonso Beltrán. Poco después bautizaron a este niño en San Isidro. Al año justo (22-11-1613) le fue entregado a Luisa de Torres que vivía en Plaza de Abajo.

Y así, uno tras otro, van enumerándose casos de niños abandonados. Toda una larga y triste historia que se repetiría ya durante siglos.

Los niños, según vamos comprobando, eran abandonados en aquellos años en sitios y lugares diferentes. Pero parece ser que había algún tipo de cuna o "cunón", como se cita en otros lugares, en la dicha ermita y era allí donde se dejaban la inmensa mayoría, bien colgados de una ventana, bien en la puerta (algunas veces se cita "Puerta del Rincón") si era de noche, y si era de día dentro de la capilla en cualquier banco y generalmente eran dejados en una espuerta de mortero.

Los más iban desnudos o liados en algún "trapajo", por lo que no era difícil encontrarlos muertos al amanecer, sobre todo en los meses fríos. No obstante, otros, llevaban algún tipo de ropa como pañalico, camisilla o mantilla.

Cuando el niño era abandonado en casa de alguna personalidad, era corriente dar algún tipo de limosna al entregarlo a la casa cuna. No obstante hay quien alega no dar por estar "concertado" con la cofradía que atendía a estos niños. Un ejemplo de lo primero es el caso en que el día 6 de abril de 1615 Fº López de la Baca, veinticuatro de esta ciudad, dejó un niño dando nada menos que diez ducados de limosna.

Aclaramos que no todos los niños abandonados eran recién nacidos, algunos tenían varios meses e incluso llegaban otros a la edad de año o dos años. El 28 de mayo de 1615 dejaron en la Iglesia del Espíritu Santo una niña de tres o cuatro meses, se le puso por nombre "Juana la grande". Murió el 10 de julio del mismo año. En otro caso se hace incluso la indicación de que "traía dos dientes".

No es infrecuente observar también que algunos sacerdotes retiran niños para solucionar casos familiares. Así, para que sirva de ejemplo, vemos como D. Tomás Tamayo, cura de S. Isidro, retira una niña diciendo ser para una prima suya de Baeza. Esto fue en enero de 1617. Esta niña se llamaba Clara y había sido abandonada en una espuerta de mortero en la iglesia del Espíritu Santo el 23 de agosto de 1615.

Y los casos, folio a folio, se van repitiendo, cada uno con sus fechas, sus pagos, sus cruces de muerte... Todo, al fondo de una letra retorcida, barroca, de llanto incontenible...
(Continuará)

R.M.N.