|
Con frecuencia la verdad es... inverosímil. Y la realidad va más allá de la misma fantasía. Tiene "milagros" la naturaleza —los vemos a diario— que nada más inmaginados o soñados resultarían puro delirio incapaz de ser convertido en tangible existencia. Sucede esto igualmente en el campo religioso. ¿Acaso el paganismo en su inmensa pululación de mitos y teogonías pudo fantasear algo tan sorprendente como un Dios humanado que por amor al hombre, para redimirle, muere en una cruz, condenado por decisión mayoritaria del pueblo al que salvaba? "Tolle, tolle, crucifige eum". Estas verdades que nos cuentan los Evangelios son tan maravillosas que los mitos de la antigüedad —Prometeo robando el fuego, Minerva brotando de la cabeza de Júpiter, Ifigenia en Táuride— quedan pequeños, desprovistos de fuerza, si son comparados con la abismal, dramática y enorme belleza de la Redención de Cristo. Bien a las claras se ve que misterios como el Eucaristico —"Este es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre"—, no pueden pertenecer a la fantasía, porque la imaginación, por calenturienta que sea, no puede llegar a tanto. A estos extremos puede llegar sólo la realidad. Estos "excesos", nada más Dios puede idearlos. Pero en Dios la idea no quedaría en vagoroso designio. Dios es acto puro. Que comamos su Carne y bebamos su Sangre es un deseo de Él. Ahora bien: los deseos de Dios no son como los nuestros. Los deseos de Dios no pueden quedar en deseos. Y por eso la Creación, la Encarnación, la Eucaristía, la Redención, la Resurrección, la Iglesia, constituyen una serie de verdades de tal formato y de tal tamaño que desbordan nuestros instrumentos de comprensión. Tan Verdad es la pura Verdad de Dios que no puede hacerse verificable. No hay un contador de misterios, como hay un contador del consumo eléctrico.
Semana Santa. Días de fe, de esperanza, de caridad. Las virtudes teologales constituyen nuestro único acceso a lo divino. No sirven nuestros cánones para medir al Señor. Fracasan nuestras razones para entender a Cristo. ¡Y cómo hay quien "empequeñece" a Cristo, ensalzándole como al mejor de los hombres! Llega la Pascua, llega la Resurrección. Es el auténtico paso del Señor. Estas procesiones, este lanzamiento de las imágenes del Redentor a las calles, ¿qué otra cosa son que una invitación para que Cristo se nos entre por los ojos y siga, por el camino de las arterias al corazón? Y Él, humilde, se nos muestra con su caña como cetro y con su manto de escarnio, vejados en su Divina Persona "los Derechos de Dios". Se nos muestra a nosotros tan celosos de los "Derechos del Hombre". Y Él, camina con su Cruz y desnudo en la Cruz se ofrece al Padre. Y muere. Esta sí que es la auténtica "muerte de Dios". Pero muerte para la Vida. Muerte que desenmascara a la muerte "Oh muerte, ¿dónde está tu victoria?"
Días sagrados. El tiempo detiene su paso. El Jueves Santo, el Viernes Santo, el Domingo de Pascua, no están afiliados a ningún siglo, carecen de edad. Sopla en estos días la brisa de lo Eterno. Sopla el Viento de Dios. Habría que ser lo suficientemente generosos de corazón para dejar olvidados en un rincón del espíritu todas esas cosas del simple vivir cotidiano. Y comprar con Amor el terreno, la parcela, para edificar nuestra renovación. "Porque el Reino de Dios se asemeja al caso de aquel hombre que vendió todo cuanto tuvo..."
Sin afanes, sin prisas y sin cuidado, con la presencia única de Cristo, con la perspectiva de lo Eterno al fondo, estos días de Pasión y de Pascua, constituyen la genuina ocasión para el redescubrimiento de nuestra calidad de cristianos. ¿Queremos de verdad sabernos, o preferimos, más bien olvidarnos? Los tremendos y gloriosos Misterios de Cristo, de una parte nos consuelan, de otra nos comprometen. No se es cristiano sin esperanza. Pero tampoco se puede ser cristiano sin amor. La fe es un descanso. La fe es un trabajo. No se puede creer sin que, de inmediato, el gozo espiritual nos acometa. Tampoco se puede creer impunemente, frívolamente, irresponsablemente. La fe obliga. La fe es una Movilización. Es la Movilización.
Con la fe en Cristo, la Verdad rompe todas las medidas. Y esto sí que revoluciona. Por dentro y hacia arriba.
|